Ser madre y/o padre no es un trabajo sencillo. En ocasiones, estar a las apuradas y tener diversas obligaciones pueden hacer que, sin darnos cuenta, descuidemos aspectos muy importantes de la crianza. Escuchar siempre a un niño cuando este nos habla es necesario para ayudarlo a desarrollar diversas facultades. Pero en medio del ajetreo diario, a veces no reparamos en la importancia de estos pequeños gestos. Para un niño, sus padres son todo su mundo, son sus héroes. La actitud que estos adopten al relacionarse con él influirá mucho en su visión de sí mismo y en sus expectativas sobre el mundo y las relaciones sociales. Tratemos de ser cuidadosos con nuestra conducta, ya que estamos modelando la realidad de nuestro pequeño.
Los niños son espontáneos y, a veces, inoportunos. En ciertas ocasiones, es necesario pedirles que pospongamos la conversación para más adelante. Sin embargo, si nos acostumbramos a no escucharlos o no prestar demasiada atención cuando nos hablan, esto puede tener consecuencias.
Cuando escuchamos a nuestro hijo/a, validamos sus emociones, le transmitimos la idea de que es importante y merecedor de amor y atención. Los pequeños, al igual que los adultos, necesitan contar con alguien dispuesto a escucharlos e interesado en lo que tienen que decir. Escuchar es un acto de afecto y de respeto que contribuirá a que la percepción del niño sobre sí mismo sea más positiva. Si somos desconsiderados (aunque no sea de forma intencionada) cuando el chico trata de hablar con nosotros, se sentirá poco valioso o, incluso, un estorbo. Aprenderá paulatinamente a no compartir sus opiniones y emociones, porque sentirá que no son del interés o del agrado de nadie. No desarrollará la confianza en sí mismo necesaria para cualquier ámbito de la vida.
Nuestra destreza a la hora de desenvolvernos socialmente es una habilidad que se va desarrollando. Los niños están comenzando a aprender las reglas sociales y a modular su comportamiento para adecuarse a ellas. Por eso, no es extraño que utilicen un tono de voz más elevado de lo adecuado o que no respeten el turno de palabra. Sin embargo, es imposible que aprendan si no practican. Escucharlos y conversar con ellos es una práctica muy valiosa para que puedan entrenar y confiar en sus capacidades sociales. Si no les ofrecemos suficientes oportunidades para expresarse abiertamente, es posible que no desarrollen totalmente su destreza social.
Llegada la adolescencia, muchos padres recriminan a sus hijos la falta de comunicación existente entre ellos. Pero lo cierto es que la relación de confianza ha de comenzar a forjarse desde los primeros años de vida. A pesar de que pueda parecer lo contrario, los niños perciben si estás mostrando interés en su conversación o si tratas de evadirla. Si desde pequeños constituimos para ellos un lugar seguro al que poder acudir en busca de escucha y apoyo, será más sencillo que ese vínculo permanezca en la adolescencia. Escuchar a tu hijo te ayudará a conocerlo en profundidad, a saber sus gustos, sus preocupaciones y sus miedos y, fomentará que no dude en acudir a uno/a cuando necesite un consejo.
Cada segundo que dediquemos a escuchar a nuestros hijo/as es una valiosa inversión. Estaremos ayudando a forjar su autoestima y su confianza en sí mismo. Fomentaremos el desarrollo de sus habilidades sociales y el establecimiento de un vínculo de confianza que perdurará con los años.
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