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¿Es posible prevenir la dislexia infantil?

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La dislexia es un problema que afecta al lenguaje en su conjunto. Los factores que mejor predicen el riesgo de tener dislexia se dan en el parvulario y tienen que ver con la dificultad para nombrar letras, la falta de memoria para repetir frases, la dificultad para nombrar colores o para hacer emparejamiento de palabras. Mejorando las estructuras lingüísticas básicas durante los primeros cuatro o cinco años de vida de nuestro hijo será como mejor ayudaremos a evitar que se presenten dificultades de lectura en edades posteriores.

Nuestro cerebro es el resultado de millones de años de evolución. A cerebros simples corresponden habilidades también simples, por lo que, a medida que en los animales las estructuras cerebrales se hacen más complejas, crecen sus capacidades para desarrollar estrategias más elaboradas tanto para la supervivencia como para la convivencia y la comunicación.

El ser humano, con el cerebro más evolucionado de todos los seres del planeta Tierra tiene, como consecuencia, unas capacidades comunicativas superiores que lo hacen diferente, basadas en el lenguaje verbal, tanto el oral como el escrito.

Las teorías clásicas de la historia del lenguaje siempre nos han dicho que la comunicación oral se ha desarrollado antes que la escrita. En parte basados en esta teoría, se pensaba también que aprender a comprender el lenguaje oral era más fácil que aprender a leer y que aprender a hablar era más fácil que aprender a escribir. Por otro lado había otra realidad muy evidente: mientras la comunicación oral estaba al alcance de todos los niños y niñas, no todos aprendían a leer y escribir.

Un análisis poco fino de estas observaciones, nos llevaba a la conclusión de que aprender a leer es tan difícil que se ha de hacer en la escuela, como un asignatura escolar y sólo a partir del momento en que el niño esté “maduro” para poderlo hacer, por lo que en ningún momento debíamos exponer al lenguaje escrito a los niños y niñas hasta la mítica edad de los 6 años.

Sin embargo, aunque los primeros alfabetos, tal como los entendemos en nuestros días, sí son posteriores al lenguaje hablado, la especie humana siempre se ha comunicado gráficamente desde los primeros inicios del lenguaje verbal, mediante signos y dibujos más o menos abstractos.

Siguiendo con las últimas investigaciones sobre la adquisición del lenguaje tanto oral como escrito, se ha visto que hay una gran relación entre los niños con dificultades para aprender a hablar bien a los 3 ó 4 años y los niños que después tienen dificultades para aprender a leer, que acaban diagnosticados como disléxicos a los 9 o a 10 años.

Esta apreciación ha dado como resultado una nueva interpretación de la dislexia, entendida ésta como un tema que afecta al lenguaje en su conjunto. Los factores que mejor predicen el riesgo de tener dislexia son la dificultad para nombrar letras, la falta de memoria para repetir frases, la dificultad para nombrar colores y la dificultad para hacer emparejamiento de palabras (dada una palabra y al lado una lista de tres entre las que está la primera, identificarla correctamente) durante el parvulario.

Por lo tanto,  a través de la mejora de las estructuras lingüísticas básicas durante los primeros cuatro o cinco años de vida del niño/a,  será como mejor ayudaremos a evitar que se presenten las dificultades de lectura de nuestros hijos.

Ya hemos dicho que las capacidades lingüísticas humanas son superiores al resto de los animales. Hemos de añadir que se localizan en el córtex cerebral, la estructura del cerebro que, situada por encima de todas las demás, es la más elaborada, sofisticada y la última en formarse evolutivamente hablando.

Para que el córtex funcione bien es preciso que todas las demás organizaciones neuronales que están situadas por debajo de él estén bien desarrolladas. Podemos decir que el córtex es como el tejado de la casa y, para que se aguante como debe, necesita cimientos y paredes maestras bien aseguradas.

