El Reflejo de eyección fetal es la expulsión involuntaria del bebé. Es decir, el sentir que al final del expulsivo el bebé, cuando el parto no es perturbado, es expulsado hacia afuera por una fuerza involuntaria -un reflejo-, y que realmente en ningún momento hay que empujar para ayudarle, sino más bien contener el impulso para que el periné no se dañe. Podría compararse con al acto de estornudar o de vomitar, en lo involuntario y lo inevitable que es. Por más que nos esforcemos es imposible contener un estornudo, el vómito, o un bebé que nace.
Este impulso hacia afuera es lo que Michel Odent llama el reflejo de expulsión fetal, e Ina May Gaskin el reflejo de nacimiento espontáneo. El primero en acuñar el término de reflejo de ejección fetal fue Niles Newton, refiriéndose a ratones, en los años 60.
Este reflejo produce una aceleración en el parto, que va acompañada de un incremento en la liberación de oxitocina endógena (producida por el propio cuerpo), lo que produce una fuerte estimulación de la actividad uterina. Además, la madre segrega más endorfinas que alivian el dolor del parto para ella y para el bebé, y catecolaminas, principalemente noradrenalina, para preparar al feto para respirar de forma independiente y mantener la temperatura corporal tras el parto. Los músculos abdominales presionan al bebé hacia abajo y afuera y el cuello del útero y los músculos del perineo que sujetan al bebé, se relajan y abren rápidamente para dejar paso al bebé. Justo antes de este reflejo es común que la madre se muestre “irracional” por la subida de adrenalina, que grite, se agarre fuertemente a algo (o alguien) o que verbalice frases como “no puedo más”, “voy a morir”. Tras esta breve etapa se da una serie de contracciones irresistibles que expulsan al bebé al mundo.
En el libro Optimal Birth se relaciona el reflejo de eyección fetal con un giro rápido e instintivo de la cadera de la madre hacia delante, tras el cual el nacimiento se produce rápidamente. A menudo, va acompañado de un movimiento de la madre hacia una posición más erguida, con el torso en vertical. El reflejo de eyección fetal se da al final de la fase de expulsivo, a menudo tras una pausa de algunos minutos tras las últimas contracciones, que puede llegar a durar horas. Es relativamente difícil observarlo en partos hospitalarios, ya que las condiciones para que se dé normalmente son un parto no medicalizado, que la mujer tenga libertad de movimientos y que se sienta segura y bien acompañada. Sin embargo, es más relativamente común en los partos domiciliarios.
El reflejo de eyección fetal se inhibe con cualquier interferencia en la intimidad. No tiene lugar cuando un acompañante en el parto se comporta como un “entrenador”, un espectador, un ayudante, una guía o una “persona de apoyo”. Se puede inhibir mediante tactos vaginales, por el contacto visual o por la imposición de un cambio de ambiente. No tiene lugar si el intelecto de la mujer que da a luz se estimula con lenguaje racional (“Ahora estás en dilatación completa, debes empujar”). No sucede si la habitación no está lo suficientemente caldeada o si hay luces brillantes”.
Estando acostumbrados a los partos con pujos dirigidos puede que sea difícil de asimilar que el parto humano puede darse sin necesidad de que la madre haga un esfuerzo consciente por empujar el bebé para ayudarle a salir. En los partos en los que se observa este reflejo realmente el cuerpo de la madre hace el trabajo espontáneamente, sin que haya un esfuerzo racional de la madre por empujar. El papel principal de la persona que atiende el parto entonces es la de esperar a que se dé el reflejo y no interrumpir el proceso, lo que es un acercamiento al parto muy diferente a lo que se viene haciendo en las últimas décadas.