Algunos expertos descubrieron un cambio hormonal en los hombres que estimularía el cuidado de sus hijos; otros hablan sólo de un nuevo vínculo cultural. Cada vez hay más estudios que indican que el instinto paterno-filial, que nos lleva a cuidar, proteger y querer de manera especial a nuestros hijos formando un importante vínculo emocional y afectivo, existe en los hombres. Aumento de hormonas como la prolactina, la oxitocina y el estradiol en hombres que conviven con mujeres embarazadas, sumado al descenso de la testosterona en varones que van a ser padres, parece dar como resultado un comportamiento menos agresivo, más estable y más tierno en el futuro papá.
Claro que la idea de instinto en los seres humanos está bastante cuestionada. Son varios los especialistas que, incluso, ponen en duda que exista un instinto materno. En la crianza y en el cuidado de un hijo, de la cría humana, interviene siempre lo cultural. Que se segreguen hormonas inductoras del apego no quiere decir que haya instinto. Lo que llaman «instinto paterno» es consecuencia de una interrelación cultural o psicocultural. No es que hay algo innato, se aprende a ser buen padre.
Los conceptos clave que muchas veces pueden confundirse con instinto son la empatía y el apego: Lo que sí existe es la capacidad de empatía, de hacerse eco de lo que otro siente, a partir de la activación de neuronas espejo. Ésta es la base de las conductas maternantes. Hoy muchos padres desarrollan conductas de alimentación, de arrullo, de cuidado, que pueden sustituir a las de la madre. Cuando los varones tienen capacidad de empatía y están en contacto con el niño, son igual de capaces de decodificar las necesidades de ese niño que la mamá.
El apego, en cambio, es la necesidad de contacto del niño, que se relaciona con la capacidad de cuidado en los adultos. Cuando el hombre está más en contacto con sus hijos, como pasa ahora, desarrolla esta capacidad. Antes se creía que el apego era exclusivo de la madre, pero hoy se sabe que también el papá puede satisfacer ese necesidad de contacto físico. De hecho, otro estudio reciente realizado por un grupo de expertos franceses de la Universidad París XI-Orsay, en Francia, ha determinado que los padres son perfectamente capaces de reconocer, entre muchos otros, el llanto de su bebé. Y los hombres también muestran una notable ductilidad al interpretar ese llanto. La diferencia en la eficacia de un padre u otro a la hora de calmar a sus pequeños puede estar determinada por la cantidad de tiempo que pasa cada uno con el bebe y no con el sexo de esa persona.
A medida que los hombres pasan más y más horas con sus pequeños, son capaces de desarrollar las mismas competencias que una mujer para criar a un hijo. No es que la mujer, por tener algo genético, era mejor madre que un varón. Ni los hombres son ahora mejores padres porque se descubrió lo de los cambios hormonales. Sencillamente la mujer pasaba más tiempo con sus hijos porque el hombre trabajaba y ella se quedaba en la casa. Y hoy, que la mujer trabaja, los hombres pasan más tiempo con sus hijos y se espera del varón que tenga un vínculo más estrecho con ellos. Un padre que no juega, que no lo alimenta, estaría faltando a su rol.
Parece que hoy ser buen padre es una meta personal tan importante como la realización profesional. Muchos han dejado o adaptado su vida laoral para priorizar la crianza de sus hijos y pasar más tiempo con ellos. No son pocos lo que que han decidido abandonar trabajos que requerían irse a las 8 de sus hogares y regresar a las 21 hs… La vida del padre que se va todo el día y vuelve a la noche ya no tiene muchos adeptos. Estos “nuevos” padres elijen no sobrecargarse en pos de una seguridad que no les interesa. Calidad de vida para ellos no es llegar diariamente muertos de cansancio a sus casas y no pasar ver a sus hijos a la noche o no poder disfrutar un rato con ellos. La gran mayoría afirma rotundamente que, de todos los trabajos que han tenido y que tienen, ser padre es el más demandante, el más difícil, pero también es el que más te devuelve.
Pero ¿cuál es ahora la función de un padre? Para el psicoanálisis, es una función liberadora. Es el que separa a la madre del bebe; el que le dice al hijo «ésta es mi mujer, buscate otra» y lo expulsa del lado de la madre. La función materna, en cambio, es de nutrición y cuidado. Y esto no se ha modificado a pesar de que hoy el hombre comparta la crianza de sus hijos con la madre.
Lejos de la psiquis y de lo simbólico, en el día a día, la expectativa de lo que la función de un padre debería ser queda clara en una encuesta de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) realizada con motivo del Día del Padre, que se celebra mañana. En ese estudio, el 47,6% de los encuestados manifestó que la principal función de un padre es dar amor y estar siempre que su hijo lo necesite. En segundo lugar, con el 44,7%, los consultados respondieron que las funciones eran educarlos, enseñarles buenos modales, respeto y ponerles límites. Y sólo el 7,6% expresó que su función principal como padre era proveer económicamente a su familia. Además, el 45,3% dijo estar dispuesto a realizar tareas de cuidado de su hijo, el 38,8% asegura que además de cuidar a su hijo están dispuestos a realizar tareas del hogar y el 15,9% aseguró no ayudar en la casa ni en el cuidado de sus hijos, ya que su función es trabajar y mantener el hogar.
Para ciertos especialistas, que haya personas que se desentiendan de la crianza de sus hijos es la prueba irrefutable de que no existe el instinto en los humanos. Antes la burguesía acomodada mandaba a sus hijos a criarse con sus nodrizas y muchos de ellos morían en el viaje. ¿Dónde estaba el instinto materno? El ideal materno es un producto de la modernidad, surge de la Revolución Industrial, cuando los Estados se dieron cuenta de que la población era fundamental y había que cuidarla. Siguiendo esta lógica, no son pocos los que piensan que el ideal paterno actual sería más bien un producto de la posmodernidad y respondería a los cambios en las necesidades productivas actuales, con la incorporación de la mujer al mercado laboral.
Pero que no haya instinto paterno o materno no deslegitima la función, al contrario. Es más meritorio que no sea algo dado por la genética, sino adquirido y construido, surgido más del deseo que de la biología.