Los hijos presentan una buena cantidad de desafíos a los padres. Por norma, desde el momento del embarazo, alrededor de ellos existe ilusión, pero también incertidumbre. En este sentido, no podemos anticiparnos a todo lo que sucederá, ya que cada niño o niña es de una manera. Generalmente, no tienen por qué surgir problemas mayores, pero cuando se trata de niños desobedientes podemos encontrarnos con cuestas con una considerable pendiente.
La desobediencia en los niños y su actitud desafiante pueden intensificarse con los años si no realizamos un planteamiento adecuado de la situación. En este caso, no existe una fórmula mágica que lleve a los niños a acatar las normas y comportarse de forma ideal. No obstante, desde la psicología se pueden aplicar una serie de pautas que reconduzcan la situación.
Antes de realizar cualquier intervención, es necesario identificar si el niño o niña es realmente desobediente. En la infancia es común el tránsito por algunas etapas y algunas de ellas se caracterizan por la negación y el desafío a los padres. Aproximadamente, desde los 15 meses hasta los 3 años, los niños pasan por la “etapa del no“. Durante este período, podemos ver como casi de manera sistemática se posicionan en contra de nuestras propuestas.
No obstante, esto forma parte de su desarrollo social. Están aprendiendo que sus respuestas tienen un efecto en su alrededor y, por tanto, comienzan a desarrollar su independencia y fortalecer su carácter. Ante esto, lo mejor es tomar una actitud paciente, entenderlo y prever las situaciones dándoles más opciones donde elegir. De esta manera, se sentirán más cooperativos y las reacciones no serán tan negativas.
La desobediencia como tal, aparece a partir de los 2 o 3 años, tras esa etapa negacionista si no se maneja adecuadamente. Los niños desobedientes son aquellos que se saltan o se niegan a cumplir las normas de forma continua y, además, muestran cierta hostilidad hacia sus padres u otras figuras de autoridad. Algunos padres piensan que a medida que el niño crezca, la desobediencia irá desapareciendo, pero la verdad es que puede suceder todo lo contrario. Si no se corrigen estas conductas, ni se le proporcionan alternativas de comportamiento, puede ser que ese niño se convierta en un adolescente con un comportamiento disocial.
Para tratar la desobediencia en los niños, lo mejor es comenzar a actuar cuanto antes. Empezar por intervenir en la “etapa del no” puede hacer que todo sea mucho más fácil en los años que vengan. En ese período natural, lo más adecuado, según los expertos, es mantener una actitud que mantenga un equilibrio entre la permisividad y la firmeza. Una vez pasada esta etapa, si el problema permanece, es recomendable seguir las siguientes instrucciones:
1. Motivar al niño
Los niños desobedientes no disfrutan con su actitud. El problema es que, posiblemente, no conozcan otras formas de actuar ni los beneficios que puede aportarles. Así pues, es necesario encontrar la manera de motivar a los más pequeños a comportarse adecuadamente. Hacerles entender que todos saldrán beneficiados y que puede expresarse de otra manera. Durante años se ha comprobado y defendido que el mejor estilo educativo es aquel que equilibra la disciplina y el afecto. Por lo tanto, hay que explicarles con cariño los problemas que se derivan de su comportamiento, de forma que entre ambos se pueda pactar un plan de acción. De esta manera, los niños comenzarán a entender lo positivo de obedecer y comunicarse de una forma saludable.
2. Actuar inmediatamente sin perder la paciencia
Aunque puede resultar muy complicado, es esencial no impacientarse ante el desafío impuesto por los niños. Muchísimo menos viable es entrar en una pelea. Ante una conducta no aceptable, una buena técnica es situarse a la altura del niño y decirle, con un tono suave, pero firme, que no se va a tolerar esa reacción. Es importante que la reacción o corrección del adulto se produzca de forma inmediata, no horas o días después. Una vez pasado el momento, al niño le será más complicado entender el alcance de su conducta y el malestar o tensión que puede generar. Así como le resultará más difícil relacionar las normas o instrucciones con la situación concreta.
3. Mantener rutinas
Un aspecto clave para evitar comportamientos desobedientes e inesperados es establecer una rutina clara. Mantener un horario estable y una coherencia en el día a día ayuda al niño a prever qué viene después. Facilita que comprenda la dinámica que hay a su alrededor, fomentando su colaboración y el equilibrio en todo lo que hace. Por el contrario, una rutina desorganizada le transmitirá que no existe una estructura, ni límites ni normas. Que no se espera nada de él y que puede hacer lo que le parezca oportuno en cualquier momento. De hecho, es posible que un niño actúe de forma desobediente o desafiante porque no comprende cuál es responsabilidad.
4. Establecer normas y límites
En esa rutina es fundamental que existan normas y límites. Estas deben ser claras, argumentadas y adaptadas a la edad y los recursos. El niño o niña debe poder entenderlas; si no, no será capaz de llevarlas a cabo. Por ello, es importante, a la hora de establecer las normas, que todos los miembros estén presentes y se explique por qué se deciden, qué se espera y en qué beneficia. Los mensajes deben ser claros. De nada sirve que a un niño o niña se le diga “no hagas eso” sin comunicarle cuál es la conducta deseable.
5. Evitar el castigo y reforzar los buenos comportamientos
Durante años se ha venido comprobando que la utilidad del castigo es cuestionable. Es más, un castigo puede conllevar más actitudes desafiantes y comportamientos indeseables, porque la conducta inadecuada está teniendo un efecto. Así, los resultados del reforzamiento, o lo que es lo mismo, recompensar los comportamientos positivos, son muchos más potentes. Cuando el niño o niña se porte bien, es fundamental indicarle que eso está bien y por qué. Para ello no es necesario hacerle un regalo o darle algo material. Basta con un gesto de cariño, agradecérselo y comunicarle la satisfacción. Un abrazo o unas palabras serán suficientes para que también ellos quieran repetir esa situación.
Cuando existen chicos/as que son desobedientes, hay que recordar que esta actitud no nace de la nada y que no se produce por capricho. Detrás de estas conductas es posible que haya un niño intentando comunicar que quiere participar en su entorno. Puede que necesite saber qué se espera de él y cómo tiene que actuar. Por eso, es fundamental que toda la familia se implique y que las vías de comunicación permanezcan abiertas. Si siguiendo estas pautas el problema se mantiene, sería necesario considerar la posibilidad de acudir a un profesional para que guíe el proceso.