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Los padres no deben usar el celular en exceso cuando están con sus hijos

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Es bien cierto que es imposible estar 100% del día pendientes del cuidado de nuestros hijos. No dedicarles nada de tiepo también es un delirio que traerá las peores consecuencias. Hay que descartar el tiempo que los chicos pasan en la escuela y ,tomar en consideración de que los papás y las mamás trabajan y también necesitan espacios de esparcimiento personal saludables que les permitan regresar a las actividades familiares con ganas y energía renovadas.

Sin embargo, incluso en las horas que se comparten con los hijos también hay distracciones, no vivimos en una burbuja, está bien aceptar su presencia sin permitir que nos acaparen toda la atención. Actualmente, y lejos de la intención de demonizarlos, pareciera que los celulares se han convertido en los principales dispositivos que nos desconectan por completo de la realidad que nos rodea, incluidos a los hijos. Mensajes constantes de whatsapp, notificaciones de Facebook, Twitter e Instagram, entre otras redes sociales, correos electrónicos urgentes y llamados inesperados son algunas de las vías de escape más frecuentes que hoy utilizamos los padres sin ser demasiado conscientes de los daños que pueden llegar a provocar en nuestros propios niños.

El uso del celular ocupa hoy casi un tercio del total de las distracciones parentales frente al cuidado y la atención de los niños. Es así como en etos tiempos que corren pareciera ser que nuestros hijos “compiten2 con con el celular. Es como cuando uno va al médico y el profesional atiende por tercera vez un llamado y a uno no le gusta porque termina sintiendo que esa persona no está ahí por completo. Los celulares nos distraen más que la televisión, más que un libro, más que una revista e incluso más que un tercero porque nos abducen del mundo y nos meten en otro alejado del presente. La tecnología hoy ofrece un acceso casi ilimitado a todo lo que uno pueda imaginar y eso es fascinante, pero a la vez nos abstrae del universo real, hecho que por momentos puede resultarnos funcional, aunque otras veces se transforma en un problema: la era de la conexión nos empuja a desconectarnos de la realidad inmediata. Es que allí debería estar el límite.

El interrogante es mucho más de fondo porque no se trata sólo de la pantalla sino del vínculo que uno quiere construir con los hijos. Si uno tiene una relación amorosa con ellos, hay un sostén más firme que puede tolerar los deslices emocionales. Ahora bien, si no les dedicamos tiempo y le sumamos la dependencia del celular, entonces, estamos frente a conductas muy dañinas.

Debe haber momentos en que uno decide que no va a mirar el celular porque los niños tienen la sensación de que estamos construyendo un mundo paralelo del que ellos no forman parte. Este universo invisible que nos teletransporta a otros lugares aunque permanezcamos en el mismo lugar de cuerpo presente termina siendo el gran obstáculo para construir un vínculo sano y amoroso con los hijos. Tanto es así que se relaciona con la construcción de la autoestima. El uso excesivo del celular impide una construcción buena y sólida del aparato psíquico de los pequeños en casos extremos, por eso, la prioridad siempre debe ser el vínculo. El daño pasa por el hecho de que los niños para construirse como seres sociales necesitan del contacto con el otro y los primeros son la mamá y el papá.

¿Cómo hacemos, entonces, para que la presencia del celular no se convierta en el objeto que nos genera culpa?

No debemos demonizar a la tecnología, sino sólo usarla de forma responsable. Debemos tener la capacidad de poder conjugar las necesidades de uno con las del niño y, a la vez, tener presente que uno es el adulto que debe acompañar, cuidar y criar. No se trata de pasarnos el tiempo libre jugando con ellos, pero sí con la disponibilidad atenta, lo que yo denomino una atención flotante. El celular se puede utilizar como mediador del vínculo y así compartir los gustos de los niños: es una manera efectiva de darle importancia a sus intereses. Lo que no sirve es negar esa parte de uno. Debemos apuntar a manejar la dependencia y poner siempre a los hijos como prioridad. Se trata de encontrar actividades e intereses que disfruten tanto padres como hijos.

La responsabilidad que tenemos como adultos es demostrarles a los niños que vincularse con otra persona es estar con ella, compartir emociones y sentimientos, disponer del cuerpo, del tiempo y del espacio buscando siempre alternativas más ligadas al descubrir que al sólo recibir estímulos. Apagar o silenciar el celular al llegar a casa, conservar momentos de encuentro donde no intervengan pantallas de ningún tipo, hacer que la hora de ir a dormir signifique contar un cuento o leer un libro, ponernos límites de tiempo para realizar nuestro trabajo en casa, son pequeñas acciones cotidianas que pueden ayudar a que la comunicación en el seno familiar fluya por canales reales, más amorosos y sin duda más disfrutables.