google.com, pub-7666417097156588, DIRECT, f08c47fec0942fa0
Una de las mayores preocupaciones de los padres de bebés, es que sus hijos no duerman. El descanso es fundamental para el correcto desarrollo de los niños además de ayudar mucho al estado de ánimo de los padres. Si nuestro hijo duerme,nosotros descansamos y afrontamos el día con energía renovada y mucho mejor humor.
Los problemas de sueño en los bebés
- Sueño invertido: En sus primeras semanas de vida, muchos bebés se despiertan varias veces por la noche o les cuesta mucho conciliar el sueño, mientras que por el día duermen a pierna suelta. Es totalmente normal y tiene una explicación clara: como en el vientre materno no existe el día ni la noche, el bebé, al nacer, no distingue entre ellos. Por lo general, en torno a los 2 meses sus patrones de sueño empezarán a establecer una relación con el ciclo luz-oscuridad y hacia los 3 o 4 meses su cerebro estará lo bastante maduro para adaptarse a ellos, por lo que la situación comenzará a cambiar. Qué podemos hacer : Lo primero es respetar su ritmo natural, él se irá regulando poco a poco. Pero sí podemos poner en práctica algunas pautas para facilitar la adaptación más adelante, cuando esté preparado. En el día, llevar su cunita al living o comedor, para que se habitúe a la claridad exterior y a los ruidos habituales de la casa. Por la noche, trasladarla al dormitorio, que tiene que estar completamente a oscuras y en silencio. Intentar que las tomas nocturnas sean distintas a las diurnas: darselas en penumbra y no alargarlas. Durante el día, dedicar más tiempo a la lactancia y finalizarlas con juegos, mimos, canciones… Así irá dándose cuenta de la diferencia entre la noche y el día. También, ayuda el introducir un ritual de buenas noches en su jornada, que le marque la diferencia entre la vigilia y el descanso (el baño, la última toma, etc). Esta rutina, que debe ser siempre igual, le proporciona seguridad y le facilita la conciliación del sueño. Por eso debemos mantenerla, con algunas variaciones a medida que crezca, durante toda su infancia.
- Llanto antes de dormirse: Hacia los 4 o 5 meses, muchos bebés lloran unos minutos antes de quedarse profundamente dormidos. Este comportamiento, que en ocasiones dura bastante, se debe a que el llanto es una manera de liberar nervios y tensiones y les ayuda a calmarse y a conciliar el sueño. Qué podemos hacer: Cuando llore, permanecer a su lado hasta que se calme y se duerma. Si vemos que le ayudan las caricias o que le hablemos en voz baja y calma, realizarlo. Los bebés se ponen muy nerviosos cuando lloran y no son atendidos, y esto les dificulta la conciliación del sueño todavía más.
- Solo se duerme en brazos: Durante el embarazo, el bebé se dormía con el suave vaivén de los movimientos de su madre y el sonido de los latidos de su corazón. Una vez que llega al mundo, estar en brazos de mamá o papá y ser mecido le ayuda a rememorar esta agradable situación, por eso muchos bebés solo se duermen así. Qué podemos hacer: Dormirse en brazos no es negativo, al contrario, le hace sentirse querido y protegido. Pero si ya tiene varios meses y, solo logra dormirse así y queremos que vaya aprendiendo a conciliar el sueño sin ayuda, podemos poner en práctica un plan gradual. La clave está en hacerlo con mucha tranquilidad, respetando su ritmo y demostrándole que estás ahí cuando te necesita. Uno que suele funcionar: mecerlo antes de acostarlo, pero empezar a dejarlo en la cuna justo antes de que se duerma del todo. Quedarnos a su lado y si nos reclama, darle la mano y acariciarlo. Cuando haya aceptado este paso, en el momento en el que nos reclame, sustituir ese contacto físico por un contacto verbal: cantarle, susurrarle… Un tiempo después, empezar a salir del dormitorio justo después de acostarlo, dejando la puerta abierta. Volver al cuarto cada 5 minutos para ver cómo está. Así, oyéndonos y viéndonos de vez en cuando, evitaremos que se sienta abandonado y acabará conciliando el sueño él solo.
- Pide la toma nocturna ya siendo más grande: A los 7 meses, muchos bebés han dejado ya la toma nocturna, pero otros siguen reclamándola. La razón es que cada niño sigue su ritmo a la hora de adoptar hábitos de sueño y alimentación. Qué podemos hacer : Lo primero, tomarnos la situación con calma: más tarde o más temprano, su organismo se habituará a hacer un sueño más largo por la noche, sin que el niño se despierte para comer. Algunas pautas para favorecerlo: intentar prolongar su sueño nocturno, retrasando la hora de darle la papilla de cereales que toma por la noche. Otra idea: adelantar un poco la papilla de cereales de la cena y, justo antes de dormir, darle una toma de leche. Así aguantará más tiempo por la noche sin despertarse.
