Las emociones desempeñan un papel determinante a la hora de convertir a un niño en un adulto feliz y exitoso. Sin embargo, si el desarrollo emocional de un niño se desvía, sufrirá como consecuencia una gran variedad de problemas personales y sociales a lo largo de su vida. En este caso, criaremos niños vulnerables en lugar de niños fuertes.
La verdad es que ser responsable de la educación emocional de los niños no es una tarea fácil. O sea, hacer entender a un niño que los sentimientos tienen tantas tonalidades como los colores aunque no las vean es algo cuanto menos complicado. La conciencia emocional es el mejor vehículo para el cambio en nuestra vida. O sea, que tenemos que ser conscientes de lo que nos provoca sentimientos frustrantes y negativos o positivos y placenteros para encontrar aquellas maneras de fomentarlos, comprenderlos y controlarlos. Si logramos esto, conseguiremos que los niños (y futuros adultos) sean capaces de tener sentimientos sobre sus propios sentimientos, es decir, serán niños fuertes. Esto, a pesar de que suena redundante, es importante a la hora de ser hábiles comunicadores emocionales y, por lo tanto, fortalecer nuestro yo interno y social.
La capacidad de un niño para traducir sus emociones en palabras es indispensable para la satisfacción de las necesidades básicas. Si enseñamos a los niños a expresarse emocionalmente, poco a poco se irán formando niños fuertes. Esto es así entre otras cosas porque las palabras que describen las emociones están directamente conectadas con los sentimientos y la expresión fisiológica y emocional de estos (por ejemplo, un niño debe saber que la angustia se asocia con una leve aceleración del pulso, un aumento de la presión sanguínea y gran tensión en el cuerpo). Si los niños crecen en un entorno que suprime los sentimientos y evita la comunicación emocional, es probable que los niños crezcan como personas emocionalmente mudas.
Si bien podemos aprender el lenguaje de las emociones durante toda nuestra vida, son las personas que lo hablan desde la juventud quienes se expresan con más claridad y, por lo tanto, se muestran más competentes emocional y socialmente hablando, lo que les abre puertas hacia el éxito vital y la consecución de sus anhelos. Por ende, está totalmente justificada la “obligación” moral que todos tenemos de cultivar este aspecto vital en nuestros niños, porque solo criando niños fuertes, evitaremos tener que reparar a tantos adultos rotos por la soledad, la desconfianza y el desamor hacia sí mismos y hacia la sociedad.