En la actualidad son habituales las familias reconstruidas. Hay divorcios y separaciones en parejas que tienen hijos en común. Después, es normal que estos padres y estas madres acaben teniendo nuevas relaciones con otras personas. Y estas a su vez puede que también tengan niños de parejas anteriores. Así, las familias se reformulan. En un mismo hogar se juntan hijos de padres distintos y, en ocasiones, se torna complicado que la convivencia sea agradable y pacífica. La situación no es sencilla, pero son los adultos los que pueden poner en marcha algunas estrategias para tratar de manejar todo lo mejor posible.
Está claro que cada familia es un mundo, pero en este tipo de familias reconstruidas pueden aparecer una serie de dificultades comunes. Por ejemplo, es frecuente que se instauren el desconocimiento y la incertidumbre. Esto puede pasar porque ni la pareja ni los hijos sepan cómo comportarse los unos con los otros ni qué esperar de los demás. También, la nueva pareja del padre o la madre pueden tratar de agradar por todos los medios posibles a sus “hijastros”, con el fin de hacerles ver que no son «malvados» como establecen algunos cuentos y mitos sociales.
Por otro lado, se pueden encontrar con que los niños les rechacen, no hagan caso de lo que les digan y carezcan de autoridad para ellos. Además, tiene que asumir que las relaciones padre-hijo biológico van a ser en ocasiones prioritarias para su pareja, por lo que se puede ver relegado a un segundo plano. Otro hecho que puede ser conflictivo en la relación son las dificultades económicas que se pueden dar debido a la manutención de los hijos y las exparejas. Como los niños suelen vivir en distintas casas bajo custodia conjunta, se torna complejo tomar decisiones cotidianas en la organización familiar. Algo que puede derivar en problemas tanto en la relación de pareja, como con los excónyuges y con los propios hijos. Por último, estos se pueden sentir desleales hacia uno de sus padres si tienen una buena relación con su padrastro o madrastra.
Estas situaciones son comunes y normales en este tipo de familias reconstruidas, debido a la novedad y el desconocimiento sobre cómo afrontarlas. Pero pueden generar malestar y conflictos, por lo que es importante que haya reglas pactadas y respetadas por todos. En primer lugar, es recomendable que les expliques con tiempo a tus hijos que tu pareja se muda con ustedes. Debés hacer hincapié en los cambios que les afectarán, en aquellos que no y en que tu amor hacia ellos/as no va a variar. Es relevante que le demuestres esto a tu hijo/s y que, efectivamente, seguís estando ahí para él/ella aunque tengas una nueva pareja que estará conviviendo en el hogar. Tiene que percibir que es un miembro más de la familia aunque solo pase temporadas en la casa. Aquí también es relevante no descuidar la relación con tu pareja, y que la comunicación sea fluida, entre todos. El bienestar es la prioridad.
Por otro lado, tratá de guardar tiempo para estar con tus hijos/as a solas: pensáque la confianza que tiene con vos no es la que tiene con tu nueva pareja. Poco a poco, podés ir introduciendo a tu pareja de forma progresiva. Además, no es bueno que te centres solo en divertirte con tu hijo y recompensarlo comprándole cosas. Es importante que sigas comportándote como un padre o una madre que pone límites y educa.
En cuanto a las reglas y a las tareas a realizar en casa, es adecuado que las pactes con tu nueva pareja antes de que esta se incorpore a la convivencia familiar. Si esta toma la iniciativa en el cumplimiento de alguna de las normas, apóyale, ya que si tú le otorgas autoridad facilitarás que tu hijo lo haga. Aún así, es primordial recordar que tu pareja no sustituye al otro progenitor del niño y que no podés imponerla como una figura de autoridad que tenga el mismo peso que vos, especialmente cuando tus hijos ya son mayores.
Pero no sólo el proceso es complejo para los padres y los hijos. Las nuevas parejas, también pasan por dificultades y situaciones novedosas que no saben cómo afrontar. Es normal que, si es tu caso, quieras agradar y complacer al niño/a de tu pareja, pero no te excedas en esto, ya que el cariño mutuo va a requerir su tiempo. Es importante que, junto con tu pareja, analicen el tiempo que vas a pasar con el chico/a, y el grado de implicación y responsabilidad que vas a adoptar. Suele ser eficaz intentar tener una relación cordial y amistosa al principio manteniéndote al margen de las cuestiones de disciplina del niño. Podés ir implicándote en ello de forma progresiva si lo deseás, pero también es válido si querés mantenerte al margen de esto. En este sentido, debás hablar con el niño/a y explicarle que vos no vas a sustituir a su otro progenitor, pero que en casa todos tienen que cumplir unas normas para que la convivencia sea adecuada. Si al principio el niño te rechaza, no te lo tomes como nada personal, está pasando por muchos cambios y le va a costar habituarse. Por último, dialogá sobre todo esto con tu pareja, de forma que comprendan el punto de vista del otro y lleguen a términos comunes.
En resumidas cuentas, cuando una pareja se junta en un hogar con hijos de relaciones anteriores, pueden darse conflictos y problemas en la convivencia. Esto es habitual en la mayoría de las familias reconstruidas, ya que se da un número considerable de cambios que, en muchas ocasiones, no sabemos afrontar. Por eso, es imprescindible hacer un esfuerzo por parte de todos para mantener los canales de comunicación abiertos y llegar a pactos de convivencia obligatorias; frente a los sentimientos, que siempre surgirán o no de manera espontánea en las familias reconstruidas.