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Familias que sobreprotegen a sus hijos

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Hay mezclas extrañas que son capaces de producir un daño muy grande. Una de ellas es la de las familias sobreprotectoras sin muestras de cariño. Aunque parezca algo contradictorio, es más común de lo que se parece. De hecho, son estas combinaciones “extrañas” las que abundan en el mundo real.

Se nos suele decir que una buena educación se basa en una mezcla de autoridad y “pequeñas dosis” de cariño. Esta forma de entender las muestras de afecto, ha atrofiado la forma de educar en muchas familias, con recetas terapéuticas que nos alejan de una educación transformadora, dinámica, en la cual las emociones juegan un papel fundamental.

La familias sobreprotectoras sin muestras de cariño son una versión más de una extraña forma de represión emocional que se ha dado durante muchas generaciones de padres a hijos.

En términos de análisis funcional, la persona que sufre el maltrato dentro de una familia expresa con su conducta una función: la evitación experiencial, una escapada conductual de la realidad en la que se encuentra. Su medio no le ofrece reforzadores, solo estímulos aversivos y su conducta es una respuesta a ello. La evitación experiencial es un escape al dolor y, por tanto, a la vida misma.

En las familias sobreprotectoras sin muestras de cariño puede que no existan las palizas o las negligencias. Sin embargo, en estas familias el amor se padece, pero no se siente. Cuando existe una alta sobreprotección en la familia, pero no se utilizan los sentidos del tacto, la vista o el oído para expresar de forma positiva e íntima el cariño, lo más probable es que alguien quede atrapado en esa dinámica familiar.

Esa familia utiliza códigos de conducta contradictorios: te protejo y te alejo de lo que te puede hacer mal, pero no parece ser una fuente de refugio plena. Muchos profesores o amigos de la familia podrán decir “que bien parece ocuparse esta familia de su hijo”; mientras existe un déficit en conductas de reforzamiento, falta de demostraciones de cariño y empoderamiento en conductas autónomas.

En los casos de “madre helicóptero” y  padre ausente, el problema es que al estar físicamente ausente un miembro de la pareja, el otro miembro lo está demasiado. El producto es una atención excesiva que termina siendo un lastre para el desarrollo de su autonomía. La crianza en helicóptero afecta la autodeterminación y el bienestar de los estudiantes universitarios. Se descubrió que este tipo de crianza está asociada a ansiedad y depresión, produciendo a la larga una disminución en la satisfacción vital.

Los niños pueden experimentar una falta de amor y cuidado, incluso cuando no hay indicadores explícitos de que los padres son fríos, agresivos o negligentes. Muchos padres usan expresiones de amor y afecto como una herramienta de crianza. Esto también se conoce como rechazo simbólico, a menudo expresado verbalmente en forma de posibles medidas punitivas implícitas: “no te amo cuando te ponés así” o “te amo, especialmente cuando te comportás tan bien como lo hiciste esta noche”. Los niños y adolescentes las sienten como declaraciones de una falta de amor real por quienes son. Porque el amor debe ser ajeno al logro y al buen comportamiento. Desde el punto de vista estos niños, lo más que pueden esperar es el amor transitorio, el amor meritocrático, el amor a un precio que debe ganarse.

La crianza poco equilibrada puede convertir a los niños en universitarios. A cambio, su ventaja educativa tiene un alto precio. Muchos no están preparados para la vida. Desarrollan una personalidad dependiente, crecen sin un terreno en el que puedan ir aumentando la responsabilidad de las decisiones que toman.

Los psicólogos han descubierto repetidamente que los adolescentes y adultos con trastornos de ansiedad, particularmente aquellos centrados en la interacción social, tienen más probabilidades de venir de hogares con padres sobreprotectores. Los experimentos han demostrado que los padres ansiosos tienden a tener hijos ansiosos porque demuestran que la forma correcta de reaccionar ante las situaciones es a través del miedo, la preocupación y la abstinencia emocional.