- Se desvela cuando nos vamos del dormitorio: Esta situación es muy común en la época del miedo a la separación. El pequeño llora porque ya siente que es una persona distinta a ti pero aún no entiende que seguimos existiendo cuando no nos ve. Qué podemos hacer : Es esencial que ahora nos note muy cerca y que se sienta apoyado. Si le damos seguridad y confianza, irá superando este miedo a la separación. Durante el día, no obligarlo a estar en brazos de desconocidos contra su voluntad. Por otro lado, si estamos en casa y vamo a otro cuarto, dejar la puerta abierta y hablarle desde el sitio donde nos encontremos. Además, jugar con él para enseñarle que aunque no nos vea, continuamos existiendo. Por la noche, cuando lo acostemos, explicarle lo que va a pasar. Si cuando nos retiramos, vuelve a llamarnos, volver a consolarlo y quedarnos un rato con él.
- Se levanta una y otra vez: Entre los 18 y los 36 meses, a los niños les cuesta mucho separarse de sus padres, quedarse solos, enfrentarse a la oscuridad, pasar de la actividad al reposo (sobre todo si es un niño muy nervioso o sensible), aguantar las ganas de seguir jugando… Por eso, si nuestro hijo se levanta una y otra vez de la cama y sale al salón, o pide un vaso de agua no debemos extrañarnos. Qué podemos hacer: Explicarle que hay una hora fija para irse a la cama. A pesar de sus protestas, esto hará que se sienta querido y protegido, lo que favorecerá su sueño. También, al caer la tarde iniciar una rutina a base de actividades tranquilas que le marquen el paso del día a la noche y le ayuden a relajarse: leer cuentos, mirar fotos… Darle un vaso de leche: tiene triptófano, una sustancia natural que induce al sueño. Dejar la puerta de su habitación abierta y la luz del pasillo encendida, para que se sienta menos aislado. Y darle un objeto que le haga compañía, como un peluche.
- El niño se despierta muchas veces: Es un caso muy habitual. Ocurre porque entre los 24 meses y los 2 años, el niño vive multitud de experiencias que aún no es capaz de asimilar, y esto le hace tener un sueño intranquilo, a veces acompañado de miedos. A esto se une que aún no distingue entre la realidad y lo soñado. Qué podemos hacer : intentar que las últimas horas del día sean tranquilas. Evitar los juegos bruscos y animar a nuestro hijo a hacer dibujos, a modelar con plastilina… Ir a su dormitorio en cuanto se despierte; sus nervios le impiden volver a dormirse solo. Puede ser buena idea que durante unos días dejemos que se duerma en nuestro dormitorio para que se sienta acompañado y no tenga miedo. Una vez que vuelva a dormir mejor, llevarle de nuevo a su dormitorio, celebrando el paso como un auténtico triunfo.
- Tiene pesadillas: son muy habituales entre los 2 y los 4 años, ya que funcionan como una válvula de escape para el niño: así expresa sus miedos e inseguridades. Qué podemos hacer: Consolar al niño, darle un poco de agua o de leche tibia (beber tranquiliza) y quedarnos con él hasta que se vuelva a dormir. Al día siguiente, pedirle que nos cuente sobre su pesadilla y que nos haga un dibujo. Acto seguido, sugerirle que cambie el final de su sueño por otro más agradable. Leerle cuentos sobre el tema también ayuda.
- Tiene terrores nocturnos: Hacia los 3 años es normal que en plena noche el niño empiece a gritar aterrorizado y que si la madre o el padre van a su lado comprueben que tiene los ojos muy abiertos, pero no los ve. Son los terrores nocturnos, que a diferencia de las pesadillas se producen en la fase más profunda del sueño (por eso el niño no acaba de despertarse). Qué podemos hacer: No despertarlo. quedarnos con él y observar cómo transcurre la situación (intervenir si observamos que puede llegar a lastimarse). No abrazarlo si nos rechaza o, caso contrario, hacerlo con fuerza si vemos que eso le tranquiliza. Intentar mantener la calma: aunque tenga aspecto de estar aterrado, no hay peligro.. En adelante, intentar que el chiquito tenga momentos de tranquilidad a lo largo del día y evitar que llegue exhausto a la cama. El agotamiento, la sobreexcitación y las tensiones favorecen la aparición de estos terrores.