Cuanto más afecto, más mimos y más abrazos recibe nuestro hijo ya desde su más temprana edad, tendrá un impacto notorio en su futuro y logrará un mejor desarrollo neuronal. Muchos estudios han sido contundentes en los resultados: es importante que los niños posean una buena alimentación y los cuidados básicos de higiene, pero las caricias, hablarles con voz suave, mimarlos, acariciarlos, abrazarlos , no sólo los calma y serena, sino que tienen un impacto positivo porque les produce una estimulación vestibular que favorece la formación de redes neuronales que, rodeándose de mielina, garantizan “el milagro” del desarrollo infantil.
Cuando los bebés son bien tratados y estimulados correctamente por sus padres y por otros adultos del entorno familiar, se puede apreciar el progreso de su aprendizaje. Cada nuevo día estos chiquitos logran nuevas capacidades. Esto también es posible en el caso de niños y niñas adoptados, pero según las experiencias tempranas adversas, los cambios son más lentos y a veces la reparación no es total. Un recién nacido tiene, durante las primeras semanas de vida, capacidades muy limitadas. Puede, por ejemplo, comunicar a través del llanto sus estados internos y sus necesidades, mamar del pecho de su mamá y responder a contados estímulos del entorno. Si este recién nacido es bien cuidado y estimulado, mimado, besado, abrazado, entre los 3 y los 12 meses este bebé habrá experimentado una transformación espectacular.
Cada vez más el bebé puede comunicarse activamente, explorar con curiosidad su entorno y desplazarse a medida que pasan los meses ganando progresivamente más autonomía. Este proceso alcanza su máximo alrededor de los 18 meses de vida que generalmente empieza gradualmente a expresar su mundo interno y lo que observa utilizando palabras. A través de estas palabras, el niño o la niña entrarán en este maravilloso pero complejo mundo de la representación simbólica, de su experiencia y de la realidad que lo rodea. Esta posibilidad emerge también, gracias a los estímulos del entorno, especialmente de los padres, si tienen la competencia necesaria para reconocer a sus hijos como sujetos de comunicación, hablándoles regularmente. El logro de la capacidad de hablar es mucho más que el resultado de un proceso de mimetismo, por esto los niños y las niñas queridos y tratados como personas, reconocidos en sus capacidades para conversar y comprender, hablarán mucho antes y mejor que aquéllos que no reciban afecto o consideración de sus capacidades.
Los cuidados, el afecto y el contacto físico son los estímulos más importantes para el proceso de auto-organización cerebral, que entre otros es lo que permitirá a los niños y niñas el desarrollo de diferentes modos de procesamiento de la información, como resultado de las experiencias positivas o negativas que se derivan de las relaciones interpersonales significativas, en particular con sus progenitores u otros cuidadores.
La auto-organización del cerebro y en consecuencia la de la mente, es el objetivo central del desarrollo psíquico infantil integral y las competencias de los padres y las madres, su motor. Sin los cuidados de un adulto competente, el cerebro de un niño corre riesgo de atrofiarse, tal como lo revelan las imágenes del escáner del cerebro de niños privados de alimentos, de afecto y estimulación. Por otra parte, los niños y las niñas que gracias a los aportes mencionados tienen un cerebro maduro y bien organizado pueden ser educados más fácilmente sobre todo cuando los adultos les tratan con respeto y empatía, lo que no es incompatible con la autoridad. Además, llegan a construir una identidad individual y social si el entorno humano les proporciona relatos coherentes, verídicos y respetuosos de los derechos humanos. De una manera general, los buenos tratos son el resultado de las competencias que los padres tienen para responder a las necesidades del niño. Los buenos tratos a un niño o a una niña son una producción humana, nunca puramente individual ni únicamente familiar, sino resultado del esfuerzo del conjunto de una sociedad.
Las capacidades que las madres y también los padres poseen son el resultado de sus experiencias de cuidado, protección y educación que ellos como hijas e hijos recibieron de sus padres o cuidadores. Las experiencias positivas con sus madres y padres cuando fueron niños, son la principal fuente de recursos necesarios para ofrecer buenos tratos a sus hijos e hijas en el presente. Esto explica que un gran número de padres y madres puedan incluso cumplir su papel en situaciones tan difíciles como los contextos de pobreza, guerra, exclusión social o persecuciones por diferentes causas. Las tareas de una madre o de un padre se facilitan cuando encuentran en su familia extensa, así como en su barrio y/o comunidad fuentes de apoyo social. Por otra parte, las características singulares de cada hijo o hija orientan sus necesidades y marcan la relación con sus padres, influenciando a su vez el proceso en su conjunto.
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