Cuando los hijos rompen la relación con sus padres, estos no siempre entienden la razón. Queda claro que nadie es perfecto. Habrá padres y madres que, sin duda, no merezcan el amor de sus hijos. Puede haber una buena justificación: una historia de maltratos, antagonismo en los valores… Sin embargo, también hay hijos que, sin justificación alguna, optan por pasar página, por marcar distancias y dejar un silencio doloroso ante una familia desconcertada y desolada. Debemos asumir que también hay hijos que actúan de manera egoísta.
Este es sin duda un tema complicado que presenta diversos enfoques. A pesar de que no disponemos todavía de datos estadísticos sobre el número de familias en las cuales padres e hijos están distanciados, cabe señalar que en la práctica clínica este es uno de los problemas más comunes. Ser padre o madre es difícil; y ser hijo lo es igualmente. Por otro lado, hay un factor que debemos destacar. Dentro de esa literatura más popular, es común encontrarnos con mucha frecuencia la imagen de las madres tóxicas, de los padres autoritarios y de esas familias disfuncionales que dan lugar a hijos claramente infelices. Es una realidad innegable que nadie puede discutir, existe, se da con frecuencia y como tal está ahí.
Sin embargo, un aspecto del que no se habla demasiado es el de los hijos que de un día para otro dejan de tener contacto con sus padres. Aún más, hay hijos adultos con comportamientos adversos y desgastantes para sus familias. A veces puede que haya un trastorno psicológico detrás, por supuesto, pero esto no sucede en el 100 % de los casos. Es una problemática a la que se enfrentan muchos padres incluso en edades ya muy avanzadas.
Para explicar la razón por la que los hijos rompen la relación con sus padres, debemos tener en cuenta que esta se ve a menudo influenciada por el contexto cultural y social. Si comparamos el modelo anglosajón con el nipón, por ejemplo, veremos cómo los valores culturales sobre la familia distan mucho el uno del otro. El contexto, por tanto, influye, pero también lo hacen en mayor grado la personalidad y esas dinámicas internas que acontecen en el interior de cada hogar. La razón por la cual los hijos rompen la relación con sus padres no siempre responde a un solo factor. No hay predictores concluyentes porque a veces, entran en combinación hechos como las parejas de los hijos o incluso la relación entre hermanos.
Podemos partir de dos hechos claros y evidentes. El primero que esa distancia paterno-filial se deba a un vínculo complejo entre unos y otros. La segunda cuestión es la relativa a la personalidad de los hijos o las circunstancias que los envuelven. Cuando pensamos en la razón por la que los hijos rompen la relación con los padres, está sin duda el peso de un pasado donde habitó el desapego, la humillación, la falta de apoyo, la crítica o el autoritarismo.
De este modo, cuando hablamos con estos hijos ya adultos para entender el por qué de la distancia y la necesidad de cortar el vínculo, nos encontramos con las siguientes razones:
- Tienen claro que sus padres (o uno de ellos) no ejercieron de manera correcta la paternidad o la maternidad.
- Las heridas traumáticas que arrastran hacen imposible la reconciliación. Poner distancia es a menudo un ejercicio de salud.
- Hay una clara distancia entre los valores de unos y otros. Esto no sería una razón por sí misma para establecer una ruptura total del contacto. Sin embargo, cuando los padres no respetan las ideas o modo de vida de los hijos y hay sanciones, críticas y reproches continuados, estos pueden optar por una salida más drástica.
Hay hijos/as que, en un momento dado, optan por cortar el contacto con sus padres. Ese silencio causa angustia e incomprensión a unos padres que no terminan de asumir dicha situación. Esta decisión no surge de un día para otro; a menudo hay un largo historial de problemas donde esa salida o esa elección no es nueva.
Las razones pueden ser variadas:
- Estilo de personalidad. Hay personas con comportamientos problemáticos que optan por cortar el lazo con los padres. No obstante, los datos nos dicen que esa distancia no suele ser permanente.
- Problemas psicológicos o adicciones. Estas dimensiones son hechos de gran trascendencia que siempre deben tenerse en cuenta. En ocasiones, los hijos optan por irse de casa o dejar de mantener comunicación con los padres a causa del consumo de ciertas sustancias y también por trastornos psicológicos.
- Resentimientos no resueltos. Otro factor son esos eventos que, en ocasiones, marcan distancias entre los miembros de una familia. Los problemas económicos, problemas entre hermanos, discusiones y malentendidos o sentir que en un momento dado el hijo no recibió el apoyo que esperaba de sus padres, puede marcar una distancia insalvable.
- Relaciones de pareja. Este es sin duda otro elemento que debemos tener en cuenta. En ocasiones, los hijos inician relaciones donde se va creando una distancia respecto a la familia. Es un hecho común en las relaciones dependientes donde un miembro acaba controlando (y aislando) al otro para separarlo de su soporte emocional.
Cada realidad es única y cada familia presenta unas particularidades excepcionales. Habrá casos, sin duda, donde la distancia sea prudente y hasta necesaria para determinadas personas (sobre todo si la convivencia es traumática y hay un pasado de maltratos). Ahora bien, algo que se aconseja, en todos los casos,es la comunicación. Si un hijo necesita establecer distancia respecto al núcleo familiar de origen, debe exponer las razones que le llevan a esa decisión. Algo así nos obliga a buscar soluciones, a llegar a acuerdos para ambas partes. En estos casos siempre es recomendable buscar la ayuda de profesionales especializados. Por otro lado, en el caso de los padres y las madres con hijos problemáticos, se recomienda tener paciencia. La mayoría de las veces, los hijos vuelven a retomar el contacto. Son realidades muy duras que hay que saber entender de manera individual, cercana y comprensiva.