El supuesto efecto Mozart sobre la inteligencia es un asunto de muchas controversias desde los años 90. Los primeros artículos científicos publicados avalaron cierta influencia de la música del austriaco más universal en el desempeño intelectual, pero también aparecieron detractores. Es una leyenda científica que ha dado sustento a un potente negocio. Igualmente, mas allá de la controversia, el enorme repertorio musical del genuino Mozart es un deleite para quienes lo escuchan.
La evidencia científica no es concluyente. Lo que sí ha prosperado es una potente comercialización de libros, CDs y demás mercancías. Este material se fundamenta sobre todo en el honesto interés de los padres por querer potenciar la inteligencia de sus hijos.
¿Cómo nació el “efecto” Mozart?
En el año 1991, el investigador Alfred A. Tomatis publicó el libro “Pourquoi Mozart”, en el cual explicaba que utilizando una metodología de su autoría, podía ayudar en el proceso de curación de pacientes con depresión con la música de Mozart. Más tarde, en 1993, la psicóloga Frances Rauches, publicó un artículo titulado Music and Spatial Task Performance. En el texto explicaba los resultados que habían tenido 36 estudiantes mientras hacían unas pruebas de razonamiento espacio-temporal. El estudio separó a los estudiantes en grupos. Unos oían la sonata para dos pianos en re mayor de Mozart, otros escuchaban instrucciones de relajación y un tercero grupo estaba en silencio haciendo las pruebas. Los investigadores encontraron que los que habían oído la pieza de Mozart habían tenido mejores resultados. La noticia se esparció por el mundo. Miles de titulares comenzaron a vender la idea de que la música de Mozart podía estimular el cerebro y aumentar la inteligencia. Sin embargo, el estudio publicado no se había hecho en niños y solo hablaba de una muy modesta y momentánea mejoría del Coeficiente de Inteligencia en unos pocos estudiantes universitarios.
Tras el boom mediático estalló el boom comercial. Aparecieron los primeros CD que ofrecían música del autor austriaco para bebés y para madres y padres. Detrás de esa jugada estaba Don Campbel, un músico estadounidense que no tenía ninguna vinculación con el estudio de Rauches. Campbel publicó dos bestseller en los que hablaba del efecto Mozart para curar todo tipo de males. De hecho, acuñó y registró el término efecto Mozart. Después vinieron una docena más de CDs que promocionaban los beneficios del efecto Mozart. En el año 1998, el gobierno del estado de Georgia, Estados Unidos, empezó a entregar CDs de la música de Mozart a las madres que daban a luz. El mismo ejemplo fue seguido por otros estados. Se organizaron conciertos para bebés y se dispararon las ventas de material relacionado con el efecto Mozart.
Entre 1999 y 2013, investigadores de distintas universidades en todo el planeta han desacreditado la posible influencia del efecto Mozart en la inteligencia de bebés, niños y adultos. Escuchar música en general y más si es del agrado de quien escucha, puede mejorar algunas competencias cerebrales. Hacerlo invita a la relajación y estimula la creatividad, pero el aumento de las habilidades es circunstancial, estadísticamente insignificante y momentáneo. Las investigaciones desarrolladas en universidades como Harvard, California y Viena, estudiaron el impacto de la música de Mozart o de cualquier otro tipo de de música sobre la inteligencia humana. Los resultados demostraron que la música no hace inteligente a nadie. Pero, a pesar de los estudios que desacreditan el llamado efecto Mozart, el boom comercial siguió en ascenso. Millones de madres y padres siguen poniendo la música del brillante Mozart a sus hijos, incluso desde antes de nacer. También, son reconocidos los efectos de la musicoterapia, que no necesariamente utiliza la música de Mozart.
Es nuestra decisión individual si queremos creer o no. Hay un mercado enorme detrás del efecto Mozart. Sin embargo, ello no desacredita la genialidad de la música creada por el artista. Un acervo musical que pertenece a la humanidad, que es mucho más rico y diverso que la sonata que se hizo famosa. Si disfrutamos de Mozart, si sentimos que es perfecta para los ejercicios de estimulación prenatal y si nuestros hijos disfrutan escuchando esta música o cualquier otra mientras estudian o hacen sus deberes, no tenemos por qué privarnos de este placer musical. Escuchar la música de Mozart nunca será negativo para nadie.