Se sabe que existe la depresión post-parto, de los cambios que puede sufrir la mujer, del apoyo que debe recibir del entorno para salir de ese estado. Sin embargo, de lo que aún se desconoce es sobre qué sucede cuando las mamás dejan de amamantar a sus bebés. Para muchas, incluso algunas que no han sufrido nada similar a la depresión post-parto, este es un momento muy angustiante y complicado a nivel físico y emocional. La depresión post-destete no es una entidad en sí, pero sí es algo que se ve y, muy seguido.
Por lo general, ocurre cuando una mujer toma la decisión de dejar de darle la teta a su hijo por alguna causa que contradice sus propios sentimientos, sin empoderarse de su situación como madre. Cuando una mujer siente que el dar de mamar le da placer, plenitud, es una de las mejores cosas que le pasa en la vida. Y lo disfruta y lo sigue haciendo hasta que ella y su bebe deciden dejar de hacerlo, esta situación de destete no es vivida como un duelo. Lo que sucede, es que en nuestra sociedad se suele andar prejuzgando a las mamás: si le damos de mamar y tienen 2 años ” Todavía le das la teta???” o, si aún es chiquito, “Cómo puede ser que no lo amamantes más?” Esto termina generando una influencia negativa, y que la madre en cuestión no pueda realmente decidir a conciencia cuándo destetar a su hijo/a.
El tema de la depresión post-destete no es una situación sólo hormonal o sólo emocional. Si bien las mujeres somos muy hormonales (basta pensar en cómo las hormonas del ciclo menstrual pueden afectar nuestro humor), si algo nos pasa a nivel emocional (me peleé con mi pareja, mis hijos están con fiebre y estoy preocupada…), esto puede dar vuelta por completo el estado de ánimo que favorecían las hormonas hasta ese momento. Sin embargo, las hormonas tienen mucho que ver: mientras amamantamos, tenemos la oxitocina y la prolactina funcionando activamente. La prolactina es la hormona que produce la leche y la oxitocina es la hormona que la eyecta. A la oxitocina se la llama “la hormona del amor”, la que nos hace sentir ese placer cuando amamantamos (si lo estamos haciendo bien). Al dejar de dar la teta, se produce una baja importante de oxitocina y eso es lo que nos hace sentir más caídas o fracasadas, tristes, angustiadas. Además, frente a acontecimientos de la vida que nos afectan tanto emocionalmente como una pelea marital, una muerte cercana, la vuelta al trabajo, el estrés, la oxitocina se va y la que aparece es la adrenalina, que es la hormona del dolor, del miedo, del estrés. Y si gana la adrenalina, ahí es cuando por más que la prolactina siga produciendo, la eyección está anulada porque no hay oxitocina. La adrenalina es justamente la que da esa sensación de fracaso, de pérdida, de duelo. Y eso es duro de remontar.
Como sobrellevar la angustia post-destete
Si detectamos a qué se debe nuestra angustia, o sea si sabemos que es por el destete, hay que saber que así como nos llegó, también va a seguir de largo, que la situación será momentánea y circunstancial. Para no angustiarse, en lugar de pensar que se está “dejando” algo, hay que pensar que se lo está “cambiando”. Cuando lo vemos como un cambio en lugar de algo perdido, podemos pensar: “Cambio la teta por un juego… por mimos y caricias…etc”. Pero si lo vemos como una pérdida, va a ser un proceso de duelo. Es importante dejar la culpa. Si bien el sentirnos culpables por distintas cosas es un poco inherente al género femenino, tenemos que entender que ya no somos “todo” para el bebé y por eso a él no le va a afectar tan negativamente el destete. En un principio, sí fuimos todo para él, pero poco a poco, el bebé pasa de depender absolutamente de nosotras para sobrevivir en la panza a poder ser cuidado por otras personas sin que le falte nada. Las distintas funciones maternas las pueden cumplir otros mientras nosotros no estamos: una niñera, una abuela, una maestra, el padre. Y así gradualmente se va independizando.
Hay que tratar de reconocer que ya le dimos “todo” e hicimos lo mejor que pudimos. Y perdonarse si fue un destete muy pronto, si me obligaron y sentí que podría haberlo hecho de otra manera. También, para combatir la depresión es fundamental la figura del padre o de un entorno que contenga. Si hay una pareja que está apoyando, una se siente protegida, contenida, sostenida. En cambio, si la pareja minimiza el problema, una se siente más sola. El padre (o también puede ser otra persona que pueda tener el rol de contención) nos puede ayudar proponiéndonos programas. Hay que intentar rodearse de gente que forme una red de contención: que sean voces amigas, no enemigas, que no nos hagan sentir juzgadas.
Hay que buscar y tratar de ser el modelo que cada una quiera ser. Escribir con cada hijo el libro que una quiera escribir. Aunque ya tengamos dos, tres o cuatro hijos, cada hijo implica una experiencia diferente: siempre somos madres primerizas del hijo que tenemos, independientemente de la cantidad. Y, con cada uno, podemos volver a decidir.