Escuchar a un hijo con respeto es el ejercicio de humildad más grande que podemos emprender como padres. Para hacerlo, es necesario que cambiemos nuestros paradigmas de crianza y nuestro concepto de infancia, pues es imprescindible ver y concebir a tu bebé, tenga la edad que tenga, como un ser humano con ideas y pensamientos propios.
Nuestro comportamiento, como adultos, a veces es profundamente contradictorio y a menudo ni siquiera nos damos cuenta. Cuando nuestro hijo empieza a hablar nos derretimos. Celebramos cada balbuceo y cada palabra pronunciada: Mamá, papá, bebé, agua… Y luego, pasados los meses nos descubrimos pidiéndoles que hagan silencio y queriendo imponer nuestras ideas sobre las de ellos, con el argumento de que nosotros, que somos sus papás, tenemos la razón porque hemos vivido más. Este argumento de la experiencia es un vestigio del modelo con el que nos criaron, y aunque ciertamente nuestros padres no han hecho más que protegernos durante toda la vida, hoy sabemos que el argumento de la experiencia no es válido para todas las circunstancias y además que hay maneras más respetuosas de comunicarnos con los niños.
Ciertamente, casi todos tenemos claro que ciertamente podemos escuchar a un hijo con respeto pero nos preguntamos ¿cómo lograrlo? Bueno, podemos comenzar simplemente aplicando las normas del buen hablante y del buen oyente, pero de verdad. Debemos tratar a nuestro hijo con el respeto y la solemnidad que merece cualquier persona, es más con la solemnidad que merece una investidura como la del presidente de la República, por ejemplo, o la de cualquier autoridad que respetemos. Sí, a veces nos cuesta, pero respetándolos es como fomentamos que ellos nos respeten.
Entre las normas del buen hablante y del buen oyente hay pautas claras como mirar atentamente quien nos habla, guardar silencio mientras la otra persona está hablando, no interrumpirle, escuchar a la persona que está hablando, y sobre todo escuchar a la persona que nos está hablando. Todas estas normas nos parecen sencillas cuando las leemos, pero muchas veces nos cuesta ponerlas en práctica hasta con las personas que más amamos en el mundo como nuestros padres y nuestros hijos. Sin embargo, este ejercicio de humildad que supone escuchar a la otra persona de verdad con los oídos, el corazón y la mente atentos y libres de prejuicios nos ayudará fomentar el respeto hacia los miembros de nuestra familia. Por eso, cuando vayas a hablar con tu hijo o él esté hablando contigo trata de ponerte al mismo nivel de altura que él, agachándote o colocándolo sobre una silla o tope alto, pues este ejercicio te ayudará a mirarlo a los ojos para escucharlo de manera activa.
Escuchá a tu hijo de manera activa, préstale la máxima atención posible y sobre todo haz el ejercicio de escuchar, lo cual supone algo más que oír. “Oír es simplemente percibir sonidos, pero escuchar es entender y comprender aquello que oímos. Esto implica intentar comprender lo que la persona que nos habla quiere transmitirnos, sus sentimientos, emociones y pensamientos. Es fundamental que intentemos ponernos en el lugar de nuestro hijo cuando nos éste hablando, es la única manera en la que podremos comprender sus emociones. Escucharlos y comprenderlos no significa que debamos de estar de acuerdo en todo lo que nos dice, sino que ejercita nuestra capacidad de respetar sus sentimientos. Cuando tú bebé se siente escuchado, aprende a confiar en uno y acudirá a nosotros cuando tenga algún problema y va a sentir miedo de encontrar solamente retos sobre sus conductas negativas.
Otro de los privilegios que nos ofrece el sano ejercicio de escuchar a tu hijo, sea cual sea su idea, es que con el tiempo no sentirá miedo a hablar, a expresar sus ideas o sentimientos ni a pedir lo que necesita. Este ambiente en el que el niño se siente escuchado se construye todos los días. Casi todos los padres pensamos que hacemos esto o que nuestros niños tienen claro que pueden contar con nosotros. Pensar así nos puede hacer creer que no es necesario que se lo digamos todos los días pero no es bueno dejar nada por sobreentendido. Es de suma importancia recordarle a nuestro pequeño/a bebé que siempre estaremos ahí para él/ella. Podemos recordárselo mediante frases como: “Siempre que lo necesites, sabes que mamá y papá estarán dispuestos a escucharte” o “Podés contarme todo aquello que quieras o te preocupe”. También, es muy importante darle la libertad al niño para acercarse a nosotros siempre que quiera.
Hay que tener en cuenta que si deseamos fomentar con nuestro hijo un ambiente de buena comunicación debemos pensar que para ello es imprescindible encontrar el momento adecuado para hacerlo. Lo ideal es reservar todos los días un rato para conversar de manera individual, aunque s sean solamente 5 minutos antes de irse a dormir. Durante ese momento tu hijo debe sentir que vas a poder prestarle la atención adecuada, que tienen ese rato para hablar y, lo más importante, no olvidar decírselo y estar presentes a esta “cita” diaria con él/ella.