Los problemas de comportamiento de los niños pueden crear conflictos en casa bastante graves, sobre todo cuando los padres no saben manejarlos o no pueden por los motivos que sean (cansancio, estrés, ansiedad, etc.) y los niños entran en una espiral de mal comportamiento donde sin darse cuenta se entra en una especie de guerra campal. Las quejas constantes de los niños pueden sacar lo peor de los padres, les pueden hacer gritar y bloquear el pensamiento. Pero los adultos deben tener una cosa muy clara: los niños no van a cambiar sus hábitos negativos de la noche a la mañana. Se necesita un trabajo constante para poder lograrlo y que los papás tengan sobre todo mucha paciencia y muestren el mejor ejemplo para que sean capaces de moldear su comportamiento.
Hasta el niño más tranquilo y “bueno” tiene momentos en los que discute o se muestra agresivo o desafiante. Es perfectamente normal y saludable, ya que está aprendiendo a desenvolverse en el mundo y a lidiar con sus emociones. Los pequeños/as están en pleno proceso de descubrir el mundo y a sí mismos y, en ocasiones, se desbordan, se despistan o no actúan de la mejor forma posible. Para acompañarlos en este proceso, tanto los padres, como los tutores y adultos a cargo, debemos considerar ciertas pautas que pueden ser muy útiles para prevenir y/o tratar problemas de conducta. Muchas veces, las conductas disruptivas son ocasionales y están motivadas por causas comprensibles y de fácil solución. Es necesario, entonces, detenernos un momento a pensar antes de catalogar el comportamiento como un problema de conducta.
Algunos de los problemas de conducta más frecuentes que podemos encontrar en los niños son:
Todas estas conductas son normales en ciertos momentos de su crecimiento. Solo en el caso de que estas persistan en el tiempo, sean graves o no se correspondan con la etapa evolutiva del niño, podrían considerarse un trastorno de conducta o de externalización. En este caso, lo más prudente sería buscar ayuda profesional para recibir el tratamiento adecuado.
Muchas veces. aspectos tan simples como estar cansado o hambriento pueden ser los causantes. La sobreestimulación o el déficit de la misma también puede conducir al niño a actuar “mal” ya que aún no cuenta con los recursos para autorregularse o, quizás simplemente no le explicamos claramente al pequeño cuál es la conducta adecuada y esperable en esa situación. Sea como fuere, nunca debemos dejar de tener en cuenta que los niños son enérgicos, curiosos y activos, y no podemos pedirles que actúen como adultos en miniatura.
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