Es necesario aceptar con tiempo que, en algún momento, nuestros hijos y/o hijas se irán del hogar y formarán su propia familia. Como padres y adultos, lo hemos vivido en carne propia y lo sabemos a nivel “racional” que es un hecho que va a suceder. Caso contrario, si los “retenemos”, les estamos quitando el derecho a vivir sus propias vidas, a tener sus propias elecciones y a cometer tanto sus propios aciertos como sus propios errores.
Sin embargo, asumir de manera más bien “emocional” que los hijos se hacen mayores no es una tarea muy simple y sencilla. Como papás, esto implica aprender que el tiempo pasa y que ellos/as se van haciendo más autónomos e independientes. Atravesar esta etapa puede ser muy difícil y complicada para muchos padres. Por un lado, estamos felices por su independencia, pero por el otro, nos sentimos tristes porque ya no nos necesitan. Aceptar esta realidad es el primer paso para afrontarlo.
Es normal estar en una especie de “encrucijada” cada vez que los niños aprenden algo nuevo o demuestran cierto nivel de independencia. Por un lado, nos sentimos felices por el logro alcanzado, pero por el otro, existe cierta tristeza al darnos cuenta de que ya no nos necesitan tanto como lo hacían antes. Como primer medida, debemos aceptar que los hijos dejan de ser niños y niñas para convertirse en adolescentes y luego en adultos. Cuando esto sucede, es normal que se vayan de la casa.
Sin embargo, antes de que ese momento clave llegue, la etapa de la juventud puede ser bastante problemática. Esa autonomía que ellos tienen para hacer ciertas cosas se combina con los cambios hormonales y la rebeldía de no pedir ayuda. Ese es el primer “quiebre” en la vida de los padres. Algunos años más tarde, ese hijo/a que para nosotros es todavía vulnerable decide irse a vivir solo/a, casarse o mudarse al extranjero. Es necesario aceptar con tiempo que, en algún momento, los hijos se irán de casa y formarán su propia familia. Esto no quiere decir ya pensar en eso cuando son bebés recién nacidos, pero sí hacerse a la idea desde que atraviesan la adolescencia. De esta manera, cuando el hecho suceda, ya estaremos medianamente preparados.
Nos alegraremos por ellos cuando decidan irse del hogar, pero también nos angustiaremos, porque ya no estarán muy seguido con nosotros. Es uno de los momentos más dolorosos para los padres, una prueba que se debe sobrellevar de la mejor manera y una situación ideal para empezar a pensar en nosotros mismos. Al asumir que los hijos se hacen mayores y se van de casa es fundamental aprender a rellenar ese vacío. A nivel físico, con habitaciones vacías, pero también en lo emocional que nos invade.
Estar preparados para ese momento puede reducir bastante el llamado “síndrome del nido vacío”. No muchos papás se “entrenan” para cuando sus hijos/as abandonan el hogar, porque en su interior esperan que eso no suceda nunca. Es importante no tomar esta etapa como algo negativo ni angustiante, sino todo lo contrario. Es altamente probabe que, en todos esos años de crianza de nuestros hijos, perdimos cierta libertad y ni hayamos logrado tener un fin de semana para nosotros mismos.
El lado positivo es que ahora sí contaremos con mucho mas tiempo libre para llevar adelante esa actividad, ese viaje, un hobby, un trabajo, e incluso las visitas a nuestras amistades que habíamos dejado postergado en pos de la crianza de los chicos. Si estamos en pareja, agradeceremos tener intimidad que, muy posiblemente, por bastante tiempo nos faltó. Por supuesto que es un trabajo de a dos asumir que los hijos se hacen mayores y que la casa está vacía. Los primeros meses tresultarán extraños y puede que nos sintamos desorientados.
No obstante, como se dice habitualmente, las personas somos “animales de costumbres” y terminaremos aceptando que hemos empezado una nueva etapa de nuestras vidas. En ella, podemos y debemos pensar en nosotros, en nuestras necesidades y en nuestros gustos personales. Nuestros hijos/as se estarán abriendo camino y forjando sus propios destinos, tal y como nos ha sucedido a nosotros tiempo atrás. Y, más allá de la frase trillada, debemos aceptar que “así es la ley de la vida” y encontrar lo positivo en este cambio.