En la actualidad, es muy común ver a los jóvenes vivir centrados en sí mismos, distraídos o inmersos en las redes sociales. Pero esta situación, aparentemente normal, puede ocultar un problema serio: la desconexión emocional en los adolescentes. Ésta es una tendencia a obviar (de forma consciente o inconsciente) los sentimientos propios y ajenos. La base de esta situación es, por un lado, la creencia de que cada persona es responsable de sí misma, lo que desemboca en una despreocupación por el otro y una falta de empatía. Piensan que la única preocupación que se debe tener es por uno mismo, lo que denota cierta dosis de egoísmo. La otra cara de la moneda es la idea de que soy únicamente yo quien debo ocuparme de mis problemas. Por esto, generalmente, a los adolescentes desconectados les acompaña un sentimiento de falsa omnipotencia. Ese «yo puedo con todo», que en realidad se parece más a «yo debo poder con todo».
Respecto a los sentimientos propios, que en ocasiones resultan desbordantes, estos adolescentes adoptan el mecanismo defensivo de desconectarse de una emoción que no saben gestionar. De esta forma la ignoran, la «meten bajo la alfombra» y continúan su vida en modo automático. Al adolescente desconectado no le interesa generar lazos de confianza ni relaciones duraderas con otras personas. Las interacciones son superficiales, pues de este modo se evitan el compromiso de empatizar y a la vez continuan evitando hacer frente a sus emociones de angustia o miedo. De este modo, se genera una vida de soledad interior en la que se acude a reuniones, se establecen relaciones y se aparenta (especialmente en las redes sociales) una vida plena y satisfactoria que verdaderamente oculta una emocionalidad sin atender. Para el adolescente en este estado, la vida íntima es un monstruo que se debe evitar a toda costa. Las personas están juntas, pero no conectadas; se levanta un muro que te protege del riesgo, pero también te aísla de la posibilidad de obtener comprensión y cariño. Aunque su entorno le ofrezca amor y atención genuina, este adolescente continuará sintiéndose solo, dado que no lo registra internamente.
Un factor clave en este patrón de comportamiento es el haber desarrollado un apego evitativo en la infancia. Aquellos bebés cuyos progenitores no supieron atender de forma consistente sus demandas y necesidades desarrollan un mecanismo de defensa basado en reprimir o ignorar sus emociones negativas. Este patrón se traslada a la vida adulta como una falta de confianza en los demás que les lleva a cerrarse en sí mismos.
Otro punto a tener en cuenta es el llegar a la adolescencia sin haber desarrollado las herramientas necesarias. En esta época se comienza a exigir a la persona que tome responsabilidades y actúe como un adulto y, si este no ha adquirido la autoestima o independencia suficientes, puede sentirse desbordado por la situación y replegarse sobre sí mismo. También es relevante la influencia del grupo de iguales y los medios de comunicación. Estos tienden a apoyar y favorecer la superficialidad y egoísmo en las relaciones.
Lo principal es ofrecer a este adolescente escucha, comprensión sin juicio y apoyo incondicional. Es importante darle la libertad de descubrirse a sí mismo, experimentar y aprender de sus errores, recordándole siempre que su familia es un refugio seguro al que poder acudir. Hay que tratar de fomentar conversaciones sobre aspectos profundos en lugar de manetener charlas livianas o incluso regañinas. En caso de que sea una situación extrema, será necesario buscar ayuda profesional.
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