El vínculo entre madre e hijo se crea desde el primer día de la concepción. Esta conexión nunca es planeada ni forzada; surge de manera espontánea y crece con el paso del tiempo. Para cuando el bebé ya se encuentra fuera del vientre materno, la conexión entre madre e hijo resulta asombrosa. ¿
En el momento del alumbramiento, generalmente lo primero que queremos es mirar a nuestro bebé y sostenerlo entre nuestros brazos. Ese primer instante nos reconforta y nos llena de emociones positivas que van desde la alegría, la gratitud, el amor hasta la satisfacción. Precisamente es en ese primer contacto físico, de piel a piel, cuando se activa definitivamente el vínculo entre madre e hijo. Los psicólogos afirman que a partir de esta primera toma de contacto, se produce un proceso determinante en la vida del bebé. Si la unión se desarrolla de forma sana y positiva, el bebé tendrá una tendencia a experimentar el afecto de una forma empática y además, bonita. Gracias al contacto materno, el bebé será mucho más capaz de establecer relaciones asertivas y crecer sin carencias emocionales.
Por otro lado, si el vínculo es pobre o nulo –bien sea por una interrupción del mismo o la completa omisión del mismo por una causa u otra– posiblemente el bebé tienda a experimentar ciertas carencias emocionales y/o inseguridades. La falta de contacto físico puede suponer una dificultad para el desarrollo del niño a lo largo del tiempo.
Según algunos investigadores, este vínculo aporta múltiples beneficios tanto a las madres como a los niños. La unión que se establece entre madre e hijo es algo primordial tanto en la formación como en la educación del niño. Del mismo modo, ayuda a la mujer a sentirse más fuerte y valorada. En otras palabras, el potencial de este vínculo es inmenso. Una conexión segura estimula y acrecenta la autoestima de los niños con el paso de los años. Además, favorece el desarrollo de su autonomía y personalidad desde la primera etapa.
Por otra parte, hay que destacar que mediante el contacto físico y el amor maternal los pequeños pueden manejar mejor el estrés cuando se encuentran en su etapa más vulnerable. Recordemos que al darles afecto y calor de madre, ellos experimentan una sensación parecida a la que tenían cuando se encontraban en el vientre materno, con lo cual, se puede decir que el calor de madre les brinda una sensación de placer y bienestar. Asimismo, los bebés que gozan de un vínculo entre madre e hijo sano y estable, tiene mayores probabilidades de éxito en la vida. Por otra parte, esto también contribuye a mejorar la calidad de sus relaciones interpersonales, ya que les brinda mayor facilidad para relacionarse con los demás, les ayuda a ser más comunicativos y, por supuesto, afectuosos. El vínculo entre madre e hijo permite el establecimiento de relaciones afectivas de calidad. Al mismo tiempo, prepara al niño para desarrollar relaciones más estrechas.
El afecto que se manifiesta desde el primer instante a través del sentido del tacto potencia el desarrollo psicológico-emocional del bebé, a la vez que nos permite sentir una gran variedad de emociones positivas que influyen en diversos aspectos de nuestras vidas.
Cómo fortalecer el vínculo entre madre e hijo
Esto te ayudará a crear una cercanía entre los dos, lo cual es importante para que el niño se sienta seguro. El vínculo entre madre e hijo siempre se verá reforzado a través de los sentidos y debemos saber aprovecharlos todos. Es muy importante conectar con el pequeño a través del tacto y la voz, acariciándole y hablándole. Incluso con los mimos y las cosquillas estrechamos el lazo afectivo. De esta forma, el bebé aprenderá a reconocer nuestro olor, voz, tacto, etcétera y fijará un primer concepto de madre.
Cuando el niño acaba de nacer, tanto la lactancia materna como la alimentación con biberón constituyen un momento íntimo. En este momento, madre e hijo exploran y se familiarizan con el lenguaje corporal mutuo. Por otra parte, le proporciona al bebé una sensación de comodidad y confianza entre los brazos su madre.
También, el momento del baño es una buena situación para afianzar el vínculo afectivo con el pequeño, al igual que la hora de dormir o de consolarle.
Es recomendable que el bebé duerma en su propia cuna pero en un espacio cercano al de la madre. Es decir, se recomienda que madre e hijo compartan un mismo espacio físico, en la medida de lo posible. De hecho, muchas madres optan por tenerla habitación del bebé cerca de las suyas. Compartir el espacio físico promueve el contacto piel a piel con el bebé y fortalece el vínculo entre ambos. De hecho, mientras mas cariño le demos al bebé, más pronto nos responderá con su afecto. Comprobarás que se trata de algo hermoso, único y sumamente satisfactorio. También existe la posibilidad de que en algunos momentos, o bien el bebé o el niño comparta la cama con sus padres.
Es indispensable prestarle atención, escucharle y hacerle saber que estamos allí para él, para responder a sus necesidades. Cuando un bebé se siente atendido, el vínculo con sus padres no sólo aumenta considerablemente sino que se potencia. Además lo fortalece día a día y permite que sea capaz de superar la sensación de soledad que siente al llorar.
El bebé llegará a una etapa en la que atenderá a todas las señales que se le puedan hacer. Igualmente, puede usar señas para comunicarse, como por ejemplo, sonreír y balbucear. Responder a ello estimulará su atención y favorecerá el vínculo de manera positiva. Más adelante, estas interacciones le servirán para conocer los principales elementos de la comunicación.
Frente a todas estas claves, es importante saber que los límites son importantes. No se debe olvidar que el afán de cuidar al bebé no debe hacer que se descuiden las necesidades propias. Si bien es bastante difícil y complicado, teniendo ayuda, es posible crear un equilibrio donde ambas situaciones sean compatibles.
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