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El uso de dispositivos tecnológicos en menores de 3 años es altamente dañino

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Desde hace ya algunos añs que la gran mayoría de los psicólogos y psiquiatras se alzaron en contra del uso de las dispositivos tecnológicos en pequeños menores de 3 años. El uso de las tablets, los ipads, la wii, la playstation, los celulares e incluso la misma TV tiene un gran impacto negativo en el desarrollo de un niño de 1, 2 y 3 años de edad. Lo más triste y preocupante es la poca conciencia existente entre los adultos al respecto. De hecho, la apuesta se redobla proque se suele hasta “festejar” que sus hijos/as de 2 años ya saben encender la tele o iniciar un jueguito en el celular.

Si realmente queremos y nos interesa saber que es lo mejor para el desarrollo del cerebro y la inteligencia de un chico, la respuesta viene del más ingenuo sentido común: otro ser humano. Lo que más y mejor estimula el cerebro para alcanzar su potencial proviene de horas de juego con amiguitos de edades similares y con adultos conectados con ellos, alegres, sensibles y conscientes de su rol.

Todos los dispositivos tecnológicos que existen en la actualidad no son ni buenos, ni malos. Son herramientas que pueden ser muy útiles. El problema radica en el uso de los mismos a muy temprana edad y en el tiempo que los chicos pasan, sin supervisión alguna, frente a los mismos. Esto lleva a que un pequeño entonces no participe de juegos “reales” con movilización de todo el cuerpo y la imaginación.

A las horas de exceso de pantallas se le suman hoy en día otros factores de riesgo, principalmente adultos cada vez más estresados y a una pobreza de juegos “integrales” que involucren todo los sentidos e imaginación de un niño. Los datos científicos que correlacionan las horas de pantallas y los problemas de aprendizaje, lenguaje y conducta van llegando. Los efectos nocivos van desde problemas de atención, déficit del lenguaje, asma y obesidad hasta casos más severos de desconexión social.

Los “jueguitos” producen la estimulación continua de centros de gratificación inmediata en el cerebro, justamente lo contrario de lo que es adecuado para el crecimiento. Las experiencias sanas de juego justamente contribuyen a lo contrario: que un niño logre capacidades crecientes de tolerancia a la “frustración” y postergación de la gratificación. El juego con otros permite el aprendizaje del “compartir”, la paciencia, esperar turnos, ceder, negociar, crear y muchas habilidades más. A más horas de pantallas más alteración del humor con crecientes estados de irritabilidad. Los varones parecen estar ante mayor riesgo de quedar prendidos a las imágenes de una pantalla que las mujeres. Entre los mismos varones están los otros que se quedan prácticamente hipnotizados ante juegos de playstation o la wii y pasan horas y horas jugando. El objeto de aprendizaje principal de un número creciente de niños va pasando del interés “natural” casi espontáneo por aprender a descifrar las emociones sutiles en el rostro humano mientras hablan, ríen, juegan, lloran, se enojan, trepan, corren y saltan transfiriéndose a un interés pasivo y vacío de largas horas frente a una pantalla.

Al cerebro le sobra capacidad para aprender a descifrar como usar una computadora a edades mayores. La prioridad es aprender primero a regular y descifrar las emociones propias y del mundo social. Es decir, primero hacerse humano y luego el resto vendrá de manera mas integra y completa. Ejemplos sobran de las dificultades que se generan en los niños y adultos “superdotados” cargados de información pero cuyas habilidades sociales no les permiten establecer vínculos duraderos.

Lo ideal sería que los niños menores de 3 años no estén expuestos a ninguna pantalla. A partir de allí sería bueno poder limitar el acceso a pantallas a 1 hora diaria. Si la pantalla es compartida de manera interactiva con un adulto, en vez de ser nociva, hay estudios que señalan aspectos positivos, especialmente en el lenguaje. Más allá de todo, nada le gana al juego interactivo de: pelota, muñeca, autitos, plaza, etc. El desafío es hacerse tiempo para una de las cosas más importantes, nuestro hijo. Importante que lo que le propongamos a un niño sea por su bien y no por nuestra conveniencia. El aburrimiento lejos de ser malo, es necesario, dispara la creatividad y es origen de muchas invenciones.