En torno a la adopción de niños existe una especie de idealización. Cuando una pareja o persona sola acepta un niño que no fue engendrado por ella, para muchos es un acto de solidaridad y de bondad que eleva a esas personas a un lugar especial de moral y caridad. Sin embargo, la adopción no nace de un acto solidario sino del deseo verdadero y profundo de ser padres. No se trata de ayudar a otro sino de conformar juntos una familia y amarse mutuamente, sin pensar que se está haciendo un “bien”. Tampoco conviene hablar de “padres del corazón”: los adoptantes son padres con todo el cuerpo, con la cabeza, los pies, los brazos y también con el corazón, igual que quienes gestan un niño. Cuando se espera un hijo, a los papás adoptivos se les moviliza el alma pero también se predisponen con todas sus posibilidades físicas, éticas y morales para la llegada de ese niño o adolescente.
Muchos de estos futuros padres, mientras esperan que se concrete la adopción, continúan con tratamientos de fertilización. Es muy importante tener en claro que ningún hijo reemplaza a otro y que tanto los biológicos como los adoptivos necesitan ser aceptados como lo que son: hijos. Cada uno es una identidad diferente, un ser único, y no responde a la idealización de los padres de lo que deseaban tener. Este es un punto muy importante ya que en algunos casos pasar del hijo ideal al hijo real es un trance complicado que necesita de tiempos e inclusive de ayuda profesional, porque implica duelos de aquello que no va a ser realidad. Actualmente, por suerte, muchos prejuicios sobre el tipo de niño que se desea adoptar han sido superados. Ya casi no es condición el sexo, el color de la piel, e inclusive existe una mayor disposición a aceptar niños mayores, adolescentes y grupos de hermanos. Sin embargo, todavía falta avanzar en este sentido, al igual que en los casos de niños discapacitados o con enfermedades severas.
Otro de los aspectos tabú que envuelve la adopción es el que se refiere al origen de los chicos. Algunos años atrás, muchos padres ocultaban esa información por diferentes motivos, formaba parte de secretos de familia que no podían ser revelados, e involucraba a todo el grupo familiar, inclusive a la familia extendida de abuelos, tíos, primos. Revelar ese “secreto” podía significar una crisis familiar, produciendo resquebrajamientos definitivos en donde los hijos adoptivos podrían enojarse profundamente con los adoptantes y romper ese vínculo. Hoy de adopción se habla. Los papás adoptantes saben que deben decirles a sus hijos la verdad de sus orígenes, e inclusive es derecho de los chicos poder tener acceso, a los 18 años de edad, a su legajo judicial donde constan todos los datos sobre su familia de origen. Lo que se puede observar en la actualidad es que al no haber mentiras ni ocultamientos, la posibilidad de “sanar” el dolor de haber sido abandonado es más factible, lo que posibilita acompañar a los chicos durante todo el proceso de maduración del tema y aceptación del mismo. Inclusive es necesario prepararse para un posible contacto con la familia de origen, en caso de que el niño lo sugiera.
¿Cuáles son las dificultades que encontramos hoy en los que desean adoptar?
Esta pregunta nos lleva a desmitificar otro preconcepto social :“Por qué deben esperar tanto tiempo los que desean adoptar, habiendo tantos chicos en las calles y tantos en las instituciones que no tienen una familia”. Lo que debemos entender, en primer lugar, es que no todos los chicos que están en situación de calle, o en institutos de menores, pueden ser adoptados. Para que esto sea posible debe tener el “estado de adoptabilidad”, lo cual significa que esté declarado su abandono de manera total, es decir, que se hayan agotado todas las instancias para que ese chico vuelva a su familia de origen, sea con sus progenitores o con su familia ampliada (tíos, abuelos). Este proceso estaría asegurando la identidad del pequeño y su pertenencia a su familia de origen.
Lo que hasta el momento podemos observar es que los niños pasan varios años (por no decir toda la infancia) dentro de las instituciones u hogares especializados, que si bien no debemos imaginar como los viejos orfanatos, nada es comparable con una familia, con un papá y una mamá. ¿Por qué no se dan en adopción? Por varios motivos, entre los que destacamos el espíritu biologicista de algunos jueces y equipos técnicos (preservar un vínculo entre los chicos y la familia de origen, aun cuando sea realmente muy forzado y las causas por las que los jueces separaron a los chicos aún no se hayan solucionado). En este sentido, si algún familiar visita a los chicos con cierta frecuencia, aunque ésta no sea constante durante el año, mantiene el vínculo, y no se toman decisiones definitorias.
