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Las bondades de una crianza sin prejuicios

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Educar a los hijos sin prejuicios, sin distinciones de género, es decir, sin las características o los comportamientos que la cultura le atribuye a lo femenino y lo masculino, es una de las tendencias en alza en torno de la crianza. Celebrada por muchos, cuestionada por otros, hay padres que eligen dejar de lado el rosa o el celeste y piden, incluso, que los regalos a sus hijos sean juguetes “neutros”, que no puedan asociarse con uno u otro género. La tendencia incluso se nota en las solicitudes de niñeras. Los padres bajan línea y, piden que si su hijo quiere jugar con un bebe o disfrazarse de princesa que lo dejen, y al revés también. Lo mismo sucede con los colores para vestirlos: evitar usar rosa o celeste y tratar de ir sumando una amplia gama de colores que, desde hace tiempo, ya existe en el mercado.

La idea de género ha sido tema de debate social. Y ha cuestionado, en parte, el tipo de crianza tradicional. Una de las peores consecuencias de criar a un niño o niña bajo estereotipos socialmente adjudicados a varones o mujeres es la reducción de las posibilidades de desarrollo y libertad. No es el sexo de los chicos y chicas el que determina sus gustos, actividades o preferencias, sino los caminos que van trazando, influidos por aquello que los adultos habilitan o censuran desde pequeños. Esta mirada, aunque pueda parecer inofensiva, genera fuertes desigualdades. En los últimos años, hubo avances y cambios que dan cuenta de una crianza más saludable, más centrada en los deseos y elecciones de los pequeños. Muchos padres, tíos, tías, abuelos, abuelas, cuidadores y educadores han comenzado a dejar de lado estos prejuicios.

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El debate y la reflexión social que se viene dando en torno de este tema ha impulsado algunos cambios en la crianza y es un corrimiento que ubica a los chicos en el centro de la escena, con capacidad de elección, más allá de lo que se les adjudique socialmente. Si bien es un proceso que aparece en el ámbito privado y familiar, en realidad es público y social. Somos cada vez más conscientes del carácter culturalmente impuesto del género, de aquello que creíamos “natural” y hoy se nos revela construido por la cultura que habitamos. Si bien pensarnos como hombres o mujeres sigue siendo el modo más efectivo para brindarnos una “identidad”, esa norma ha empezado a resquebrajarse, a revelarse como arbitraria y restrictiva, y por eso mismo a cuestionarse.

Sin embargo, y a pesar de que es un tema que se ha hecho visible en los últimos años, todavía genera algunas resistencias. Ya está naturalizado. El varón ve a la hermana o a la mamá que se maquilla y se quiere maquillar. Esto pasó siempre, sólo que antes se los prohibía. Hoy los padres lo avalan, entienden que es un juego. Pero a los abuelos todavía les cuesta hacer el clic. A veces van a visitar a sus nietos y los ven disfrazados de princesas y no les gusta nada.

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Es cierto que muchos padres, conscientes de las cuestiones de género, toman la iniciativa de una crianza alejada de los estereotipos culturales. Pero otras veces son los mismos chicos los que van marcando el camino. Por ejemplo, en la actualidad, muchas nenas, desde chiquitas elijen jugar con autitos, espadas y playmobil, dejando de lado las clásicas muñecas y los disfraces de princesas. Muchas veces, esto sucede porque tienen hermanos varones mayores, pero no siempre es así. Lo mismo sucede para los nenes. Si bien aún es algo “extraño” encontrar a un varón de tres añitos disfrazado de “Tinkerbell” o Cenicienta, sí es común que tomen las muñecas de su hermanas.La clave pasa por escuchar a nuestros hijos y respetar sus elecciones. Los prejuicios existen pero son de los otros.

Si hay algo que refuerza estos estereotipos de género en la primera infancia son los juguetes y los libros para chicos, donde los roles asignados a unos y otros suelen estar muy claros: las nenas en casa, haciendo tareas domésticas y cuidando niños, y los hombres cumpliendo su rol como proveedores del hogar y arreglando lo que se rompe. Una mirada sesgada que hoy no se ajusta a la realidad. Simplemente entremos a una juguetería tradicional y veremos góndolas celestes y rosas o revisemos contenidos y formatos de la mayoría de los canales infantiles. Y cuando buscamos un regalo para un chico o una chica, pensamos primero si es varón o mujer en lugar de pensar en sus gustos y características personales, más allá de su género.

Como forma de aggiornarse, en Europa, donde la discusión de género está instalada desde hace mucho tiempo, hay cadenas de juguetes que modificaron sus catálogos y aparecen nenes jugando con una casita de muñecas y nenas armando pistas de autos. En la Argentina todavía falta mucho para llegar a eso, aunque con la Ley del Matrimonio Igualitario, ya empezó a abrirse un nuevo camino.

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¿Qué pasa con el aspecto biológico?

Aunque siempre se atribuyó un determinismo biológico para explicar los comportamientos y las habilidades del varón y la mujer, las investigaciones en favor de este estilo de crianza neutral niegan el peso de la biología y sostienen que varios de los estereotipos más comunes son enseñados y reforzados por los propios padres.

Por ejemplo, nos han dicho que las nenas son, de forma innata, más sociales y verbales que los niños. La realidad es que las pequeñas tienen más habilidades verbales porque son recompensadas por ello. Los investigadores creen que se debe a la tendencia de las madres a pasar más tiempo socializando con las mujeres que con los varones. Si sabés que las niñas son más sociales vas a socializar más con ellas. Con el tiempo, estas suposiciones se convertirán en una realidad.