Se denominan trastornos generalizados del desarrollo o TGD, a un grupo de trastornos caracterizados por retrasos en el desarrollo de las aptitudes de socialización y comunicación. Los padres pueden observar síntomas ya en la primera infancia, y la edad típica para el comienzo de la enfermedad es antes de los 3 años de edad.
Desde la Fundación INECO Argentina, se mencionan una serie de manifestaciones que pueden alertar sobre la necesidad de una consulta especializada cuando se está frente a la duda de que el desarrollo no sigue los patrones habituales:
- El bebé no sonríe en respuesta a una cara sonriente.
- No mira a los ojos.
- El bebé no acompaña con ningún movimiento del cuerpo cuando se lo levanta.
- El niño no responde a su nombre y resulta difícil conseguir su atención.
- No encuentra placer en compartir intereses con los padres (por ejemplo, señalarles un objeto que le gusta y disfrutar del interés compartido).
- Tiene dificultades para buscar consuelo y ofrecer consuelo.
- No juega simulando imitar conductas sociales, como jugar a servir el té, por ejemplo.
- No parece atender a las normas sociales.
- Cuando habla (ya que estos niños, generalmente, adquieren el lenguaje más tardíamente que otros niños), tiene una forma de hablar inusual, como si fuera mecánica, o siempre en un mismo tono, o con volúmenes inusuales.
- Le cuesta usar el lenguaje con fin comunicativo.
- Pasa mucho tiempo mirando objetos, luces en movimiento o sus propias manos.
- Se tapa los oídos cuando hay algunos sonidos o cuando hay mucha gente.
- A veces, cuando se lastima o golpea, parece que no siente dolor.
- Efectúa movimientos repetitivos como balancearse con el cuerpo, aletear con las manos, o salta.
- Tiene buena relación con los objetos, a veces puede pasarse horas haciéndolos girar.
- Necesita que las cosas estén siempre iguales.
- Se enoja si le cambian las rutinas, los recorridos, el orden de los objetos.
- Cambia bruscamente de humor sin razón aparente; puede presentar berrinches sin motivo aparente.
Si bien la existencia de una u otra en forma aislada no siempre deben ser motivo de preocupación o sugerir la presencia de un trastorno del desarrollo, su existencia, lejos de generar ansiedad en quienes lo detectan, deben ser fuente de consulta.
Los síntomas pueden incluir problemas para:
- Usar y entender el lenguaje.
- Dificultad para relacionarse con las personas, objetos y sucesos.
- Juegos poco usuales con los juguetes y otros objetos.
- Dificultad con los cambios de las rutinas o el ambiente familiar.
- Movimientos corporales o patrones conductuales repetitivos.
Como el diagnóstico de TGD se ha incrementado en los últimos años, se plantea la detección de situaciones clínicas de fácil identificación en el primer año de vida que permitan mejorar el diagnóstico y facilitar la intervención temprana. La intervención precoz incluye programas educativos y servicios de apoyo adecuados y especializados. Desempeña un papel fundamental para la mejora del desenlace en las personas afectadas por los TGD. Sin embargo, a pesar de la necesidad del diagnóstico precoz, no disponemos en la actualidad de ningún marcador biológico para el TGD y, por tanto, la detección de esta patología debe focalizar su atención en la valoración de la conducta clínica.
Respecto de la existencia de algún tratamiento, los investigadores señalan que no hay cura conocida para los trastornos generalizados del desarrollo (TGD). Se usan algunos medicamentos para tratar problemas conductuales específicos. La terapia en los niños con TGD debe especializarse de acuerdo a la necesidad. Algunos niños con TGD se benefician de salones de clase especializados en los cuales el grupo es pequeño y la instrucción se da de forma personalizada.