En la actualidad, tenemos dos opiniones opuestas con respecto a los niños y la comida. Por un lado, tenemos la vieja opinión de que un chiquito rellenito, con rollitos y cachetes es símbolo de salud y bienestar general, y que se encuentra muy bien alimentado. Que si come sin chistar todo lo que le ponemos en su plato, entonces todo está en orden y no hay de qué preocuparse. Por otra parte, las nuevas “corrientes” opinan que un pequeño no debe tener un par de kilos de más, que es más saludable si es delgaito y tirando a flaco. Que si el nene come muy poco, no hay que alarmarse porque “ya comerá”. No siempre es tan así y el “ya comerá” que subsista en el tiempo, puede ser peligroso.
La realidad es que ninguna de estas “versiones” es 100% correcta. ¿Por qué? Primero y principal porque cada niño es diferente y no se puede generalizar. En segundo lugar, lo importante es la calidad de los alimentos que el pequeño ingiera, no la cantidad. Si un chiquito come variado y en cantidades normales, entonces se encontrará bien alimentado y no interesa mucho que sea “rellenito” porque es muy probable que (salvo que existiese alguna patología, por ej, diabetes infantil), en cuanto pegue un estirón, su cuerpito se estilizará. Todo es cuestión de tener sentido común. Un pequeño que tenga exceso de peso y que se alimente sólo a base de golosinas o azúcares o grasas saturadas es otro caso diferente (no sólo tendrá problemas de sobrepeso sino que estará condicionado a otros inconvenientes en su salud).
La clave está en saber identificar bien qué queremos decir cuando largamos un “mi nene no come nada …”. Si el no come nada es que come menos de lo que una espera que coma, pero definitivamente come, ahí no suele haber de qué preocuparse. Como la mayoría de niños comen lo que necesitan, y no más, muchos médicos pediatras dicen que hay que dejarlos porque, ya comerán, que es normal que no coman mucho, que ha empezado con la alimentación complementaria hace poco (si hablamos de bebés) y que ningún animal se muere si tiene comida delante. El problema es que algunos niños, por alguna razón que aún no entiendo, tardan más en comer que otros, y algunos tardan mucho más. Y, si la situación se demora mucho pueden surgir problemas, como la anemia, por la falta (o muy baja), ingesta de alimentos ricos en hierro.
A los 5 – 6 meses un bebé empieza a comer semi-sólidos y a dejar de alimentarse sólo con leche. El hecho de empezar a esta edad es porque sobre esa edad los niños empiezan a estar preparados para comer (se mantienen sentados, coordinan el gesto de tomar cosas y llevárselas a la boca y tienen mucha curiosidad por hacerlo), y en parte porque sobre esa edad algunos niños empiezan a necesitar otras cosas además de leche. A los 9 meses es muy raro que un chiquito no quiera probar bocado, o que lo haga cada dos o tres días. Sin embargo, si así fuera el caso, es aconsejable charlar bien el tema con el pediatra , realizar un análisis de sangre para verificar que los valores sean normales y, de no ser así, que pueda recetar algún suplemento vitaminico con hierro, por lo menos hasta que el chiquito empiece a comer como corresponde.
Es cierto eso del “ya comerán… no van a morirse de hambre”, pero hay que evaluar “qué” comen, porque la salud de un bebé no tiene que pasar por el “no morirse de hambre”, sino por el poder crecer y desarrollarse de un modo normal.