El estigma relacionado con la maternidad en solitario es cada vez menor, e incluso muchas mujeres elijen deliberadamente este camino para conformar su familia. En las últimas décadas el concepto de familia se ha ampliado y diversificado dando cabida a distintos modelos de familia. Sin embargo, aún existen múltiples desafíos que enfrentan las madres solteras y que hacen de su labor una tarea exigente y, en ocasiones, solitaria.
Las medidas de conciliación y apoyo que la sociedad ofrece a las mujeres que ejercen su maternidad en solitario son insuficientes. Además, desafortunadamente, el juicio y la crítica aún están presentes en diversos ámbitos. Todo esto puede complicar y empañar la bonita experiencia de ser madre. Identificar los principales desafíos será el punto de partida para poder abordarlos y lograr una maternidad más plena.
Las mujeres que ejercen la maternidad sin una pareja asumen la responsabilidad económica, moral y afectiva de la crianza. Se convierten en el único sustento económico de la familia, ejercen todas las funciones parentales y educativas y se ocupan de las tareas domésticas. El peso que generalmente es compartido con el otro progenitor recae únicamente sobre sus hombros, generando un desgaste físico y psicológico.
Durante los primeros meses de maternidad, las atenciones que necesita el bebé hacen que la mujer tenga que ofrecer una dedicación casi exclusiva. Por lo mismo, muchas madres afirman echar en falta el contacto con otros adultos y expresan esto las afecta en el plano anímico. En el caso de las madres solteras, la intensidad de esta sensación de soledad puede ser mayor, no solo por no contar con otro adulto en el hogar, sino porque la sobrecarga de tareas reduce la disponibilidad de tiempo libre para dedicar a las relaciones sociales. Y esta limitación se mantiene durante gran parte de la infancia de los hijos.
La falta de tiempo, recursos económicos y apoyo en la crianza puede llevar a las madres solteras a recurrir a la familia extensa en múltiples ocasiones. Algo que es más frecuente cuanto más joven es la mujer. Debido a esta necesidad y a la ausencia de otro progenitor, los familiares pueden extralimitarse y pasar de apoyar a ejercer una autoridad que no les corresponde. Finalmente, las decisiones sobre la educación de los menores solo conciernen a la madre y esta puede verse desautorizada por otros miembros de la familia.
Todo lo anterior puede dar lugar a la aparición de emociones negativas. El exceso de responsabilidades y la falta de tiempo puede generar ansiedad y estrés sostenido. La sensación de aislamiento y la falta de gratificaciones en otros ámbitos diferentes a la maternidad pueden causar tristeza, irritabilidad y apatía. Y, del mismo modo, la necesidad de recurrir al apoyo familiar y verse desautorizada puede minar la autoestima y la autoconfianza.
Pero, además, existe otra emoción muy común y que constituye uno de los principales desafíos que enfrentan las madres solteras: la culpa. En ocasiones este modelo de familia es una elección personal y en otras ocasiones se trata de una situación sobrevenida (por fallecimiento del otro progenitor o porque este decide no hacerse cargo de su rol paterno). En cualquier caso, muchas madres sienten culpa al comprender que sus hijos crecerán sin la presencia de esa otra figura de referencia; se sienten responsables por no haber logrado mantener la familia unida o temen las repercusiones que esto puede tener en el desarrollo de los menores. Una emoción que se ve incrementada por el juicio y las opiniones del entorno, que con frecuencia invalidan las familias monoparentales.
Para reducir el impacto psicológico y emocional de todos los anteriores desafíos se hace necesario un cambio de paradigma social que apoye y valide a las familias dirigidas por madres solteras. Sin embargo, hasta que esto suceda, contar con apoyo, comprensión y un espacio seguro en el que ventilar las emociones puede resultar fundamental para estas mujeres. Informarnos mediante libros y guías de expertos puede ayudar a despejar dudas sobre la crianza en solitario. Los foros y grupos de apoyo de madres pueden constituir un espacio sumamente enriquecedor y reconfortante en el que conectar con otras mujeres en la misma situación. Y, por supuesto, recibir ayuda o asesoramiento profesional cuando sea necesario puede ayudar a gestionar las emociones negativas y abrir la posibilidad a vivir una maternidad más plena y gratificante.
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