El colecho es una práctica que consiste en dormir con tu bebé en la misma cama. Con ciertas precauciones, el colecho se puede realizar en la cama de los padres. Otras opciones son hacerse con una cuna especial de colecho (son cunas que se acoplan al borde de la cama de los padres), o puede utilizarse una cuna normal a la que se le quita uno de los lados. Es una práctica ancestral que lleva practicándose en varias culturas desde hace varios siglos y a la que cada vez se unen más familias.
Como casi todo en esta vida, esta práctica cuenta con adeptos y detractores. La decisión sobre cómo criar a los hijos es única de los padres y son ellos quienes deben sopesar cuáles son las mejores prácticas de crianza teniendo en cuenta las circunstancias y forma de vida. Para eso, es importante conocer las distintas opciones, sus ventajas y sus inconvenientes.
Los beneficios del colecho son muchos, tanto para el desarrollo físico del bebé, como para su desarrollo cognitivo y emocional: permite que el sueño sea más continuado, facilita las tomas de leche nocturnas, proporciona sensación de seguridad… Por supuesto, esta práctica también es beneficiosa para los padres, ya que les permite dormir más tranquilos y les ofrece, además, tiempo para estar más unidos a su bebé.
El colecho ayuda a sincronizar la temperatura corporal de ambos (madre/padre y bebé), sobre todo, cuando el contacto es piel con piel. Se ha observado que cuando el bebé esta en contacto con la piel de la madre, -mamando, por ejemplo- la temperatura corporal de la madre cambia en función de la temperatura del bebé. Si el bebé está frío, la temperatura del pecho de la madre aumenta dos grados para calentarle. Si el bebé está caliente, el pecho de la madre baja un grado. Esto se denomina sincronía termal y demuestra la importancia del contacto entre madre y bebé. Escuchar la respiración de los padres ayuda a regular la respiración del bebé, lo que favorece su relajación y hace que su pauta de sueño sea más regular y estos descansen mejor (y, en consecuencia, también los padres).
Los niños que duermen con sus padres comen más, el colecho ayuda a prolongar la lactancia materna. La cercanía entre madre y bebé favorece que aumenten los niveles de prolactina de la madre, condicionando de manera positiva los niveles óptimos de prolactina nocturna. Además, esto permite aumentar las tomas de leche y permite una mayor frecuencia de acceso a la toma, sin necesidad de levantarse de la cama y sin horarios.
El colecho convierte a los niños en adultos más sanos y equilibrados. Mediante resonancia magnética se comprobó que en los niños que dormían solos se activaban durante la noche las mismas áreas cerebrales que se activan ante el dolor físico. Es decir, dormir separados de los padres puede ser “doloroso”. Por otra parte, parece ser que los niños que duermen solos tienen un menor rendimiento académico, si se comparan con niños de la misma edad que duermen junto a sus padres. Además, los niños que duermen con sus padres suelen ser más seguros de sí mismos y su desarrollo cognitivo es mejor.
Es importante remarcar que el colecho no está libre de riesgos, por lo que es importante tener en cuenta ciertas condiciones que requieren ser cumplidos.
En lo que respecta a las condiciones de la cama y las condiciones ambientales:
Antes de poner en práctica el colecho, es importante informarse también sobre los riesgos de realizarlo y sobre qué condiciones hacen que esta no sea una práctica recomendable. Consultar al pediatra es indispensable.
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