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Las amígdalas y las adenoides conforman parte de un tejido de defensa que se encuentra en la zona de la garganta (tejido linfoide). Las amígdalas o anginas se encuentra en la parte de atrás de la boca (una a cada lado de la base de la lengua) y las adenoides se encuentran por detrás de la nariz (arriba y detrás del paladar). No pueden ser observadas a simple vista salvo que su tamaño sea grande o mediante una endoscopía en consultorio.
Tanto las amigdalas como las adenoides colaboran a formar anticuerpos contra las bacterias y los virus que generan infecciones y que ingresan en el organismo mediante contacto directo de secreciones (mocos) o por inhalación (estornudos). Este sistema tiene mayor actividad cuando el niño/a es pequeño (hasta los 3 años) que es cuando se desarrolla la etapa oral de aprendizaje en la que los bebés se suelen llevar los objetos a la boca. Luego de los 3 años, el sistema inmune ya tiene contacto con otros microorganismos, que pueden provocar infecciones respiratorias.
En un 50% las afecciones en las amigdalas y adenoides son causadas por bacterias, principalmente por estafilococo, estreptococo beta hemolítico de los grupos A y B y el hemofilus influenza, así mismo como algunos virus. Sin embargo, es muy importante señalar que existen otras enfermedades que pueden manifestarse como una amigdalitis y cuya severidad es mucho mayor por ejemplo: fiebre escarlatina, difteria, mononucleosis infecciosa, angina Vincent,infecciones por virus Cocksaquie,y hasta la leucemia puede manifestarse inicialmente como si fuese un cuadro de infección amigdalina debido a la baja inmunitaria caracterizada en estos casos.
Las infecciones en la garganta son muy frecuentes en época invernal en los niños que tienen menos de 1 año de edad, pero son mucho más comunes en los niños que han comenzado a ir a la escuela, por tener una mayor exposición a nuevos virus y bacterias.
En caso de que presente algún problema infeccioso en forma recurrente, es necesario visitar al otorrinolaringólogo, quien indicará el diagnóstico y tratamiento adecuado para el cuadro. Hay que tomar en cuenta que si el niño no presenta mejoría alguna en un lapso de las primeras 48 horas, pueden ser otras causas las que provocan la amigdalitis o bien puede existir una resistencia bacteriana, y es ahí donde el tratamiento deberá basarse en la sintomatología y hallazgos físicos del paciente.
La amigdalitis y adenoiditis, son infecciones clásicas de la infancia y su frecuencia es notoria entre los 4 y los 7 años. Raras veces se presenta una amigdalitis aguda complicada en un bebé o en una persona mayor de 50 años.
Se pueden desencadenar por una serie de factores como : la falta de ventilación (se genera una replicación bacteriana en ambientes cerrados con muchos chicos/as), una mala nutrición, cansancio y agotamiento, exceso de trabajo, malos hábitos de higiene (no lavarse las manos al regresar de la calle, por ejemplo).
No siempre hay que operar al niño que padece de adenoiditis o amigdalitis. Pero sí hay ciertas características que implican que se lleve a cabo un procedimiento quirúrgico. La más común es la obstrucción de las vías aéreas,dificultad para respirar (regularmente respira por la boca),ronquido durante el sueño,hablar como si tuviera la nariz tapada, respiración ruidosa, crisis de apnea seguida (deja de respirar), catarros nasales con moco permanente, fiebre, tos nocturna constante (debido al acumulación de secreciones),otitis aguda con mucha frecuencia (infección de oídos), ganglios inflamados en el cuello, más de 6 episodios de amigdalitis al año,el tratamiento a base de antibióticos no tuvo efectos favorables, hay complicaciones sistémicas. Dentro de las complicaciones sistémicas y locales, se encuentran las afecciones renales (glomerulonefritis pos-estreptocócica), la cual se presenta después de una infección de estreptococo, en este caso se afecta el riñón y puede causar problemas muy serios. También, es conveniente realizar la intervención quirúrgica, si existe un acumulo de pus entre la amígdala y el músculo constructor de la faringe (absceso periamigdalino). Estas dos estructuras, en buen estado, se separan por una cápsula de tejido fibroso.
Si no hay obstrucción de vías aéreas se pueden utilizar antibióticos en cada periodo de infección y medicamentos que estimulen el sistema inmune, así como mejorar el ambiente y la alimentación. Muchas veces, es de esta manera como se logra evitar la intervención quirúrgica. En el caso de los adultos, que tienen un sistema inmune desarrollado, es posible superar la mayoría de las infecciones. Pero si las enfermedades respiratorias son muy frecuentes (6 por año), el paciente tiene un deterioro importante en cada ataque y por lo tanto sería recomendable la operación.