Considerado un trastorno de aprendizaje porque repercute fuertemente en el aula, el déficit de atención con o sin hiperactividad afecta del 2 al 5% de los chicos.
Tanto en casa como en el Jardín de Infantes lo consideran un chico revoltoso, travieso, inquieto, no más que eso. Pero, apenas comenzada la vida escolar las quejas de los maestros no tardan en llegar : el chico no atiende, se dispersa con facilidad, está “como en la Luna”, molesta al resto de los compañeros, es impaciente e impulsivo. Malas notas y mal comportamiento redundan en un cóctel que inicia el peregrinar de los padres por los consultorios de psicólogos, psicopedagogos, neurólogos y otros profesionales en busca de un diagnóstico. A menudo el resultado de este último, no siempre obtenido de la manera más rigurosa, es que el niño presenta un sindrome llamado “déficit de atención” (ADD) o el mismo trastorno pero con hiperactividad e impulsividad (ADHD).
El ADD es un trastorno caracterizado por un atención lábil y dispersa, que no les permite a los niños incorporar información en forma correcta o suficiente. El ADHD le suma a esto una marcada inquietud, impulsividad, torpeza motora y poca tolerancia a las frustraciones. En más de la mitad de los casos, el sindrome se da bajo esta forma. Con o sin hiperactividad, el déficit de atención se lo considera una alteración funcional que tiene que ver con un grupo de desórdenes neurobiológicos (relacionados con el funcionamiento de determinadas áreas del cerebro), y en la mayoría de los casos es hereditario. Es más frecuente en los varones que en las mujeres y tampoco es algo nuevo, ya que antes se lo conocía con otros nombres, como sindrome hiperkinético.
¿Es posible detectarlo antes de la edad escolar?
Un diagnóstico adecuado lleva varias etapas y debe ser realizado por profesionales idóneos, pero un padre o una docente pueden observar algunos signos desde los 3 o 4 años : el chico no puede quedarse quieto ni sentado, no acata ninguna de las órdenes de su maestra, no consigue compartir juegos con sus compañeros ni sabe esperar su turno, y es muy distraído. Esto no significa que tenga ADD o ADHD, pero sí son señales que no se deben pasar por alto y que ameritan una consulta.
El principal problema con este trastorno es que muchas veces el mismo es sobre-diagnosticado : niños desatentos o hiperactivos debido a otros padecimientos como duelos, depresión, violencia o abuso sexual pueden ser erróneamente etiquetados como pacientes con ADD/ADHD. El sindrome se ha convertido en la última década en la “vedette” de los trastornos infantiles. Lo más peligroso de un mal diagnóstico es que el tratamiento incluye, en la mayoría de los casos, la prescripción de psicofármacos. Uno de los que más se utiliza es la administración del metilfenidato, conocido como “Ritalina”, como “solución” a los conflictos de conducta de la infancia.
Las escuelas se han poblado de un modo “epidémico” de niños que se distraen con facilidad, se muestran desatentos y con dificultades para los aprendizajes formales. Niños inquietos que presentan reacciones impulsivas y con dificultades para aceptar normas y reglas. Para muchos, esto tiene un nombre : ADD. profesionales, docentes y buena parte de los medios de comunicación lo consideran como problema de aprendizaje y comportamiento que responde a un déficit de atención, de concentración y, en última instancia, de dopamina (droga utilizada en psiquiatría para combatir el trastorno).
Un buen proceso de diagnóstico comienza por despejar toda duda acerca de otros problemas: físicos (de visión, audición , respiración o anemia) o psiquiátricos (depresión, bipolaridad, etc). Luego de descartar todo lo demás, se averigua a qué edad comenzaron los sintomas, que ven los padres, cómo es su entorno familiar, qué pasa en la escuela (entre otros factores de importancia), y se procede al tratamiento.
A pesar de que este trastorno sea tan temido por los padres, es un cuadro crónico que se puede reeducar, manejar y contener. Es muy importante no precipitarse y agotar todas las posibilidades antes de recurrir a la medicación. Si se le da medicación, en caso que la necesite, tiene que acompañarse con un tratamiento interdisciplinario donde el pediatra, el neurólogo, el psicólogo y la psicopedagoga, la familia y la escuela trabajen con los sintomas y con el nudo del problema. Muchas veces, si se trabaja así, la medicación no se da o se retira a los pocos meses, porque se ve que el chico puede avanzar con esos apoyos.
El sindrome de hiperactividad y déficit de atención no es una alteración que se cure, pero sí que se puede trabajar, para que el chico logre desempeñarse lo mejor posible en todos los ámbitos. La familia puede ayudar muchísimo, estimulando a estos nenes para que realicen actividades en las que realmente se sientan competentes, como las deportivas o artísticas, enseñandoles a organizarse, estableciendo ciertas reglas que marquen los límites dentro de los cuales deben actuar y, principalmente, brindándoles todo el afecto y la contención que necesitan.
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