Las reglas familiares moldean en gran medida los valores y las pautas para que cada quien se relacione consigo mismo y con los demás. La mayoría de estas normas se aplican y se transmiten sin ser apenas conscientes de ello.
Las reglas familiares son esos acuerdos que limitan o promueven una amplia variedad de conductas en la familia. La palabra clave allí es “límite” y, en principio, ese término tiene algo de antipático precisamente porque restringe la libertad, de un modo u otro. Sin embargo, son fundamentales para lograr la adaptación a la cultura, además de facilitar la construcción de voluntad, resiliencia, etc. A diferencia de las normas que hay en una escuela o en otras instituciones, las reglas familiares no están escritas en ninguna parte, ni conforman un estatuto que los involucrados acuerdan o firman. Muchas veces ni siquiera la familia es consciente de que practica o promulga algunas de ellas.
También, sucede que precisamente por no ser plenamente racionales y deliberadas, las reglas familiares incluyen contradicciones. Sucede cuando se ordena algo que no se cumple y no hay consecuencias por ello; o cuando se defiende algo, pero se premia lo contrario, etc. Sin embargo, tales normas dejan huellas muy profundas en cada uno de los miembros.
Aunque toda familia tiene sus reglas, hay que decir que la mayoría de estas normas jamás se plantean explícitamente. Así mismo, no todas estas pautas son permanentes o inmutables. Algunas duran mucho tiempo, incluso para siempre, mientras que otras son temporales o nunca llegan a concretarse, aunque se hayan promulgado.
Así pues, las reglas familiares tienen diferente jerarquía, lo cual da lugar a tres niveles de normas:
Un ejemplo de regla reconocida es: “no se llega a esta casa después de la media noche”. Uno de regla implícita puede ser: “se cree en Dios”. Finalmente, un ejemplo de regla secreta puede ser la de destruir la ilusión de alguno de los miembros de la familia cada vez que quiere emprender algo nuevo.
Lo ideal es que las reglas familiares se acuerden primero en la pareja y luego con los hijos. Sin embargo, son muy pocas las familias en las que esto se hace. Lo usual es que dichos acuerdos se produzcan de manera implícita o jamás se hagan. Esto da pie a cierta confusión en la familia sobre lo que está permitido, prohibido o resulta válido o inválido.
Una regla familiar es funcional cuando se cumple y opera en la práctica como factor que facilita y da buena calidad a la convivencia. Para que esto ocurra, la norma debe ser explícita, pero también tener un margen de flexibilidad inteligente. Las normas demasiado rígidas conducen a la falta de autonomía o a la rebelión. Las reglas disfuncionales también se configuran cuando implican contradicciones o legitiman una situación destructiva. Ejemplos de ello son los padres que gritan a su hijo: “¡no grités!” O aquellas en las que un miembro de la familia se queda con los privilegios, mientras que otro solo recibe las cargas.
Todas estas reglas definen la lógica dentro de la que se mueve una familia. Esta termina moldeando también la lógica dentro de la que se comporta un individuo. Por eso tienen gran importancia y le dan un sello particular a la relación con los demás dentro y fuera de la familia.
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