Un gran porcentaje de la salud futura del bebé está determinado por factores ambientales (nutrición, cuidados de la salud, higiene, educación, estimulación cognitiva y contención, entre otros) y no sólo por factores genéticos. Son determinantes la alimentación de la mujer antes y durante el embarazo, la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida, y la alimentación complementaria adecuada hasta los dos años.
Los genes con los que nacemos, no son los únicos determinantes de nuestro destino; se los puede “influenciar” para alcanzar el mayor potencial de cada uno. No todo está escrito y tenemos mucho por hacer para garantizar la salud futura y el máximo desarrollo físico, intelectual y emocional de nuestros hijos y de las futuras generaciones.
La nutrición es clave desde la gestación hasta los 2 años de edad. La salud de los niños está en nuestras manos desde antes de su nacimiento. La situación nutricional de la mujer embarazada y todo el ambiente alrededor del niño (en donde la nutrición juega un papel fundamental) impactan en su potencial físico, intelectual y emocional.
Un buen desarrollo mental es aquel que permite que el niño pueda cumplir todo su potencial genético. Esto se traduce en la posibilidad de alcanzar los resultados esperados para su edad en las 4 areas : cognitiva, motriz, de la comunicación y social. Para ello, la nutrición es esencial, como también lo es una estimulación adecuada y contínua y, un buen vinculo familiar. Si se logra que los niños tengan la mejor nutrición durante los primeros 1000 días de vida, la batalla por un desarrollo saludable estará cerca de ser ganada. La mayoría de los padres (o futuros padres) no sabe que las elecciones nutricionales en las etapas tempranas de la vida impactan en el desarrollo a largo plazo de su hijo.
La inclusión en su dieta de neuronutrientes y DHA (ácido graso esencial, del tipo Omega-3, que aporta beneficios al desarrollo cerebral) es indispensable para potenciar sus capacidades. Los padres pueden promover sus avances y medirlos a través de algunos hitos en cada etapa, que son fáciles de observar y reconocer.
Hitos por etapas:
- 2 y 3 meses : el bebé ya debe sonreir y reconocer a sus papás
- 4 y 5 meses: sigue objetos en movimiento con su mirada
- 5 y 6 meses: se sienta con apoyo
- 7 y 8 meses: empieza a gatear
- 8 y 10 meses : comienza a comunicarse
- 11 y 12 meses: se anima a caminar con ayuda
Cómo influye el estilo de crianza
Cuando, lamentablemente, un bebé nace en un entorno nada favorable, con poca estimulación, falta de apego, contención , afecto y mala nutrición, las consecuencias son practicamente irremediables y repercutirán en el desarrollo y crecimiento. No sólo se verá afectado su estado físico, sino que también se verán comprometidos su nivel intelectual y psicológico. Los niños que no hayan sido bien alimentados, que no hayan tenido estímulos y con carencia de afecto, es altamente factible que presenten trastornos del desarrollo psicomotor, dificultad social y retrasos en el lenguaje. A los 4 , 5 y 6 años, y aún habiendo cambiado su entorno (casos de adopción o mejoría en calidad de vida), pueden por supuesto haber una mejora en su desarrollo general, pero los efectos de la falta de atención en la infancia seguirán siendo evidentes.
Según resultados de diversos estudios, los chicos que han pasado su infancia temprana en orfanatos tienen peores puntuaciones en el terreno intelectual , en la inteligencia no verbal, en el lenguaje, en la memoria , en la atención , impulsividad y eficiencia cognitiva y en la psicomotricidad fina o destreza manual. Suelen tener mayores problemas de comportamiento, ansiedad y depresión, problemas sociales, problemas mentales, problemas de atención,y comportamientos agresivos. Aún habiendo pasado más tiempo con una familia adoptiva que en los orfanatos, la huella de ello resultó ser terriblemente evidente incluso en edades avanzadas, con casi 9 años de edad.