Por otro lado, la edad de los chicos que están en hogares o instituciones no coincide con el deseo de la mayoría de los futuros adoptantes. La mayoría de los que desean adoptar prefieren bebés recién nacidos hasta un año o dos de edad, sin patologías graves. Podrían llegar a aceptar hermanitos siempre que no superen los cinco o seis años de edad. Pero la realidad es que los chicos que están en condiciones de ser adoptados no tienen estas características. Lo que las tendencias actuales nos demuestran es que los chicos suelen tener edades que superan los cinco años. Otro dato a tener en cuenta es que si existen grupos de hermanos, los jueces tratan de no separarlos y de darlos juntos en adopción. En este caso los padres que aceptan chicos mayores deben tener información y formación previa. En este punto observamos que prima a veces más el deseo de ser padres que la preparación para saber manejar los tiempos diferentes de esas edades. Esto, a veces, se ve reflejado en una situación problemática, dado que una adopción sin preparación puede llevar a un fracaso, devolución de los chicos al sistema y frustraciones en los niños, muy difíciles de revertir.
En el interior del país, en las provincias, las metodologías aplicadas pueden ir desde: aceptar una adopción directa, no aceptar la unificación del Registro único de adoptantes, o no respetar este listado, armar cada juez su propio listado, casos declarados de ilegalidades e irregularidades en las entregas, etc. Las familias que desean adoptar se sienten poco informadas, no contenidas por el sistema judicial, y esto dificulta aún más el derrotero que van pasando antes de poder adoptar. En algunos lugares el tiempo de espera puede llegar a superar los ocho años, lo cual implica decepciones, frustraciones y ansiedades que, de no ser bien contenidas, pueden llevara actos ilícitos como adopciones ilegales. En esto queremos hacer hincapié ya que la ilegalidad se observa en todo el país, y es uno de los flagelos más difíciles de superar.
Muchos de estos chicos no están por causas de pobreza sino porque en su gran mayoría han sufrido abandono, violencias, abusos y todo tipo de violaciones a sus derechos. Un informe de Unicef del 2010 sobre los niños/as y adolescentes que están institucionalizados describe que sobre un total de 14.700 chicos en esas condiciones en todo el país, el 54% volvió con su familia de origen y sólo el 7% se entregó en adopción, es decir que ese porcentaje representa alrededor de 1.030 chicos;y el 28% continúa institucionalizado hasta la mayoría de edad. Si tenemos en cuenta que no todas las provincias están adheridas a este Registro, el número en todo el país es mayor. Así se puede comprender la brecha que hay entre los que desean adoptar y la cantidad de chicos con capacidad para ser adoptados. Y de alguna manera se explica la cantidad de años que deben esperar los matrimonios y personas que están anotados en los listados de adopción.
Propuestas en la reforma del Código Civil y Comercial
De las reformas propuestas en el Código Civil y Comercial destacamos lo referente a los plazos impuestos a los jueces y organismos administrativos competentes para declarar el estado de adoptabilidad del niño/a o adolescente. En caso en que:
Las reformas propuestas suman y son necesarias para acelerar los pasos que definan la situación de todos los niños y niñas que se ven privados de convivir en el seno de una familia, crecer sin que se respeten sus derechos fundamentales, sin un vínculo de amor y deseo de ser familia. El plazo de 180 días máximo para determinar el estado de adoptabilidad, si es debidamente aplicado, es un adelanto excelente que obliga a los letrados a tomar decisiones mucho más prontas. Sin embargo, es necesario seguir apostando a la mayor transparencia y unificación del sistema legal, y a la formación y el acompañamiento de los futuros padres para evitar el flagelo de las devoluciones y malas adopciones.
Si bien se ha transitado un largo camino y que se han superado viejos mitos y prejuicios sociales. Pero aún queda mucho por hacer para lograr que no existan, al menos en nuestro país, niños, niñas y adolescentes que vivan sin saber lo que es tener una familia, sin tener mamá ni papá.
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