¿Tiene ventajas la maternidad y la paternidad temprana?

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Muchas parejas de veinteañeros consideran las ventajas de tener una maternidad y la paternidad temprana. Son parejas que se lanzan a la emoción y aventura de tener un hijo y armar una familia. Parecen ser la contracara de las parejas que se inclinan por postergar la maternidad/paternidad porque hoy los tiempos y las exigencias son diferentes a los de nuestros abuelos.

Con los avances científicos en materia de fertilización, muchos priorizan el desarrollo personal, la profesión, el trabajo, etc. antes de embarcarse en la responsabilidad que implica traer un hijo al mundo.

Sin embargo, últimamente se han visto muchos jóvenes, de entre 22 y 27 años que, llenos de deseos y con gran entusiasmo, siguen sus impulsos y no postergan convertirse en madres y padres. Son el lado opuesto a las parejas de clase media (sobre todo se da en las mujeres), que deciden retrasar la maternidad para primero cumplir objetivos profesionales o simplemente porque no aparece el hombre con quien desean armar una familia. No son pocas las parejas de veinteañeros que se lanzan a la emoción y aventura de tener un hijo a edades que para ciertos sectores con acceso a mayores y mejores posibilidades educativas y laborales suelen ser tempranas.

Esta situación lleva a plantearnos si realmente existe una edad para convertirse en padres. Tenemos una edad biológica óptima y otra que es adecuada a nivel social y/o cultural. Las mujeres han disociado la edad social (más allá de los 30 o 35 años) de la biológica (entre 20 y 25 años). La social tiene una connotación histórica y cultural. Dos siglos atrás, las mujeres de 14 años ya tenían hijos. Hoy, la mayoría de las mujeres con educación, posición social y dinero posponen su maternidad. En cierta medida, esa decisión se debe a no querer perder lo logrado. Lo que se debe comprender es que la maternidad/paternidad es ganancia y pérdida, a la vez.

Uno de los motivos por los que las parejas deciden tener un hijo a una edad temprana tiene que ver con acortar la brecha generacional. Está relacionada con la fantasía de poder tener mayor cercanía con ese hijo. Tener una supuesta mayor complicidad con él suele ser algunas de las motivaciones. Otra razón es que no quieren repetir historias familiares. Casos donde los papás eran adultos mayores. En esos casos la distancia entre ambos era como una “traba” para mantener una fluída relación.

Quizás llama la atención que se quiera ser padre a los 25 años. Cada uno debe escuchar al propio deseo, sin estar atado a un estado o época social. Y, si bien nadie tiene garantías, querer tener un hijo antes de los 30 responde a la búsqueda de una mayor cercanía con ese hijo para acompañarlo por mucho tiempo. Ser papás jóvenes para tener hijos grandes que ya no los necesiten tanto siendo ellos todavía jóvenes es también una motivación. Está bueno ser padre o madre a edad temprana porque tener un hijo demanda mucha energía, hay que estar dispuesto a un desgaste físico y emocional importante.

Sin embargo, adelantar la paternidad anteponiendo el deseo personal por sobre otros objetivos, como los laborales, no es lo más frecuente. Esta decisión puede resultar fuera de lo común en una sociedad ultracompetitiva que premia a aquellos que priorizan su desarrollo profesional en detrimento del personal o familiar.

Además, muchos jóvenes deben plantearse con responsabilidad tener un hijo ya que ciertas cuestiones básicas de manutención y vivienda deben estar cubiertas. En determinados sectores se transmite que primero hay que recibirse y construir una carrera. Así, la maternidad va postergándose en función de muchos otros intereses. Hay un sistema que no permite conciliar ambas cuestiones.

También es verdad que, cuanto más se posterga la maternidad, luego es más complicado. Postergar el deseo también tiene un costo, que muchas veces es la dificultad de lograr un embarazo. Con el paso del tiempo, la calidad de los óvulos desciende. Si en el aspecto laboral se logró crecer dentro de una compañía, luego cuesta más dejar ese lugar para dedicarse (al menos por un tiempo) a ser madre. El estrés que ocasiona cuidar a un bebé teniendo un puesto de responsabilidad es aún peor.

Independientemente de la edad, lo importante de ser padres es tener las ganas. El hijo no debería llegar producto de una especulación, sino de un deseo genuino. Adelantar o retrasar la maternidad no está mal si es un deseo propio. Hay que ser consciente de que esa decisión tendrá ciertas consecuencias. Y, lo básico y primordial es que las parejas estén atentas a esos costos que pueden surgir.

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