Los chiquitos podrán recibir los cuidados básicos en un orfanato: comida, abrigo, higiene pero si carecieron de una “calor de hogar”, de l cariño, afecto y atención de unos padres, pueden tener zonas inactivas en muchas partes del cerebro, sobre todo los lóbulos temporales, donde se procesan y regulan las emociones. Al no haberse activado como en los otros niños, la lógica dice que estos niños pueden tener una menor capacidad social y emocional. El cerebro de los bebés NO es un músculo al que hay que entrenar con las desgracias y frustraciones de la vida, privando a los niños de cariño, de abrazos, besos o de nuestra compañía para que aprendan a ser más autónomos.
Es obvio que ningún padre o madre en sus cabales proporcionará a sus hijos una crianza como la de un orfanato, basada en darle lo que necesita físicamente y dejándole hasta 15 hs en la cuna, pero es interesante saber qué pasaría si nos fuéramos a ese extremo. Sin llegar a ello, haciendo caso de las voces, opiniones y teorías que nos recomiendan dejarles llorar, hacer que duerman solos en sus cunas por la noche, aunque sufran, dejarles llorar un rato, que es bueno para que sus pulmones se expandan y para que aprendan que en la vida no lo van a tener todo, etc., podríamos lograr algo similar. Probablemente los defectos serían menores, probablemente habría menos áreas inactivas del cerebro, pero si la falta de cariño, amor, afecto y apoyo en un bebé puede hacer que las repercusiones sean visibles incluso a los 9 años de edad, está claro que lo que hagamos con nuestros hijos, incluso cuando son pequeñitos, podrá determinar en gran medida quiénes serán en la edad adulta.
Tranquilamente se puede comparar la infancia temprana de los niños, digamos los primeros 4-5 años, con la estructura de un edificio. Una estructura que se hace con paciencia, de manera estudiada en base al terreno y la climatología, con los mejores materiales y reforzada tanto como necesite aguantará siempre más que una estructura hecha con peores materiales, rápido para acabar antes y con menos cuidado en su creación. Quizás aguante también lo mismo que la primera, pero quién sabe si las grietas no serán mayores, si cualquier día empieza a caerse el techo de los balcones o si las humedades aparecen antes de que lo que se espera. Un edificio depende de sí mismo, de su estructura y, obviamente, depende de dónde esté. Por eso un bebé no sólo depende de sí mismo, sino también del entorno en el que vive.
El cuidado y la atención de una madre hacia un hijo es tan importante que es capaz de modificar la estructura del cerebro. Una investigación avala científicamente los beneficios de la influencia materna en los primeros años de vida, una etapa decisiva para el desarrollo de la personalidad, afirmando que el amor materno mejora el cerebro del niño.
Los niños que han sido cuidados y apoyados por sus madres durante sus primeros años de vida tienen un cerebro con un hipocampo más grande, una estructura clave importante para el aprendizaje, la memoria y la respuesta al estrés. El apoyo de la madre durante el proceso de adaptación del niño en la infancia produce cambios en el hipocampo, aumentando su tamaño casi un 10 % en aquellos niños que habían sido cuidados y queridos, en comparación con los niños cuya relación materna no es tan enriquecedora.
El hipocampo es una estructura muy importante del cerebro. Su función principal es la gestión de respuesta ante el estrés. Los niños pequeños no son capaces de gestionar el estrés como lo hacemos los adultos (su cerebro todavía no está “entrenado” para eso). Sin lugar a dudas, la actitud de una madre cariñosa y pendiente de las necesidades del niño es clave para ayudarle a adaptarse a las situaciones de estrés. Esta parte del cerebro también es clave en los procesos de aprendizaje y memoria. Parece mentira que un estudio científico tenga que venir a resaltar la importancia de la crianza de los hijos. Es sabido que un ambiente agradable y con estímulos en el que el niño se siente querido, seguro y respetado es decisivo para el chico en todos los niveles. Y, ahora además se sabe que el amor materno mejora el cerebro del niño.