Cómo manejar las reacciones que tienen los niños al enojarse

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Cuando se enojan algunos niños gritan, otros lloran, y también están aquellos que simplemente se callan. Los chicos pueden reaccionar de muchas formas diferentes. Pueden volverse agresivos o aislarse. Y es que el sentimiento de rabia es difícil de predecir y controlar.

Las razones por las cuales un niño puede enojarse son diversas. Puede ser porque no consiguen obtener lo que quieren, porque algún amigo le dijo algo feo, porque sus papás lo retaron … Un niño/a se enoja cuando discute, cuando alguien le hace daño. Se enoja si se pelea con su hermano, o cuando nadie quiere jugar con él. Se enoja cuando no le compran ese juguete que tanto desea. Se enoja, y , en el fondo, en realidad no sabe muy bien qué le está sucediendo.

De pronto, nota una presión en su cabeza. Muchos niños lo describen como “un dolor fuerte” en su cabeza, otros dicen que sus venas parecen llevar más sangre, y que transpiran mucho. También sienten que sus caras se tornan rojas y que emiezan a envolverse de un sentimiento que les resulta incontrolable. La bronca y la rabia se apoderan del cuerpo y pierden el control. Así llega el primer grito y luego una especie de tormenta.

Si en ese momento el cerebro fuera un tarro con agua y brillantina, el remolino de la furia arrastraría sin control la brillantina, produciendo destellos incontrolados. No queda espacio ni tiempo para pensar. Sólo sienten. Nada más. La solución es esta: aprender a respirar. Tan sencillo y complicado al mismo tiempo. Esa puede ser la clave para manejar el sentimiento incontrolado de la bronca: respirar, profundamente.

Sólo hay que seguir estos pasos:

  1. Cuando llega el sentimiento de enojo, bronca o rabia, hay que buscar un lugar tranquilo en donde poder estar solo.
  2. Respirar profundamente por la nariz. Expulsar el aire por la boca.
  3. Cerrar los ojos y volver a respirar.

De esta forma, los niños que han llevado a cabo estos pasos, dicen sentir como si algo de pronto se calmara, como si algo en movimiento se detuviera. El corazón se tranquiliza. El cerebro deja de latir con tanta fuerza. Esa purpurina que daba vueltas sin control en medio de un torbellino, cae al suelo lentamente. Entonces, recien en ese momento llega cierta serenidad y pueden hablar y expresar sus sentimientos.

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