El peso del estigma asociado a la vejez y a complicaciones en la salud como la dificultad reproductiva o el riesgo cardiovascular son algunos de sus efectos, de los que se habla poco.
La menopausia precoz se da en mujeres cuya edad oscila entre los 35 y 45 años aproximadamente (la edad media a la que se alcanza la menopausia común en nuestro país es a los 48). Ya sea por causa mayor y tras la extirpación de los ovarios, o bien porque estos pierden su capacidad de producir hormonas de forma natural (o debido a otras causas externas que lo pueden agravar: consumo de tabaco, quimioterapia, enfermedades autoinmunes…), la “insuficiencia ovárica precoz” afecta en Een país a más de 352.000 mujeres. Sofocos de día y de noche, que pueden aparecer antes incluso de que cese la función de los ovarios, y consecuencias asociadas a estas como la falta de sueño, de concentración y rendimiento o las molestias y la sequedad en la zona genitourinaria, que puede dificultar las relaciones sexuales. Así como un aumento de los riesgos cardiovasculares o de osteoporosis, son algunos de los síntomas que advierten la llegada de la menopausia.
También, ansiedad y depresión de intensidad variable y, aumento de peso, redistribución de la grasa corporal, atrofia vaginal o disminución del deseo erótico. Se comparten tanto en el caso de la menopausia común como en la precoz, pero la segunda conlleva una serie de peculiaridades. Cuando aparece en una mujer joven, con una expectativa de vida más larga y en edad reproductiva, en la que faltan estas hormonas que protegen -más notable si además se le han quitado los ovarios-, los estudios señalan que aumentan tanto la morbilidad como la mortalidad. Cuando aparece ya pasados los 40, la vivencia es más temprana de lo esperado, pero no suele suponer un gran terremoto para la mujer. El problema es mayor cuando aparece en mujeres más jóvenes o con expectativa reproductiva. Estas que quieren tener su vida igual que sus amigas (sus reglas, hijos…) y es importante que entiendan bien cuál es el proceso por el que se ha producido eso e intenten que con el tratamiento su vida sea lo más parecida a ello. Con el tratamiento hormonal que se prescribe en estos casos, las mujeres pueden incluso seguir teniendo sus reglas. Y, ya existen casos que abren la puerta a una posible maternidad.
Los hábitos de vida saludable junto a las terapias para controlar los síntomas cuando aparecen, permiten tener una buena calidad de vida tras la menopausia. Cuidar la salud cardiovascular y los huesos: haciendo ejercicio, con un buen consumo de calcio, evitando tóxicos como el tabaco y el alcohol y planteando (siempre con la ayuda de profesionales) la sustitución de lo que los ovarios no producen con la terapia hormonal.
Afrontar el cambio de etapa es diferente para cada mujer, pero la necesidad de combatir los estigmas asociados a la menopausia, como la creencia de que esta es sinónimo de vejez -y la vejez como la etapa en la que, tradicionalmente, las mujeres dejan de existir a ojos de la sociedad- o de la falta de deseo erótico, persisten. Muchos de estos presupuestos tienen que ver con cómo se percibe socialmente a la mujer una vez que ya no puede tener hijos. Ocurre que esto se señala como una falta de valor y la mujer puede comenzar a experimentar sentimiento de devaluación y afectar a su autoestima. Esto, unido a los cambios físicos, puede dar como resultado una disminución del deseo erótico, no como fruto de la menopausia en sí, sino como resultado de la presión social y el cambio de rol y estándar físico de la mujer. En terapia y ciertas consultas ginecológicas, se puede ver cómo las mujeres al llegar a esta etapa se sienten más inseguras respecto a su cuerpo y esto repercute en su vida erótica, dependiendo a su vez de la autopercepción previa. Desde a las que no les importan en absoluto estos cambios y siguen sintiéndose bien y activas en cuanto a deseo (con el añadido de no tener que preocuparse por la anticoncepción) a las que, en un porcentaje nada desdeñable, comienzan a sentir a que ya no son atractivas o deseables por sus parejas.
Además de la ruptura de estos estigmas que hacen daño psicológico y emocional, es de suma relevancia la necesidad de naturalizar este proceso, de que haya información sobre él, que se entienda que no es una enfermedad, y su conocimiento sobre cómo cuidarse frente al cambio. Igual que cuando tenemos nuestra primera menstruación lo vivimos como un hito no patológico y natural en nuestra vida, debemos percibir este otro hito como tal. Es bueno que puedan existir grupos de apoyo entre mujeres, entre las que se hable de cómo se sienten en esta nueva fase.