El miedo en la infancia supone un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas. La única explicación a esta regularidad es que el temor tiene un importante componente de valor adaptativo para el niño. El miedo suele ser una respuesta normal a un entorno nuevo o amenazante. Los niños especialmente expresan miedo a medida que crecen y se vuelven más conscientes de los peligros explícitos e implícitos en su vida cotidiana.
A pequeña escala, estas sensaciones de miedo en los niños son siempre desagradables, a pesar de que puedan cumplir una función de supervivencia, como puede ser el hecho de adaptarse a alguna situación considerada de peligro por el pequeño. Cuando el miedo no tiene que ver con una causa real puede alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas.
No hay duda de que los miedos son evolutivos y normales en cierta edad. A medida que el niño crece y su sistema psicológico madura, la tendencia natural es a que vayan desapareciendo de forma progresiva. A pesar de todo, en algunos casos estos miedos pueden perdurar en el tiempo hasta llegar a derivar en trastornos que necesitan atención de un profesional.
Orígenes del miedo en la infancia
- Patrones familiares: Los padres con tendencia a ser miedosos o con antecedentes de trastornos de ansiedad suelen tener hijos con miedos o ansiedad en mayor proporción que los padres que no lo son.
- Condicionamiento: pensemos en un niño que de pequeño sufrió quemaduras importantes al jugar con un petardo que le explotó en las manos. Probablemente, la simple visión o el ruido de los mismos le provocarán miedo y rechazo.
- Información negativa: una información negativa sobre alguna situación o estímulo concreto puede ser una fuente que genere el temor. La capacidad de convicción vendrá condicionada por lo que resulte más relevante para el niño y la persona que emita la información.
- Experiencias desagradables y/o traumáticas: son otro posible generador de miedos en los niños. Por ejemplo: presenciar malos tratos, peleas o situaciones que impactan emocionalmente (accidentes, muerte de algún ser querido, etc.)
- Aprendizaje directo: hay un tipo de miedos que se adquieren por aprendizaje directo, como es el miedo a no poder respirar. Es el caso de niños que han sufrido ataques de asma o han despertado repentinamente por la noche con la sensación de no poder respirar.
En el peor de los casos, estos miedos pueden derivar en trastornos clínicos más serios como fobias específicas, ansiedad generalizada o estrés post-traumático.
¿Cómo ayudar a los niños cuando sienten miedo?
Cuando los miedos son más severos, persistentes y alteran significativamente el ritmo normal del niño en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos con trastornos que deberían ser objeto de tratamiento especializado.
Para ayudar al niño a combatir sus miedos debemos:
- No mostrar preocupación o angustia y tratar de vivir la situación con la mayor normalidad posible. Debemos recordar que, frecuentemente el niño interioriza los comportamientos y percibe el estado anímico de los padres.
- No forzar al niño a hacer aquello que le genera miedo: cuando se trata de miedos que afectan significativamente al desarrollo y la vida cotidiana del pequeño, hay que trazar un plan de intervención con el fin de ayudarlo.
- Ser un “guía”: algunas técnicas psicológicas utilizan la llamada escenificación emotiva, donde las diversas aproximaciones del niño al objeto o situación temida van acompañadas de instrucciones previas. En ella, el niño debe adoptar el papel de ayudante o colaborador de algún héroe de ficción de su elección. Se trata del tratamiento psicológico más utilizado en trastornos de ansiedad, miedos y fobias.
- Actuar mediante un modelo: uno de los padres puede efectuar la conducta temida (por ejemplo, estar en la habitación a oscuras) para enseñar al niño que no pasa nada. Sin embargo, es más eficaz cuando el modelo tiene la misma edad del niño.
- Evitar siempre ridiculizar al pequeño/a por sus miedos, en especial, ante sus compañeros. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones, no a las consecuencias punitivas.
Relacionado con los miedos, suele hablarse también de ansiedad, ya que está presente en todos los procesos. El término se utiliza para poner de relieve las importantes alteraciones psicofisiológicas que se producen en el organismo de los pequeños cuando experimentan un miedo intenso. Este estado de activación puede producirse ante un estímulo concreto (fobia específica) o también en ausencia de cualquier estímulo. Sencillamente, el niño siente la angustia pero no es capaz describir las causas, ya que estas son muy difusas.