Muchas parejas y matrimonios ya tienen un hijo y, mientras disfrutan de la maternidad y paternidad, empiezan a preguntarse cuál sería el momento ideal para encarar la “búsqueda” del próximo integrante de la familia. La realidad es que esperar a que, por arte de magia, llegue el momento indicado es muy difícil, pero sí existe un mejor momento para cada situación, para cada pareja, para cada familia. Tenemos que tener en cuenta distintas variables, por un lado, nuestra situación individual y evaluar nuestra proyección profesional, ya que un bebé requiere mucho tiempo y cuidado. Además, como en toda familia, evaluar nuestra situación económica.
También tenemos que tener en cuenta nuestra edad, ya que influye, y si estás cerca de los 40, puede ser más complicado quedar embarazada y, además, hay más riesgos. Si tuviste una cesárea, seguramente, ya lo hablaste con tu obstetra y te recomendó esperar un tiempo para volver a quedar embarazada. Recomiendan esperar unos dos años para intentar que el próximo parto sea natural. Por otro lado, es importante revisar el momento de la pareja. Si la pareja no está consolidada, la llegada de un nuevo hijo puede ayudar a profundizar la crisis. Es importante que el bebé encuentre a la pareja consolidada y con un proyecto en común.
Otra variable, no menos importante, son los hijos. En general, empezamos a pensar en un nuevo hijo cuando el primero ronda los 2 años de edad. ¿Por qué? Porque hasta ese momento, todavía hay una fuerte unión emocional entre la mamá y su primer hijo, y ella tiene casi toda su energía y atención puesta en él. Además, cada hijo debe tener su tiempo de exclusividad con la mamá y el papá, por eso es más fácil para la pareja que el bebé llegue cuando el hijo mayor tenga los recursos para ser un poco independiente, como cuando empieza a socializar, deja los pañales y empieza a hablar. El que está por llegar tiene derecho a ser bien recibido, con los padres dispuestos a brindarle lo que necesita.
No hay una regla general sobre cuál es la mejor diferencia que debería existir entre los hermanos/as. Pero sí es cierto que si se llevan muchos años, el primero se acostumbra a contar con esa atención exclusiva y ese espacio de pertenencia. La ventaja para él es que tuvo más tiempo para recibir esa atención y, al ser más grande, comprende mejor lo que está pasando y tiene más recursos para manifestarse. Si hay poca diferencia entre los hermanos, comparten las mismas etapas, pero también, al ser los dos chiquitos, son muy demandantes.La realidad es que la relación entre hermanos no se define por su diferencia de edad, sino en como crecen como familia, en como aprenden a compartir, a jugar y a disfrutar del tiempo juntos.
En cuanto al segundo embarazo, una puede pensar que no hay razón para tener miedo porque ya pasó por esa experiencia, sabe todo lo que va a pasar. Pero, justamente, al manejar más información, aumenta la preocupación. Además, ya no sólo pensamos en la panza, sino también en nuestro hijo mayor y empezamos a pensar en que queremos que él esté bien y en cómo le va a afectar. La noticia sobre la llegada de un hermano puede provocar distintas reacciones, lo más importante es tomarlo con naturalidad. Cuánto más alegre y natural lo tomen los padres, más natural lo tomará el hijo. Los chicos perciben todo lo que pasa a su alrededor, así que cuanto antes le contemos la noticia, más tranquilo estará. Lo mejor es no insistir con el tema y volver a tocarlo cuando pregunte o cuando ya empieza a notarse la panza.
Más cerca de la fecha de parto, se puede armar un almanaque para que entienda un poco más cuánto falta para la llegada del hermanito. Además, los papás pueden mostrarle el sanatorio donde va a nacer y contarle todo lo que va a suceder. Abrirle el panorama al hijo mayor, lo ayudará a entender con qué se va a encontrar. Otro consejo es tratar de no utilizar las frases del estilo “le vas a enseñar”, “lo tenés que cuidar”, “lo vas a querer” porque suman tensión y es cargarlo con más cosas al hermano mayor.