La mejor enseñanza y “herencia” que puede dejarle una mamá a sus hijos/as es haberse sanado como mujer.
A lo largo de la vida, una mujer interpreta una larga lista de papeles. Uno de los más importantes es ser madre. Si a esto le unimos que una madre no deja de ser mujer, hija, hermana, tía, esposa, novia o amiga, nos encontramos con un montón de prioridades anudadas. Desenredar estos roles es bastante complicado si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad que impone ciertas obligaciones a la mujer simplemente por el hecho de serlo.
De este modo, es nuestra responsabilidad sanar la relación de las mujeres consigo mismas, tanto a las presentes como a las futuras. Es indispensable hacerlo de inmediato ya que, de esta manera educaremos a nuestras hijas en el gran valor del auto-respeto, así como a nuestros hijos a respetar al mundo femenino. El objetivo es que ni ellos impongan expectativas ni ellas se autoimpongan obligaciones o sacrificios por haber nacido mujeres.
¿Cómo lograrlo?
- Una mujer sana hace caso omiso al rol de sufridora que la sociedad le impone.
- Ser mujer no significa tener que aguantar que se sobrepasen nuestros límites emocionales. Además, una mujer sana reconoce su valor y el del resto de las mujeres, sin medias tintas ni inferioridades.
- Otra asignatura pendiente es la sexualidad. Disfrutar de ella plenamente, amarnos, respetarnos y no ocultarnos es bien difícil para el mundo femenino. Sin embargo, una persona completa respeta sus deseos y sus necesidades, permitiéndose explorar y potenciar todo tipo de inquietudes.
- Otra de las grandes lecciones es haberse permitido sanar sus heridas emocionales, al mismo tiempo que no deja que su pasado destruya su presente. Este paso es complicado, pero cerrar etapas y heridas significa construir un presente mejor para uno mismo. Las relaciones saludables solo se establecen cuando dejamos de cargar en los demás nuestras responsabilidades y el peso de nuestra vida.
- Evitar depender emocionalmente de sus hijos como crear dependencias en ellos. Este paso es indispensable para poder ofrecer un gran legado presente y futuro, pues significa aprender a dar y a recibir en la misma medida.
- Si una mujer se ha sanado de verdad no siente que sus hijos son una “carga”. La crianza y la relación de una madre con sus hijos es de una u otra manera según las etapas en las que nos encontremos. Por esta razón, aunque resulte más o menos dificultoso caminar por la vida según las circunstancias, saber poner cada cosa en su lugar es uno de los mayores dones que desarrollamos al sanarnos como mujer.
- Sabe que no es indispensable para nadie, excepto para sí misma. Esta mujer no esperará que los demás valoren lo que hace por ellos, sino que simplemente amará libremente.
- No renuncia a su autorrealización y genera expectativas internas saludables. Nos sanamos cuando aprendemos a escucharnos, a luchar por nosotras mismas en primer lugar y a vencer los miedos que nos han impuesto.
Cuando lo hayamos conseguido, nos sobrarán recomendaciones y lecciones; al mismo tiempo, lograremos desarrollar los valores emocionales que nos corresponden, cuidando nuestro bienestar emocional y físico, tratándonos con delicadeza y no olvidándonos de que las heridas no se curan solas. Esta es la manera verdaderamente responsable de responder ante los nuestros, sin sometimientos y con la total libertad de ser uno mismo.