Según la OMS, la monitorización se realiza normalmente mediante un transductor de ultrasonidos externo Doppler o mediante un electrodo interno (vaginal) adherido al cuero cabelludo del feto tras la rotura de las membranas. Aunque la información sobre el ritmo cardíaco es más precisa con este último método que con la auscultación, la interpretación es difícil: con frecuencia los registros se interpretan de forma distinta por diferentes facultativos, e incluso, por los mismos facultativos en distintos momentos (Cohen et al 1982, Van Geijn 1987, Nielsen et al 1987). La sensibilidad del método con respecto a la detección de sufrimiento fetal es alta, pero la especificidad es baja (Grant 1989). Esto significa que este método tiene como consecuencia una alta tasa de señales positivas falsas, y paralelamente un alto número de intervenciones (innecesarias), especialmente cuando se usa con un grupo de embarazadas de bajo riesgo (Curzen et al 1984, Broten et al 1989).
Según la OMS, no existe evidencia de que la monitorización fetal rutinaria tenga un efecto positivo sobre el resultado del embarazo. La monitorización fetal electrónica sólo debe efectuarse en casos cuidadosamente seleccionados por su alto riesgo de mortalidad perinatal, y en los partos inducidos. Se precisan más estudios sobre la selección de las mujeres que podrían beneficiarse de la monitorización fetal. Entre tanto, los servicios nacionales de salud deberían abstenerse de adquirir nuevos equipos.
En la mayoría de los partos en los que no existe alto riesgo, la monitorización electrónica aumenta el número de intervenciones sin que exista un claro beneficio para el feto. Supone además molestias añadidas para la mujer, ya que impide que se mueva libremente.
¿Cómo se hace la monitorización intermitente?
La OMS explica que la auscultación intermitente se puede hacer usando un estetoscopio de Pinard, como se ha venido haciendo desde principios del siglo, o con un aparato doppler manual. Cuando se usa el estetoscopio, la mujer se encuentra de espaldas o de un lado, aunque es posible oír los latidos del feto estando incluso de pie o sentada. El doppler se puede aplicar en diversas posturas. La auscultación se ha de realizar una vez cada 15-30 minutos durante la fase de dilatación, y después de cada contracción en el expulsivo. Si se considera necesario, el latido fetal se puede comparar con el materno. La auscultación intermitente con el estetoscopio de Pinard es la única opción disponible para la mayoría de las matronas de la periferia. Una ventaja de la auscultación intermitente es su simplicidad. Se trata de un buen ejemplo de tecnología apropiada, por su precio y uso fácil, además de ofrecer libertad de movimientos a la mujer. Esto significa que con una enseñanza adecuada, la matrona puede monitorizar la frecuencia cardiaca fetal en cualquier lugar y no necesita estar confinada en hospitales con sofisticados equipos técnicos, como monitores electrónicos. La vigilancia de la parturienta puede ser realizada por la matrona en casa o en una pequeña maternidad.
¿Qué ventajas tiene uno u otro método?
Según la OMS, estos dos métodos de vigilancia fetal han sido comparados en multitud de estudios. El índice de cesáreas y de partos instrumentales fue más alto en todos los grupos electrónicamente monitorizados. Si no se disponía de facilidades para realizar análisis de muestra sanguínea fetal, el índice de cesáreas fue incluso mayor. Existe poca evidencia de que el índice elevado de intervenciones en los grupos electrónicamente monitorizados proporcionase notables beneficios a los fetos. Ni las muertes perinatales ni los índices de Apgar bajos se redujeron.
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