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¿Por qué los bebés se aferran a un peluche o muñeco?

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El peluche, un muñeco, incluso un pañuelo o una almohada son algunos de los objetos a los que el bebé se puede aferrar, sobre todo a partir de los seis meses.  Es importante respetar la dependencia que el bebé crea con este objeto porque le da seguridad, ayudándole a afrontar situaciones nuevas en las que se tiene que separar de los papás. Además, existen otros momentos en que los llamados “objetos afectivos o de transición” calman y rebajan la tensión del bebé.

Beneficios de contar con un “amigo inseparable” para el bebé.

  • El bebé lo asocia con el ritual de dormir y le facilita coger el sueño. Si es menor de un año, conviene separar del bebé este objeto, por el posible riesgo de asfixia, una vez se haya quedado dormido.
  • Aporta al bebé seguridad y calma en momentos de estrés o sobreestimulación sensorial.
  • El bebé establece con él una relación afectuosa distinta a la que mantiene con los papás.
  • Si lo usa en ámbitos distintos, le permite al bebé realizar una diferenciación clara entre el hogar, seguro y conocido, y el exterior, desconocido y, por lo tanto, peligroso desde el punto de vista del bebé.
  • Cuando el bebé entra en la fase de la llamada “crisis de los extraños” (hacia los ocho meses), contar con el apoyo de algo conocido y querido le puede ayudar a enfrentarse a nuevas personas. Si el bebé se puede aferrar a su muñeco en un momento de transición en el que, por ejemplo, debe empezar la guardería, le ayudará a reducir su sensación de abandono y soledad.

A partir de los dos años, este objeto asume una nueva función, ayudándole a reforzar su personalidad y a independizarse más de sus papás. Sin que su dependencia denote ninguna carencia afectiva ni falta de seguridad hasta los tres años, conviene que, a partir de esta edad, se limite su uso si vemos que el niño vive demasiado enganchado a este objeto; de este modo, estaremos ayudándole a iniciar una nueva etapa de autonomía. Sin que se note, le diremos, por ejemplo, que no lo podemos llevar al parque, porque se podría manchar o porque no podría tirarse por el tobogán.