Durante el embarazo se pueden llegar a presentar complicaciones que podrían poner en riesgo no sólo la vida del bebé, sino también la de la mamá. Por eso, es de suma importancia estar alerta y realizar todos los exámenes de rutina. Una de las complicaciones no muy frecuentes pero sí de riesgo es la de placenta acreta, ya que puede causar grandes hemorragias. Por ese motivo, es necesario tener una cesárea programada con especialistas para reducir las posibilidades de muerte durante el embarazo.
La placenta acreta es un trastorno en el que la placenta está adherida de forma anormal y con mucha fuerza a la pared del útero. Como consecuencia, no puede desprenderse con facilidad y se complica su expulsión durante el parto. Esto sucede porque las vellosidades de la placenta están adheridas a las paredes musculares del útero, conocidas también como miometrio. Esto sucede en el 75% de los casos y en ellos es necesaria la realización de una histerectomía. La placenta acreta se agrava aún más cuando las vellosidades alcanzan a invadir el miometrio. Esto se conoce como placenta increta; sucede solo en el 18% – 20% de los casos.
Cuando las vellosidades pasan las paredes del útero y comienzan a afectar a otros órganos como la vejiga, se la denomina placenta percreta. Ocurre muy poco: solo en el 5% de los casos. Lo complejo de este trastorno es que difícilmente muestra síntomas. Sin embargo, se puede detectar a través de hemorragias prenatales que usualmente se aprecian en la orina cuando la vejiga se ve afectada por el trastorno.
Entre las complicaciones que se pueden presentar, se encuentran:
La placenta acreta no interrumpe ni daña el desarrollo del bebé en el interior del útero. Sin embargo, si el trastorno comienza muy temprano en el embarazo, puede llegar a terminar en un aborto no deseado. Si esto no sucede, lo más seguro es que el bebé nazca antes de las 37 semanas; es decir, que se dé un parto prematuro.
Un diagnóstico prenatal de la placenta acreta puede ser de gran ayuda, ya que de esta manera el equipo de especialistas en hemorragias se podrá preparar para el parto y disminuir considerablemente las posibilidades de muerte del recién nacido y de la madre. El diagnostico se realiza principalmente a través de ecografías y ultrasonidos para la detección y supervisión del trastorno. Si el caso se torna complicado porque la paciente presenta tumores en el útero, placenta previa, rasguños en las paredes del útero o antecedentes de cesáreas por partos anteriores, se puede realizar una evaluación mediante una ecografía transvaginal o un doppler color. Ahora bien, si el obstetra evalúa la situación como de alto riesgo, puede recurrir en últimas estancias a la resonancia magnética. Así tendrá una evaluación precisa de los planos anatómicos y podrá apreciar el estado de la placenta dentro del útero con mayor eficacia.
En el trascurso del parto, se pueden realizar diagnósticos a través de manifestaciones clínicas. Por ejemplo, al detectar una hemorragia exagerada en la cesárea o al notar que la placenta no sale con facilidad debido a la adherencia exagerada al miometrio.
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