La herida que la cesárea deja en el vientre de la madre cicatriza en un tiempo hasta volverse, en muchos casos, invisible.Sin embarg o, a menudo los embarazos que han acabado en cesárea acarrean un sentimiento de pérdida del parto imaginado. En ocasiones, se da un proceso de duelo que, unido a la fatiga física, puede deparar en un cuadro psicológico, llamado síndrome de estrés postraumático, que se produce en algunos casos en los que la madre ha pasado una angustia muy intensa.
Ciertos hábitos médicos pueden haber incrementado este estrés: la falta de la compañía de la pareja, la posible carencia de atención personalizada, la ausencia de intimidad, la exposición a luces intensas y a gente desconocida observando a la madre… Además de estas implicaciones emocionales, también existen razones biológicas que intensifican esta sensación de tristeza.
Cuando una mujer embarazada empieza a sentir las contracciones de parto, su cuerpo y el del bebé inician un proceso para prepararse al nacimiento. Cuando se programa una cesárea antes de que comience el parto, no se produce ninguna segregación de hormonas ni en el bebé ni en la embarazada, lo que conlleva ciertos perjuicios para ambos, ya que estamos perturbando el ciclo normal de la naturaleza humana.
No se sabe a ciencia cierta las implicaciones que puede conllevar en el bebé este tipo de parto, pero sí es cierto que la madre queda desprovista de sus propias herramientas biológicas para hacer frente a la llegada de su bebé.
La liberación de oxitocina (la hormona del amor) hace que el útero se contraiga y activa el vínculo entre la madre y el bebé, dejando una impronta de amor y embelesamiento al ver nacer al hijo. Si no se generan estas sensaciones, y permanece el miedo y la angustia, esta imagen puede quedar grabada en la mente de la madre y hacer que ésta sienta una extraña sensación de culpabilidad. Por lo tanto, en las cesáreas programadas y en las que se producen sin tener en cuenta el bienestar emocional de la madre, la transición entre el embarazo y el parto puede resultar más brusca.
Esta “herida emocional” no se da en todas las cesáreas, puesto que muchas embarazadas que han pasado por esta intervención, incluso de forma programada, no han sentido tristeza ni angustia. Sin embargo, con la tendencia de algunas clínicas a medicalizar el embarazo y el parto, algunas mujeres sufren este síndrome, agravado por la incomprensión de los profesionales que las han atendido o, incluso, de los familiares que no entienden que una madre pueda estar triste aun habiendo parido un niño sano después de haber pasado por una cesárea.
En estos casos, es muy importante que la madre no se sienta culpable por no haber tenido el parto deseado y que hable de sus sentimientos con su pareja o alguien muy cercano e, incluso, que se ponga en contacto con algún grupo de apoyo familiarizado con su situación.
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