Actualmente, la edad en que muchas mujeres (y parejas) deciden concebir su primer hijo se ha ido dilatando. Hasta no hace mucho, la edad promedio eran entre los 25 y 28 años, pero ya en estos últimos años, la edad oscila entre los 30 y 35 años.
Esta situación podría explicarse con varias razones que han provocado que la edad media haya ido creciendo hasta la fecha:
La probabilidad de quedarse embarazada va disminuyendo con la edad. Una mujer de unos 20 años que esté tratando de quedarse embarazada en sus días fértiles tiene un 25% de probabilidades de conseguirlo, rondando los 30 años tiene un 15%, a partir de los 35 descienden las posibilidades a un 8% y a un 3% a partir de los 38 años. Este descenso de la fertilidad está haciendo que muchas parejas lleguen a la inesperada y desesperada situación de no lograr tener ningún hijo.
Quienes son “jóvenes” defienden que teniendo los hijos antes de los 30 la energía es mayor. Supone decir no a muchos placeres de la vida que podrían disfrutar en esta edad, pero entienden que son aplazables o directamente innecesarios. Una vez los niños crecen y tienen cierta autonomía (por ejemplo 7-10 años) siguen siendo relativamente jóvenes (digamos unos 35-40 años) para retomar hobbies o viajar con o sin ellos. Como contrapartida muchos notan una maduración vertiginosa, casi a golpes, sin tiempo casi a digerirlo (la adolescencia cada vez llega antes y cada vez se va más tarde) y es posible que en algunos momentos se eche de menos más experiencia vital que podría venir bien en momentos aciagos.
Los que deciden tener hijos más adelante, cuando las aguas están más calmadas, defienden que se encuentran en un estado de madurez emocional superior, más tranquilos y entregados. Hay más estabilidad económica y una posición social más definida que hacen que un descanso para tener hijos genere menos inquietud sobre el “qué pasará después cuando vuelva a trabajar”. Existe también un mayor autoconocimiento distinguiendo virtudes y limitaciones y una mayor autonomía en general, pues la experiencia de la vida aporta mayores capacidades de decisión.
Como desventajas se diría que el mismo factor que aporta experiencia y sabiduría, la edad, supone un hándicap en cuanto a fuerza física. No es condición sine qua non, pues mujeres y hombres de más de 40 años con una energía envidiable los hay y muchos, sin embargo la adolescencia de los hijos llega cuando los padres rondan los 50 años y es mayor la probabilidad de falta de conexión o la sensación de estar en dos planos de comunicación demasiado alejados para el entendimiento mutuo. Otra desventaja es la crítica social. Tener hijos a partir de los 35-40 años supone ser marcada con la etiqueta de “embarazo de alto riesgo” a nivel sanitario y con la de “egoísta” para muchos sectores de la sociedad.
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