Cómo manejar los caprichos en los niños
Los berrinches y caprichos corresponden a una etapa normal del desarrollo del pequeño. La gran mayoría de las mamás han pasado por situaciones en las que sus hijos o hijas han tenido “ataques” de berrinches debido a caprichos, por querer algo que no podía tener, por querer hacer algo que no podía por ser inapropiado o inadecuado.
A quien no le haya pasado, que lance la primera piedra. Los berrinches se manifiestan a través de gritos, saltos, tironeos y llantos desmedidos por parte de un chico/a. En muchas ocasiones, pueden ser escenas bien drámaticas porque hasta se tiran al piso y pueden estar un buen rato a los gritos.
Generalmente, los chicos tienen estos comportamientos entre los 2 y 4 años y, a pesar de ser situaciones molestas , avergonzantes e irritantes para los papás, son parte de su desarrollo y son de gran utilidad para poder demostrar a los hijos/as la correcta forma de expresarse y comportarse. Los motivos y razones pueden ser varias. Usualmente, se deben a la necesidad de independencia y la frustración de no saber expresar con claridad sus sentimientos y necesidades.
Es importante que les demos cierto “poder” de tomar pequeñas decisiones. Hay ciertas cosas, como el color de la remera o pantalón que desea ponerse, que pueden ser decisiones suyas. Muchas veces, tienen berrinches por necesidades físicas como cansancio o hambre, o de desarrollo, como dificultad para aprender algo nuevo o para expresar algún sentimiento. El chico quiere sentir que es capaz de controlar ciertas situaciones y , al frustrarse, empieza a hacer una “escena” a los gritos y llantos.
Cuando nuestro hijo o hija tiene uno de estos momentos, es importante poder establecer consecuencias lógicas. Por ejemplo, si el niño revolea sus juguetes o la comida, por una cuestión lógica, no podrá jugar con esos juguetes o comer lo tirado. De a poco se irá dando cuenta de lo que pasa cuando exhibe esos comportamientos y no lo seguirá haciendo.
Hay que ser consecuente con los actos. Esto significa que, si de antemano, se les ha advertido que si tenían un berrinche no irían a un lugar específico (casa de un amiguito, al cine, a tomar un helado, a un pelotero, etc), hay que cumplir lo dicho. En caso de no hacerlo, al chico no le terminará importando el portarse mal porque sabrá que se puede salir con la suya y lograr lo que se propone. Con el tiempo, tomará los dichos de los padres como “amenazas” que nunca se cumplen.
También, hay que estimular al nene/a para que use palabras para poder expresarse de la mejor forma posible. Utilizando el vocabulario que maneje de acuerdo a la etapa de desarrollo que esté transitando. Si empieza a protestar y gritar, hay que recordarle que así no lo escucharán y que debe decir lo que le sucede. Hay que utilizar castigos que sean inmediatos. Para un niño que tiene menos de 5 años, el castigo por haberse portado de una manera inapropiada tiene que ser llevado a cabo pronto porque ellos todavía carecen de sentido del tiempo. Si se espera mucho pueden llegar a olvidar la causa del castigo o puede que ya no les importe.
Es interesante poder recompensar lo positivo. Cuando el chico se esté portando bien, hay que felicitarlo. De esta forma, se logra reforzar y recompensar el buen comportamiento. La gran mayoría de las veces, los berrinches son una manera de llamar la atención y al enseñarle que mejor llamar la atención con acciones buenas, le darán más ganas de repetir ese comportamiento positivo.
Aprender a controlar estos impulsos de los niños, que son parte normal de su desarrollo, es un proceso que empieza a los 2 años de edad y dura el resto de su vida. Como padres, hay que pensar cómo queremos ayudar a nuestros chicos a manejar su independencia y desarrollar el autocontrol. Los berrinches son inevitables y no se pueden eliminar, hay que aprender a manejarlos.
Es importante que los papás mantengan la calma y no pierdan control de la situación. Caso contrario, al ver que los papás no poseen cierta seguridad y que están enojados, el berrinche será más extenso porque estaremos aumentando su frustración y angustia. No hay que intentar razonar en medio de berrinches o caprichos. Hay que dejar que el momento pase, para luego intentar establecer un diálogo. Habrá ciertas cosas donde los límites pueden ser más flexibles y donde podemos negociar con los chicos para dejarles sentirse en control y sentir que van desarrollando esa independencia que tanto desean.