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¿Cuándo es aconsejable empezar a ir al jardin?

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Todos los padres suelen plantearse esta pregunta después de que su hijo/a cumple el año. Es entonces cuando empiezan a aparecer diferentes posturas, perspectivas y opiniones como :

  • Que es mejor que vaya a un lugar donde esté estimulado por profesionales antes que ser cuidado en el hogar por una niñera.
  • Que el pediatra dice que es mejor que permanezca en su hogar porque sino, al estar alejado de sus padres y dentro de un grupo numeroso, se enfermará y estresará.
  • Que lo ideal es que socialice desde chico y se acostumbre a no ser el único.
  • Que la casa es el lugar indicado porque necesita afirmarse antes de salir al mundo.
  • Que si aprende a ser independiente mejora su seguridad y su autoestima.

Desde la perspectiva de las políticas públicas, la edad para que un niño/a comience a ir al jardín es desde los 3 años de edad. El año pasado entró en vigor la ley 27.045, que establece que la sala de 4 sea obligatoria. Sin embargo, en un área en la que priman las propuestas provenientes del ámbito privado, cada familia se acomoda según sus posibilidades, realidades y sus necesidades. Muchos padres no se animan a dejar a sus hijos a cargo de niñeras en sus casas y prefieren la opción de los jardines maternales porque consideran que allí encontrarán personal experimentado. Esto les genera mayor tranquilidad, sobre todo cuando deberán estar trabajando jornada completa fuera de la casa.

Otros padres optan por dilatar unos días la escolarización y suelen concurrir a grupos de juego en espacios pensados para compartir con los progenitores padres, talleres, parques, plazas, y que el chiquito sea cuidado por familiares. En estos casos, igualmente suele temerse por las potenciales consecuencias de lo decidido (¿será menos sociable si arranca más tarde? ¿Se estresará si lo mando y aún no estaba preparado?) y es usual encontrarse con perspectivas que no sólo entran en cortocircuito, sino que se oponen las unas a las otras. No son pocos los que consideran que un chico de un año no está preparado para ser uno más entre 15 o más chicos, sin contar con alguien que atienda exclusivamente sus necesidades. Además, desde esta perspectiva, hasta los 3 años la interacción entre los chicos se limita a sacarse juguetes, morderse, tirarse del pelo y poco es lo que se socializa, ya que es una etapa en la que lo lúdico se desarrolla en forma individual, lo que los expertos denominan “juego paralelo”.

No existe una condición objetiva que determine a qué edad debe ir un chico al jardín, esto depende mucho de cada caso y que tiene mucho más que ver con el contexto y la dinámica familiar que con el desarrollo evolutivo del niño.

No son pocos los que consideran que un chico de un año no está preparado para ser uno más entre 15 o más chicos, sin contar con alguien que atienda exclusivamente sus necesidades. Además, desde esta perspectiva, hasta los 3 años la interacción entre los chicos se limita a sacarse juguetes, morderse, tirarse del pelo y poco es lo que se socializa, ya que es una etapa en la que lo lúdico se desarrolla en forma individual, lo que los expertos denominan “juego paralelo”. El tiempo pasa muy rápido y el momento de crecimiento con los hijos, en la medida que uno pueda, es mejor que sea compartido en familia antes que en un jardín, en sala de dos o sala de tres. Ya después, sala de cuatro y preescolar por supuesto que sí le viene bien al niño, porque lo sociabiliza, lo estimula, aprende canciones, mejora su habla y aprende el trabajo en equipo.

Si bien puede pensarse que el tener hermanos más grandes puede generar estímulos en casa y determinar que la escolarización se postergue, en algunos casos ocurre lo contrario, y los más chicos suelen aburrirse al quedarse solos en la casa, sin la presencia de sus hermanos. Muchos jardines cuentan con salitas desde el año o los 18 meses, y si ambos padres trabajan y la adaptación del niño se lleva a cabo gradualmente, es mejor que concurran a la institución educativa en lugar de pasar horas con personal que no sea tan idóneo y no sepa ocuparse.

Muchos especialistas hoy sostienen de que la idea de que antes de los 3 años los nenes no interactúan -y que por ende no necesitarían de la socialización que brinda un jardín- es antigua. En estos últimos tiempos se han ido generando nuevas necesidades, tanto intelectuales como sociales. Lo que antes uno tal vez resolvía con los primos, con los amigos del barrio, cuando se juntaban naturalmente chicos de todas las edades, hoy cambió: cada uno está bastante solito en su casa, ni siquiera con los primos se ven tanto. Por eso ,los chicos hoy necesitan socializar antes. Y desde lo intelectual lo mismo, agarran el celular y lo saben manejar mejor que uno, están expuestos mucho más a contenidos en la tele, en el cine, en el teatro; están compartiendo más con los adultos y también escuchan otro tipo de conversaciones. Sería empobrecer su vida si uno no le brinda también otro tipo de estimulación.

Lo aconsejable es que a partir del año asistan a propuestas en donde se pueda socializar, pero en un espacio más reducido, de ser posible una casa. De hecho, en el último tiempo proliferaron las ofertas de este tipo, que buscan ocupar ese espacio de interacción familiar o vecinal que quedó vacante, y que muchos padres que aún no se sienten preparados para mandar a sus hijos al jardín de infantes aprovechan. Lugares como Play, Planeta Juego, Ludilau, Risas de la Tierra, brindan entre sus propuestas talleres para que compartan padres e hijos, y a su vez los nenes interactúen con pares. Los jardines rodantes son otra alternativa cada vez más solicitada. Se trabaja en grupos reducidos, individualmente, con chicos de edades homogéneas. El tiempo de propuesta lúdica es más reducido al del jardín, no así las propuestas llevadas a cabo. La edad más común para iniciar estas propuestas, que suelen prescindir de la presencia de los padres y pueden ser entre una y tres veces por semana, se da alrededor del año (entre los 12 y 15 meses, lo que llama “la antesala del jardín”).

Los expertos lejos están de coincidir en los riesgos que puede acarrear tanto una adelantada institucionalización (principalmente se habla de estrés infantil, visibilizado por cambios de conducta, aferramiento a un objeto transicional que había sido dejado de lado, o cambios repentinos de humor o en los hábitos) como una escolarización tardía (si se posterga excesivamente puede haber dificultades en la posterior integración a nivel social), siempre y cuando el chico empiece en sala de cuatro o preescolar, las decisiones que tomen los padres, con responsabilidad, cuidado e idoneidad,  serán las correctas.

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