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¿En qué consiste la adolescentitis?

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La adolescencia es un momento difícil. Basta con sólo recordar la nuestra para saber que para nuestros padres también fue un momento complicado. Conocer cómo funciona el cerebro adolescente ayuda a que ambos, padres e hijos, puedan superar esta fase de una manera menos traumática de lo que suele ser habitual.

La adolescencia es un período de exploración y  crecimiento, una etapa de oportunidades, pero también de vulnerabilidades. Los cambios se producen entre los 12 y los 24 años, transformándose el cerebro de manera decisiva y complicada. Si como padre y/o educador te preocupás por conocer y analizar cómo piensa y cómo reacciona el adolescente, es bueno saber que no solo le ayudaremos a aprovechar este momento para crecer, sino que le ayudarás a evitar traumas que arrastrará toda su vida, y que son evitables.

Hay 4 características esenciales de la adolescencia, que son vitales para el desarrollo de la propia identidad del adolescente. Siegle las llama ESSENCE (esencia), por sus iniciales en inglés.

  1. Chispa emocional (ES: emotional spark)
  2. Compromiso social (SE: social engagement)
  3. Búsqueda de la novedad (N: novelty seeking)
  4. Exploración creativa (CE:  creative exploration)

La adolescencia es como un segundo nacimiento en el que se produce una especie de recapitulación de las experiencias infantiles, añadiéndose a ellas una serie de crisis y aprendizajes. Es una etapa en la que se abren paso gran cantidad de cambios que no son solo físicos, sino también cognitivos, emocionales y existenciales. Debido a ello, en este momento está la tendencia a cuestionar cómo funciona el mundo y cuál es el papel que se juega en él. Esto supone una verdadera revolución en todos los aspectos, porque los chicos y chicas en este período están inmersos en una montaña rusa emocional y cognitiva que les lleva a comportarse de una manera “revolucionaria”.

La rebelión de las hormonas y del cambio de posición socioemocional es lo que justifica que el mundo observe esta etapa como adolescentitis. El adolescente parece tener desarrollada ya la capacidad de pensar como un adulto, pero no actúa como tal. Esta cuestión tiene una respuesta clara: la madurez cognitiva y la madurez emocional no suelen ir unidas una con la otra.

Por eso, se tiende a considerar que, en muchos aspectos, el adolescente es aún emocionalmente inmaduro, definiéndose así como fluctuante, explosivo y temperamental (características que habitualmente nos hacen hablar de adolescentitis). Sin embargo, gracias a esa madurez cognitiva o de pensamiento, es que se logra iniciar la búsqueda de una identidad o esencia personal.

Habitualmente, el adolescente ha desarrollado sus capacidades emocionales hasta el punto de ser equivalentes a las del adulto. Sin embargo, aunque cuenta con ellas, no cuenta con la experiencia del adulto, por lo que se centra principalmente en el análisis de ese mundo emocional del que tiene que absorber lo máximo. Es frecuente que, en medio de su particular vorágine emocional, el adolescente manifieste con asiduidad estados emocionales negativos y emociones de gran intensidad que confunde justamente por manifestarse juntas.

Esta activación emocional implica tal sobrecarga que el adolescente no logra dar sentido a muchas de sus emociones de una manera acertada en un primer momento. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que todas esas experiencias le ayudarán a conformar la comprensión del complejo tándem compuesto por sus emociones, sus pensamientos, sus actuaciones y la situación psicosocial que perciben.

Millones de padres de todo el planeta se sentirán, sin duda, identificados con la situación que se menciona y que se denomina adolescentitis. Los hijos/as adolescentes, en su afán por mantener una actitud  desafiante, desatan una especie de rebelión contra las normas establecidas por los padres, los ya adultos o por toda la sociedad en sí.

Hay que tener claro que para el adolescente es también una etapa muy confusa, ya que no se encuentra a pesar de estar continuamente buscándose, reinventándose y cambiando. La estabilidad brilla por su ausencia y, desde luego, no se ve una luz al final del túnel. La complejidad de las relaciones familiares en la adolescencia se puede explicar en torno a los siguientes 3 factores delimitados (salvando, por supuesto, las diferencias individuales):

1. Conflictos con los padres y con su posición en la sociedad

En cierto período de esta etapa muchas veces los adolescentes son tratados como niños a la vez que se les pide que se comporten como adultos, arruinando de alguna forma la visión de madurez y certeza que tienen de sí mismos y perpetuando un estado de conflicto entre sí mismos y la sociedad. Esto, en la actualidad, se constituye como un fenómeno llamativo que podemos llamar desincronización. Básicamente se trata de que los desarrollos personales se producen cada vez de manera más precoz mientras que la integración de la persona en el mundo adulto y laboral se produce de forma más tardía. Esto prolonga la adolescentitis y agrava, muchas veces, los conflictos familiares.

2. Alteraciones anímicas

El adolescente es, por definición, emocionalmente fluctuante. Sus cambios de humor son más bruscos y presentan estados de ánimo más extremos y negativos con mayor frecuencia. Si se les pregunta a lo largo del día, suelen informar de mayor cantidad de sentimientos negativos que adultos y preadolescentes. Además, el adolescente es aún más fluctuante, intenso y negativo si no goza de popularidad entre su grupo de iguales, tiene un bajo rendimiento escolar o están presentes conflictos familiares como el divorcio. La adolescencia, aun considerando las diferencias individuales, es una etapa con grandes posibilidades de ser “emocionalmente complicada”

3. Conductas riesgosas

En su afán por ir en contra de lo establecido, los adolescentes, ese sumergen con mayor facilidad en comportamientos ilegales, antisociales, temerarios o, en definitiva, que impliquen algún riesgo. A diferencia de los conflictos familiares y las alteraciones anímicas, las conductas de riesgo son más probables en la adolescencia tardía y en la temprana juventud. Algo que se explica por la impulsividad y la tendencia a buscar nuevas sensaciones. Estos dos factores, junto a los comentados antes, nos ayudan a comprender que estamos ante un período crítico que necesita de la supervisión y de la guía (a una distancia prudencial y variable en función de las circunstancias, eso sí) de los responsables del menor.

Tenemos que tener muy claro que la adolescencia es una etapa en la que uno se impregna de lo que tiene el entorno, por lo que debemos cuidar mucho cuál es ese entorno, pero lo que está claro es que, la adolescencia implica una preparación a nivel familiar similar a la que se realiza cuando un recién nacido llega al hogar.

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