Los tiempos han cambiado tanto que han transformado incluso la concepción de la maternidad, dando paso a una buena cantidad de mitos y convirtiendo la gesta en un proceso intimidante para algunas mujeres. Incluso queriendo tener un hijo, se abstienen de ello porque lo complicado del reto les abruma. Lo bueno es que, actualmente, solo la mujer es quien decide si qdesea ser madre o no. Hablamos de una gran conquista porque hasta hace relativamente poco tiempo había mucha presión social frente al tema.
El problema es que ahora algunas mujeres se fueron al extremo opuesto. Para ellas, tener un hijo dejó de ser un hecho natural y pasó a convertirse en algo demasiado complejo, que es mejor evitar. No es así. Lo único realmente importante en todo esto es que cada mujer sea consecuente con su deseo.
Experimentar cierto temor frente a la maternidad es perfectamente normal. Se trata de una situación que implica cambios estructurales, tanto en el cuerpo, como en el proyecto de vida. También es una experiencia que supone la aceptación de una cuota de dolor físico y psicológico. Ahora bien, a veces, también ese temor nace de otras fuentes distintas. Es posible que hayas escuchado historias que te impactaron mucho, especialmente de mujeres mayores. Hasta no hace muchas décadas los partos se producían en condiciones muy difíciles. No había una preparación adecuada por parte de las madres o no recibían una asistencia y atención muy completa por parte del personal médico.
Algunas mujeres también toman la decisión de dejar de ser madres porque no creen estar preparadas para ello. Sin embargo, nadie lo está en realidad. Una de las realidades de la vida es que nunca estamos suficientemente preparados para los que nos pasa. Ni para crecer ni para separarnos de las personas que amamos ni para envejecer, etc. También, es posible que abandonen la idea de ser madres porque piensan que la vida es muy difícil, o sienten que le heredarán a su hijo sus ansiedades, depresiones, etc. Quizás están viéndolo todo de una forma muy rígida y absolutista. No hay forma de que la vida no incluya sufrimientos, privaciones y errores. Aún así, también tiene maravillosos caminos a ser recorridos.
Sea cual sea la fuente de temor, lo más importante es que no vayas en contra de tus deseos más genuinos. Si de verdad querés tener un hijo, el camino a seguir no es dejar de ser madre por miedo, sino hacer una introspección para analizar la situación y encontrar las posibles resistencias: materiales, sociales o personales. ¿De dónde nace el miedo? ¿Es razonable o no? La introspección es solo una de las acciones que podés llevar a cabo.
También, podés informarte sobre los servicios médicos a los que tenés acceso en caso de que decidas tener un hijo. Es importante saber hasta dónde llega nuestra cobertura sanitaria, en qué tipo de centros seríamos atendidas y qué profesionales tenemos a nuestro disposición. También, verificar si nuestro servicio de salud nos ofrece cursos psicoprofilácticos y apoyo psicosocial durante el embarazo.
Es conveniente que a todo lo anterior sumemos una evaluación concienzuda de tu situación. ¿Contamos con el apoyo de nuestra pareja? ¿Contamos con el apoyo de nuestra familia? Estos son factores a considerar antes de tomar la decisión. Ni te hará feliz ser madre para complacer a otros ni lo hará dejar de ser madre porque los demás no lo vean con buenos ojos. Por otra parte, es importante valorar nuestras condiciones socioeconómicas. No hay que ser millonarios para traer un hijo al mundo, pero sí es necesario que poder ofrecerle cierta estabilidad y disponer de suficiente tiempo para dedicarle.
Una vez llevés a cabo esas acciones básicas, probablemente te sentirás más segura frente a lo que realmente quieres hacer. Que un hijo sea deseado o no suele tener consecuencias más allá del momento. Ese deseo es lo que en muchas ocasiones marca lo más profundo de su ser. Si quieres ser mamá, lucha por serlo de la mejor manera que puedas.