Los cimientos y paredes maestras cerebrales de cara al lenguaje tienen dos integrantes fundamentales:

  1. El desarrollo psicomotor y visual.
  2. La comunicación con los demás.

1. El desarrollo psicomotor pasa por el hecho de que el niño juegue y disfrute en el suelo, elemento que le preparará para el inicio del arrastre a partir del quinto mes y del gateo después del noveno, aproximadamente. Arrastre y gateo le proporcionarán las bases de una buena organización neurológica, de una lateralidad bien definida, y una buena convergencia visual, bases de un buen lenguaje escrito.

2. El lenguaje que escucha el bebé, incluso antes de nacer (en el 5º mes de embarazo ya está formado el oído del bebé) a través de la madre primero y de todo su entorno después, es el responsable de que el niño sepa y pueda hablar. Cuanto más rico sea el lenguaje, cuanto más conversemos con él, cuanto más lo escuchemos y cuanto más se sienta estimulado para la comunicación, mejores bases estamos poniendo no sólo para el lenguaje oral, sino también para el escrito. Junto al lenguaje oral, enseñarle imágenes, cuentos, leerle a diario a partir de los 18-24 meses le proporcionará unos conocimientos previos y unas bases fonológicas que le permitirán aprender el lenguaje escrito sin ningún esfuerzo antes de empezar la primaria.

Es un hecho cuando se ha empezado a trabajar la lectura como lenguaje y se comienza a estimular al niño desde los primeros años se han conseguido los siguientes logros:

  • Aumento del número de niños que llegan a primero de primaria dominando el lenguaje escrito. Saben leer, disfrutan y tienen la lectura como algo natural.
  • Detección temprana de los primeros síntomas que pueden acarrear dificultades, por lo que es posible resolver la situación de manera rápida ya que reeducar en primaria es mucho más costoso y dificultoso. Mejorando las estructuras lingüísticas básicas durante los primeros cuatro o cinco años de vida de nuestro hijo será como mejor ayudaremos a evitar que se presenten dificultades de lectura en edades posteriores.

  1. Pon a tu hijo en el suelo desde edades tempranas. Dale oportunidades para que pueda arrastrarse y gatear.
    Ayúdale a que ruede largo por el suelo, con los brazos extendidos por encima de la cabeza (como cuando se reboza una croqueta) y a dar volteretas. Le ayudarás a mejorar el sentido del equilibrio.
  2. A partir de los 18 meses, enséñale cuentos de imágenes, no como una obligación, sino como diversión.
  3. Conversa continuamente con él, dándole tiempo para que pueda contestar a lo que le dices.
  4. Utiliza un lenguaje lo más rico posible, con vocabulario variado y preciso.
  5. Léele cuentos cada día.
  6. Léele los carteles que encuentres por la calle, que vea que las letras dicen cosas, y que saber leer es útil para enterarse de las cosas.
  7. Si te dicen que tu hijo tiene dificultades para acordarse del nombre de las cosas o para identificar los colores dedica cada día un tiempo para hacer arrastre, gateo, caminar en patrón cruzado, hacer volteretas y rodar como una croqueta.
  8. Empieza haciendo cada día un minuto de cada ejercicio. Ves aumentando un minuto cada semana hasta llegar a hacer cinco minutos de cada ejercicio.
  9. Utiliza técnicas de motivación para hacer cada día estos ejercicios. Pon un cuadro de doble entrada en la pared de su habitación. En horizontal pon los días del mes. En vertical pones arrastre, gateo, caminar, etc. Pon un gomet en cada cuadro que haya hecho los ejercicios bien. Al final de la semana, dale un premio prometido: que venga un amigo a casa, cenar pizza, comprarle un regalo que hace mucho que pide, ver una película…
  10. Si pasados  cinco o seis meses  de entrenamiento,  te dicen en la escuela que tu hijo/a no mejora en su proceso de aprendizaje del lenguaje escrito, acude a un logopeda especialista. No esperes a que madure por el hecho de  cumplir años.
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