- Chasquidos de los labios
- Parpadeo rápido
- La actividad motora se detiene de repente
- Movimientos de masticación
- Pequeños movimientos en ambas manos
Estas crisis comienzan de forma abrupta, en las que el paciente detiene lo que estaba haciendo o diciendo, sufre la crisis manteniendo la misma postura, y cuando se resuelve la crisis continúa con la actividad que estaba realizando. No existe ningún tipo de recuerdo del episodio, y con frecuencia se extrañará si otra persona le dice que acaba de quedarse en blanco durante unos segundos.
Debido a que los niños con crisis de ausencia pueden parecer que simplemente están distraídos, muchos padres se confunden y creen que lo único que ocurre es que estaban mentalmente absortos en algo. Los primeros que se dan cuenta son normalmente los profesores, aunque estos también pueden confundirse y hablar con los padres acerca de cómo de vez en cuando el niño parece desconectar de la clase. Si estos fenómenos ocurren de forma frecuente, es probable que se trate de crisis de ausencia y no de un problema de distracción o déficit de atención.
Aunque la mayoría comienzan y terminan de forma abrupta y veloz, existe una forma atípica de crisis donde los síntomas son idénticos, pero comienzan más lentamente y tienen una mayor duración. Además, durante la crisis la persona puede ir perdiendo el tono muscular o caerse, y tras la crisis se sentirá muy confusa.
En la mayoría de ocasiones, las crisis de ausencia no son manifestaciones de ninguna enfermedad subyacente. Las crisis simplemente ocurren porque el niño está predispuesto a sufrir alteraciones eléctricas en el cerebro que provocan los episodios. Los impulsos eléctricos que utilizan las neuronas para comunicarse entre ellas se vuelven anormales. En las crisis de ausencia, estas señales eléctricas del cerebro se repiten en un patrón repetitivo que dura tres segundos. Esta predisposición a sufrir crisis de ausencia sea probablemente genética y se transmita de generación en generación. Algunos niños tienen crisis cuando hiperventilan mientras que otros las sufren ante luces estroboscópicas. La causa exacta que hace disparar los ataques es a menudo desconocida, pero eso no impide que las crisis sean tratables.
Una vez el niño pasa por el neurólogo, es probable que mande confirmar el diagnóstico a través de la provocación de una crisis y su medición a través de un electroencefalograma. Además, las pruebas por imagen como una resonancia magnética serán necesarias para descartar otros diagnósticos que puedan causar síntomas parecidos y asegurar que se trata de crisis de ausencia puras. Una vez realizado el diagnóstico, los niños con crisis de ausencia reciben tratamiento farmacológico. Típicamente se utiliza medicación antiepiléptica, comenzando por dosis bajas hasta que se alcanza la dosis necesaria para prevenir la aparición de más crisis. Algunos antiepilépticos frecuentes son la etosuximida, el ácido valpróico y la lamotrigina. Cualquiera de los tres principios activos será efectivo y seguro, aunque la preferencia por uno o por otro dependerá de las características del caso concreto.
Hay algunas actividades que deberían evitarse en gente con crisis de ausencia, ya que provocan una pérdida temporal de la conciencia. Por ejemplo, conducir una bicicleta o nadar podría terminar en un accidente o en ahogamiento. Hasta que las crisis no estén bajo control, estos niños (y en algunos casos adultos) deben abstenerse de realizar dichas actividades. Existen también brazaletes que avisan a los demás de estar sufriendo un ataque, acelerando el proceso en caso de emergencia.
El pronóstico de las crisis de ausencia normalmente es positivo. Teniendo en cuenta que sobre el 65% de los niños se deshacen de la epilepsia a medida que crecen, podemos ser optimistas si juntamos este dato con el éxito tratamiento farmacológico. Los únicos riesgos que existen con esta enfermedad son aquellos que se corren con las caídas que podrían ocurrir al sufrir una crisis, y sabemos que las crisis que producen esto son muy infrecuentes. Es normal que un niño sufra más de diez crisis al día y jamás caiga al suelo ni se haga daño.
El cerebro tampoco sufre daños después de la crisis de ausencia, de forma que las únicas interferencias pueden ocurrir en el contexto de aprendizaje, donde estos períodos de pérdida de conciencia dificultan la adquisición de conocimiento. Por último, la medicación es perfectamente retirable de forma pautada por un médico cuando no se han sufrido crisis durante dos años seguidos.