La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura) estima que 246 millones de niños y adolescentes podrían ser víctimas de la violencia al interior y alrededor de sus escuelas, sin contar el acoso en redes sociales. Este fenómeno afecta más a las niñas, así como a aquellos que presuntamente no se ajustan a las normas sexuales, religiosas y de género preponderante.
En el contexto educativo es fácil encontrar cierto alumnos que son rechazados, señalados, desplazados, o incluso agredidos de manera permanente y constante por sus compañeros. Los psicólogos pueden ser de gran ayuda en para lograr detectar necesidades específicas tanto de un individuo, como de un grupo o población y, también pueden apoyar a padres, tutores y maestros a desempeñar esta importante función, así como colaborar en el diseño de programas especializados para todos ellos.
La violencia escolar, es un problema muy grave hoy en día. Muchas veces, esta grave situación es promovida y permitida por muchos maestros que no aplican las estrategias educativas adecuadas para el grupo y las necesidades especiales de cada alumno como individuo. Muchos docentes han caído en la indiferencia, olvidan lo importante que son y la diferencia que pueden hacer en las vidas de sus alumnos. Sienten que este tipo de problemas sobrepasa su capacidad y, lejos de prepararse más, adaptar sus contenidos y programas, y pedir apoyo, dejan pasar por alto estas situaciones, las cuales pueden ir subiendo cada vez más de tono.
Las implicaciones psicológicas y sociales de esto pueden ser muy graves, como vemos en los noticieros todos los días.
La inminente necesidad de identificar y derivar casos con profesionales de la salud como los psicólogos cuando es pertinente, porque son los docentes, los que pueden percatarse en el aula y en otros contextos educativos de una situación delicada, que muchas veces en casa los mismos tutores ignoran. Para ello, es conveniente brindar a los docentes herramientas efectivas para identificar algunos problemas de esta naturaleza. Así como derivarlos oportunamente para su pronta atención, previniendo así problemas mayores que muchas veces ya no tienen solución.
Vemos un aumento en el acoso y la violencia escolar y, ahora con el uso de las redes sociales, este tipo de acoso puede continuar fuera del aula, lo que muchas veces termina por hacer que la persona atacada, se vuelva más retraída, unos casos terminan en bajo rendimiento escolar y deserción, otros casos son más graves aún.
Las implicaciones de señalar a las personas y no a las conductas en los contextos inapropiados lleva a muchos individuos a tomar decisiones que no son convenientes para su propio desarrollo (especialmente los que se encuentran en la infancia y la adolescencia), esto puede tener efectos que van desde leves hasta los más graves que atentan contra la propia vida y la de los demás.
Podemos observar un aumento de consecuencias más complejas, como el uso y abuso de drogas lícitas e ilícitas, el buscar tratar de encajar con grupos sociales inconvenientes o violentos, los lleva a buscar las armas, para sentir esa seguridad y contención que no encuentran en sus casas, y que no les proveen en la escuela los maestros ni los compañeros… A muchos de ellos, los puede conducir a situaciones desesperadas que terminan en actos delictivos hacia los demás y/o en suicidio, fenómenos que también se observa que van a la alza.
Muchos de los niños y jóvenes que actúan de manera violenta es porque han sido abusados de muchas maneras, y al no encontrar protección, una orientación adecuada y contención por parte de padres, tutores, maestros y otras figuras que no ejercen su autoridad de manera favorable, buscan esa seguridad en el uso de las armas, en conductas y en grupos sociales de alto riesgo.
Los padecimientos psicológicos y psiquiátricos representan un grave problema de salud pública. Muchos casos empeoran por la indiferencia, primero de los tutores y luego de los profesores, los cuales se pueden apresurar a hacer un diagnóstico, sin estar facultados para ello, aunque tengan mucha pericia en la docencia, pues no es precisamente su área, ignorando signos y síntomas de malestar en los alumnos. Los docentes deben estar muy atentos, para saber identificar y referir oportunamente estos casos, es lo pertinente y ético.
Es mejor que se busque señalar los aspectos positivos de una persona, hay que luchar y colaborar por la construcción de un tejido social que sea inclusivo, hacia las personas que tienen capacidades diferentes.