Dicen que el hermano del medio tiene siempre la más difícil. Mito o realidad, no se puede generalizar ya que cada chico es único e irremplazable, sin importar el orden en el cual nació. Y la forma en que se sientan reconocidos depende de la dinámica familiar. Es importante tomar en cuenta ciertas estrategias para que así todos los hermanos tengan las misma cuota de mimos.
¿Cómo puede ser el hermano del medio ? Suele ser tildado como la “oveja negra” de la familia, es el “diferente”, el que “no encaja” del todo con el resto de los integrantes. Es el más rebelde o el más tímido e inttrovertido. Siempre tiene un capricho o, por el contrario, se encierra en “su mundo” , o en su cuarto y es el “más buenito” de todos. Su comportamiento siempre desvela a los padres, y nunca logramos entenderlo. ¿Qué le pasa? Puede que su carácter se relacione con el lugar que le tocó en su familia, en el que tiene que luchar para que sus hermanos o hermanas, mayores y menores, no se lleven siempre la atención. Alguna huella puede quedar en su personalidad si nadie lo felicitó cuando aprendió a multiplicar, porque justo en esa misma época el chiquito empezó a caminar o a leer y la mayor terminó la primaria.
Antes de preocuparse o quejarse porque “el del medio” siempre está solo, responde mal o se encapricha por cualquier cosa absurda, mejor pensar si se le está dando el lugar que necesita. Esto no significa que, por ser el del medio, haya que tratarlo de modo especial ya que esto sería un cuento de nunca acabar porque los hermanos restantes se pondrían mal, sino que sólo hay que estar, como con los demás. Cada chico, cada hermano necesita de “su” tiempo con los padres, “su” momento especial. Hay que estar pendiente de lo que pide, de lo que quiere, de sus inquietudes y deseos. Y, reforzar su autoestima. Puede que tenga gustos diferentes al resto de la familia y en vez de marcarle esas diferencias, hay que estimularlo. Hay que evitar las etiquetas o rótulos y las odiosas comparaciones porque pueden marcarlos. Conviene no decir y ni siquiera pensar que “el más chiquito es un goloso”, “el mayor es el más inteligente”, “el del medio salió tremendo como el tío”. Es clave aceptar a los hijos como son, con sus virtudes y defectos y limitaciones. Con el correr del tiempo, ellos y sus amigos elegirán el apodo que más les guste, uno que ellos mismos acepten.
Es también importante poder generar rituales entre hermanos. Una buena idea es acostumbrarlos a que se apoyen uno al otro con las tareas de la escuela. Que se organicen ellos mismos : el mayor ayuda al del medio y éste al más chiquito, y el menor puede demostrarles sus avances. También se puede organizar una mini ceremonia cuando reciben o dan ropa y los juguetes que ya no usan, que así festejen que van creciendo o que son herederos. Es normal que, igualmente, exista cierta rivalidad natural entre hermanos y eso es parte de la vida en familia.Siempre puede haber sentimientos de envidia, celos y competencia. No hay que tratar de taparlos ni enojarse con los chicos. Mientras no sean extremos, no habría por qué alarmarse. Ellos tienen que recorrer el camino de aprender a esperar, a ceder y a compartir.
Y, así como toda pareja necesita intimidad, los hijos también necesitan sentir, cada tanto, un poco de exclusividad y tener momentos de a dos o de a tres, con mamá y papá. Se puede compartir un deporte o algún taller.En lo cotidiano, hay pequeños gestos que suman como: cocinar con él o ella, o en el momento de ir a la cama, arroparlos, darles las buenas noches y que esto sea especial y dedicado para cada uno. Por último, jugar con toda la familia no es una misión imposible y es muy útil para integrar.
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