Cuando nos llega el momento de la maternidad y la paternidad, la realidad es que todos/as buscamos ser “los padres perfectos” o al menos “casi perfectos”. La idea de traer un niño al mundo conlleva una gran responsabilidad, y es habitual que, en ocasiones, nos obsesionemos en ser “superpapás” o “supermamás” leyendo un sinfín de manuales e inscribiendo a nuestros hijos a numerosas actividades extraescolares con la idea de que sean los mejores, los más listos, los más buenos, los más generosos y solidarios, los más “exitosos”. Es fundamental que los niños aprendan a apreciar el valor de las cosas y lo importante que es conseguir algo por uno mismo. Aunque no lo creamos, la sobreprotección es perjudicial.
Los chicos nunca te van a pedir que seas la mejor madre o el mejor padre del mundo. Lo que todo pequeño/a necesita es que estés con él/ella, que lo hagas feliz y le ayudes a madurar con seguridad para tomar sus propias decisiones y elegir su propio camino. Se trata solo de cuidar, sin sobreproteger, y educar desde las emociones. Es por eso que es importante tener en cuenta esos errores que, en ocasiones, cometemos en la educación de nuestros hijos. Son dimensiones que podemos pasar por alto y en las que a veces no caemos, por falta de tiempo o por desconocimiento.
No escucharlos o prestarles atención
Los niños se pasan el día haciéndonos preguntas, contándonos cosas y haciendo imaginativos comentarios que, en ocasiones, no acabamos de comprender. Para poder ser capaces de escucharlos y prestarles la debida atención es necesario armarse de paciencia y, escuchar cada situación que nos narre como si fuera la cosa más importante del mundo porque, en realidad, lo es. Si no le prestamos atención, si a cada instante le decimos que estamos ocupados o que no tenemos tiempo y vamos de un lado aotro a las corridas, llegará un día en que el niño ya no venga a nosotros para contarnos sus cosas y, prefiera encerrarse en su cuarto con su computadora, su tablet, su celular o la playstation, Esto no es nada sano, sino todo lo contrario.
Retarlo por cada cosa que hace mal
Los niños necesitan saber donde están los límites, tienen que comprender qué está bien y qué está mal para así poder actuar con seguridad conociendo qué se espera de ellos en cada momento. Para crecer y madurar es necesario cometer errores y es común que los niños los cometan, que se porten mal de vez en cuando y que tengan reacciones inadecuadas. Es básico que en la educación de nuestros hijos aprendamos que, después de una sanción, debe aportarse una lección. Es decir, si hace algo mal, hay que enseñarle cómo corresponde hacerlo, cómo hay que comportarse, etc. Si le va mal en una evaluación, preguntarle qué fue lo que le pasó o, si tuvo una pelea con un compañero y le pegó, hay que explicarle por qué esas acciones no están bien y averiguar qué fue lo que llevó a actuar de esa manera. Educar no es sancionar, sino que es crear puentes de aprendizaje. Es por eso, que es positivo reforzar cuando hace las cosas bien y, también ser capaces de guiarlo en cada uno de sus errores.
Hacer las cosas por ellos
Es posible que le cueste mucho hacerse el nudo de los zapatos o resolver cierta tarea escolar. No pasa nada, lo importante es darle tiempo y la seguridad de que va a lograrlo. Si sus hermanos u otros niños terminan las cosas antes que él/ella, los papás tenemos que comprender que cada niño, al igual que cada hijo/ es único/a y, hay que respetar sus particularidades. Si resolvemos nosotros sus temas para hacerles la vida más fácil, estaremos cometiendo un grave error. La sobreprotección es un modo de educar a niños inmaduros e inseguros. Lo que se debe hacer es sólo brindarles tiempo, dedicación y darles responsabilidades nuevas cada tanto (siempre acorde a su edad, por supuesto). Cuando consigan cumplir ese objetivo que les costó esfuerzo por sus propios medios, van a terminar sintiénsoso más confiados con ellos mismos y, más orgullosos por el logro obtenido.
Proyectar nuestros deseos en él o ella
Siempre tenemos que respetar la personalidad de nuestro hijo/a y apotarlo/a en cada cosa que lleve adelante. Cada niño tiene su propio carácter y eso es algo que debemos entender desde el principio. Es bueno que tenga siempre sus propias ideas. La educación no se trata de crear niños iguales, mentes que piensen de la misma manera, ni personas que se comporten del mismo modo. Hay que orientar a nuestro hijo/a para que encuentre su propio camino y para que sea una persona madura de acuerdo con su forma de ser.
Compararlo con otros chicos/as
El comparar a nuestros hijos con otros niños del colegio o con sus propios hermanos es un error que sule ser muy comenntado pero aún es así es que casi siempre cometen muchos padres. Hay muchos/as que, muchas veces, sin querer, terminan cayendo en el descuido de decir delante de ellos las típicas frases como: “Mi hijo no es tan listo como el tuyo, qué se le va a hacer…” “Mi hijo mayor es más tímido que chiquito, debe ser por eso que no es muy carismático y tiene pocos amigos”. “El mayor es muy tranquilo y paciente, en cambio, el del medio me salión inquieto y más desobediente…”. Al hacer esto, los estamos estigmatizando. Debemos cuidar mucho nuestras palabras, ya que los chicos se dan cuenta de muchos más detalles de los que pensamos, los cuales, a largo plazo, pueden convertirse en auténticos traumas para ellos. El compararlos con otros les trasmite un sentimiento de inferioridad y una posible baja autoestima que puede perjudicar mucho su madurez emocional. Hay que lograr que cada uno de nuestros hijos/as sea único/a y especial dentro de sus particularidades, Quererlos por igual e incentivar su madurez, su responsabilidad y su autonomía, para que en el futuro puedan ser personas felices.