Todos sabemos que la familia es el núcleo social básico. A partir de ella, las personas aprendemos a relacionarnos con los demás seres humanos. En principio, aprendemos los patrones que este núcleo nos trasmite, los cuales nos sirven como base para relacionarnos con otros entornos.
La familia invalidante es aquella que desactiva u obstaculiza el desarrollo personal de sus integrantes. Para ello, implementa una serie de mecanismos que terminan generando inseguridad y va minando la confianza en lo que cada uno es capaz de hacer y creando un sentimiento de minusvalía que obstaculiza el crecimiento personal. Las pautas de conducta que se aprenden son erradas. Principalmente, se trata de formas de actuar marcadas por la ansiedad y la culpa. Tales familias anulan a sus miembros de diferentes maneras. Estos suelen tener luego grandes problemas para adaptarse a otros ambientes y por eso también es muy usual que permanezcan en su casa hasta edades avanzadas.
Uno de los mecanismos más usuales en la familia invalidante es la sobreprotección. Esto es, un excesivo énfasis en el apartar a la persona de cualquier peligro potencial. Se parte de la idea de que el mundo es un lugar plagado de amenazas. Por lo tanto, hay que extremar las medidas de prevención y protección para no ser víctima de una de ellas. Lo que respira tras ese estilo de crianza es ansiedad, dependencia y baja autoestima. La ansiedad genera miedos y culpas imaginarias. Los padres quieren que sus hijos “no sufran» y temen hacerles daño si les dan responsabilidades. Esto no conduce a tener hijos más felices, sino todo lo contrario. Las personas que «crecen» en una familia así, lo hacen con un saco que poco a poco se va llenando de temores. El solo hecho de salir de casa las asusta, en mayor o menor medida. Lo más grave es que no logran identificar los recursos que tienen para enfrentar dificultades o lograr sus objetivos. Para eso están los padres. Ellos son los que saben.
La familia invalidante sobreprotege motivada por la ansiedad. Sin embargo, al mismo tiempo lanza un mensaje implícito de superioridad: yo lo puedo hacer, vos no. “La familia te puede proteger, vos no podés estando solo”. De este modo, genera unos lazos de dependencia muy fuertes; una autoeficacia y una autoestima muy bajas. En el fondo, muchos padres que siguen este tipo de crianza han encontrado en sus hijos un pretexto para no tener que pensar en sus propios problemas. Hacen suyos los de sus hijos, en parte, porque les parecen más fáciles de resolver. Generalmente ,se trata de personas que cargan con grandes frustraciones y vacíos. Los hijos les dan una excusa para aplazar eternamente una conversación necesaria consigo mismos. Por esa razón, prolongan hasta donde sea posible la dependencia de los hijos. De este modo, a los hijos les costará mucho trabajo salir del nido, si es que lo logran. También, necesitarán una y otra vez de la familia para casi todo.
No es fácil salir del laberinto creado por una familia invalidante. Y no es fácil, en primer lugar, porque las personas suelen resistirse a admitir que su entorno familiar es patológico. Se construye la idea de que la familia lo hace todo por el bien de la persona y la persona termina creyendo que esto es verdad. Tantos sacrificios, tantos cuidados… Es difícil comprender que esto corresponde a una pauta patológica y no a un amor valioso. Quienes hacen parte de una familia invalidante suelen volverse muy inseguros y demasiado obstinados a la vez. Tienen una baja tolerancia a la frustración y por eso les cuesta demasiado trazarse objetivos y alcanzarlos, a pesar de las adversidades. Suelen sentirse inferiores a los demás y se victimizan con mucha frecuencia. Esto porque están acostumbrados a disfrutar y sentirse merecedores de consideraciones especiales.
La única manera de salir de ese círculo de la familia invalidante es desaprendiendo las pautas de crianza, un logro que por otro lado es complicado. El individuo tiene que romper con una estructura que han creado las personas que más quiere y en la que puede tener la sensación de estar bien. De ahí que la idea de enfrentar sus miedos sin ese entorno protector les parezca terrible, un acto de desagradecimiento con quienes le protegen y una manera de asumir riesgos innecesarios. Así, no cuentan con el apoyo de la misma familia para lograrlo y tienen que buscar ese soporte en un terapeuta o en alguien externo que compense su falta de confianza. De ahí que, en estos casos, pedir ayuda es el primer paso y también es el más importante.
¿Cómo le enseñamos a nuestro hijo a ser responsable? Enseñarle a nuestro hijo a ser…
Señales para detectar el bullying escolar El bullying escolar consiste en maltratar, humillar y agredir…
Cuidados previos al embarazo Antes de comenzar con la búsqueda de un bebé, existen varios…
¿En qué consiste el parto respetado? El parto humanizado o respetado valora el protagonismo de…
20 Consejos para padres primerizos Si tuviéramos que enumerar los consejos prácticos para padres primerizos,…
Cómo manejar los caprichos en los niños Los berrinches y caprichos corresponden a una etapa normal del…
Esta web usa cookies.